Natalia Lafourcade confiesa que cada vez que puede se escapa al Cusco.
Natalia Lafourcade confiesa que cada vez que puede se escapa al Cusco.

En casa no había televisor. No por necesidad, sino por convicción. Pero de fondo sonaban Bach, Brahms, Mozart, tangos, boleros, Armando Manzanero; también por convicción. Sus padres son músicos. Él, clavecinista de música clásica y ella, pedagoga musical. Luego tuvieron un televisor pequeño, donde se podían ver dos canales. Natalia movía la antena para tratar de sintonizar el programa Siempre en domingo de . Vivían en medio del campo y la señal era débil. El sonido tenía interferencias y la imagen se distorsionaba con líneas que oscilaban. Pero ella estaba ahí, sentada frente al televisor, quizás con un brillo en sus ojos, tal vez sonriendo tímidamente mientras miraba las actuaciones de Lucerito, Thalía, Yuri, Luis Miguel, Timbiriche, Flans; ilusionada e imaginando que podía ser como ellos.

lleva casi 20 años de carrera en la música, donde ha sembrado profundas canciones como “Hasta la raíz” y “Un derecho de nacimiento”, ha publicado más de 10 discos, ha compartido su talento con artistas de la altura de Juan Gabriel y Omara Portuondo, ha saboreado el triunfo de premios Grammy, Billboard, MTV. Y hoy lidera el proyecto Juntos por el Centro de Documentación del Son Jarocho, que reconstruye un espacio afectado por los sismos de 2017 en México. Una de las acciones para ayudar al centro fue la publicación del disco Un canto por México Volumen I, en 2020, y hace unos días el volumen II, donde tiene como invitados a Caetano Veloso, Rubén Blades, Mon Laferte, entre otras figuras.

Entra la videollamada y advierte que mi cámara está volteada. Reímos y me pregunta cómo estoy. Ella está en su natal , en casa. Las paredes y el techo parecen de madera; detrás de ella hay una ventana del alto de un libro por donde entra la luz de esta tarde. Allá es verano, hay calor, mucho sol, pero también humedad y lluvia. Es la naturaleza y su equilibrio, es Natalia y sus canciones.

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-Dices que a la humanidad le falta equilibrio. ¿En qué?

En todo (risas). Estamos patas pa’ arriba. Enciendes las noticias y dices: “¿Cómo se hace para arreglar tanta injusticia, tanta violencia, tanta desigualdad, tanta pobreza, tanto daño que le estamos haciendo a la Tierra?”. Son tiempos difíciles. Este es el mundo que afectamos, de alguna u otra manera, con nuestro quehacer. Más que nunca hay que estar alertas a qué estamos haciendo, cómo aportamos para que las cosas sean distintas. Y la canción “Nada es verdad” cuestiona esa forma de vivir, lo que seguimos como sociedad pero que al final quizás no es el camino y debemos cambiar el rumbo, trabajar de otra manera.

-¿Y desde la música cómo te propones hacerlo?

Con proyectos como Un canto por México. Terminamos haciendo un disco en comunidad para una causa. Un grupo tejiendo fortalezas, mundos, universos.

-¿Un cantante busca la verdad?

Los cantantes que logran encontrar y conectar con la verdad son los que se vuelven grandes artistas. Son aquellos que logran conectar con una verdad que se transforma a través de ellos cantándola o compartiéndola.

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-¿Cómo sabemos que una canción es verdad?

Es cuando la música encuentra su casa. Cuando la música trasciende el espacio del artista, encuentra con quién conectar. Por ejemplo, escuchas una canción y de repente vas a sentir algo en tu cuerpo, te va a robar un suspiro o se te enchina la piel. Eso quiere decir que hay algo ahí que está conectando. En eso hay verdad. Puede ser cualquier género musical. Está conectando con una verdad tuya y seguro viene de un espacio honesto y verdadero, aunque a lo mejor a tu mamá no le guste (sonríe), pero no importa, así es la música, encuentra su espacio, se amolda, se mete, se va.

-¿Llegabas a casa con música que a tus padres no les gustaba?

A mí me gustaba... (se queda en silencio y ríe tímidamente) los artistas que veía en la tele. Yo los veía y decía: “Quiero ser como ellos, quiero cantar, quiero ser famosa, quiero ir a Televisa”. Siempre le decía a mi mamá que me lleve.

-¿Qué te respondía?

Imagínate, mis papás que venían de este mundo (de la música clásica). Ella no quería. Me ponía distracciones para no pensar en eso. Me metió a clases de todo. Y yo siempre terminaba queriendo componer mis canciones.

-¿Por qué tenías esa vena por hacer algo propio?

No sé, porque era muy chiquita. Me sentaba al piano, le empezaba a dar manotazos, me inventaba cosas; podía pasar horas así. Compuse muchas canciones y así crecí.

-En canciones como “La trenza” y “Soy lo prohibido”, del último disco, el bolero está presente. Calamaro acaba de publicar un disco de boleros. ¿Qué tiene el bolero que vuelve?

El bolero es acerca del amor y queremos esa energía. El bolero es romántico, es mágico. El bolero tiene esta cosa de contemplar el amor, contemplar las relaciones, contemplar la vida. Y en estos tiempos hace falta tal vez. Un bolero como el de Mon (Laferte) es una belleza de canción que habla del amor, pero del amor de una abuela con su nieta. Es un bolero con una feminidad y una profundidad hermosas, de los matices de las cosas de la vida. Nos refugiamos en este género, que yo considero que es como nuestro jazz.

-¿Cuánta distancia hay entre la Natalia de “Casa” y la Natalia que le canta a México? ¿Es señal de que te haces mayor?

Claro, ya soy como una señora (ríe). Supongo que es normal y que venga la edad, no importa (risas).

-Pero tienes el espíritu casi adolescente de “Casa” y eso de hacerse mayor lo decía con ironía.

La Natalia de ese disco es una Natalia que estaba muy pequeña y tenía mucha confusión, era muy inmadura y no sabía bien para dónde tirar. Era una Natalia joven, en mis tempranos veintes.

-¿Hoy te sientes joven o adulta?

Me siento bien. Pero cuestiono eso de la edad porque he podido conocer gente que es muy joven pero es muy vieja.

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AUTOFICHA:

- “Mis dos papás son músicos. Los dos vienen del mundo de la música clásica. Entonces, en mi casa escuchábamos mucha música clásica. Mi papá es clavecinista, viene del Barroco, escuchaba Bach, Brahms; y mi mamá también, ella amaba a Mozart”.

- “En ‘Nada es verdad’ (sencillo del último disco) podemos sentir la fuerza de la tierra, la naturaleza, los bosques, los ríos, las flores, los niños y las niñas, hombres, mujeres, chamanes y chamanas, la voz del fuego, de lo que sí es verdad tratando de recuperar su espacio”.

- “El apu Ausangate me conecta con el Perú, y ya he ido varias veces. Perú se ha convertido como en mi escondite (baja la voz y subraya que viene a escondidas). Voy y camino a la montaña y me meto ahí con los amigos quechuas, tengo unos amigos por ahí que me reciben, mis maestritos”.

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