La muerte de un hijo
La muerte de un hijo

Es imposible no conmoverse ante el sufrimiento que ocasiona la muerte. Especialmente porque a todos nos tocará enfrentar esta circunstancia tarde o temprano. El dolor por la pérdida de un padre o madre es desmesurado, pero cuando muere un hijo, el sentimiento es funesto porque no es natural que ello ocurra. Este hecho aberrante causa un dolor mayúsculo, imborrable. La tristeza empozada debe canalizarse de alguna forma. Una de estas vías posibles es la escritura.

NARRATIVA DEL DOLOR

Bajo el rótulo de ‘literatura de duelo’ se han agrupado aquellas obras en las que sus autores han dado cuenta, en primera persona, de cómo han afrontado la pérdida de un familiar cercano. Algunas veces son hijos que recuerdan a sus padres, como en El olvido que seremos (2006), del colombiano Héctor Abad Faciolince; sin embargo, los testimonios más desgarradores surgen de los padres que narran la pérdida de sus hijos.

En este último grupo de obras encontramos libros como Paula (1994), de Isabel Allende; Noches azules (2012), de la estadounidense Joan Didion; y recientemente La hora violeta (2013), del español Sergio del Molino, y Lo que no tiene nombre (2013), de la autora colombiana Piedad Bonnett. Estos testimonios dolorosos y catárticos describen, sobre todo, la inmensa pena ante la muerte, fulminante y estremecedora. En la línea del libro de Bonett, ha aparecido en la narrativa peruana El hijo que perdí, un testimonio de Ana Izquierdo, quien, a diferencia de los autores mencionados líneas arriba, no es escritora de oficio, pues este es su primer libro.

La autora da cuenta del profundo sufrimiento que afronta desde el momento en que ve a su hijo de 27 años muerto en su cama, horas después de haberse ido a dormir. Según cuenta en el prólogo, la primera vez que escribió sobre su proceso de duelo no quiso que nadie lo leyera. Ante la necesidad de expresar su pena y verbalizarla, surge la idea de abrir un blog para publicar algunas de sus reflexiones. Luego, en abril de 2016, publicó nueve columnas en la revista Viù, del diario El Comercio. Los comentarios de otros padres, que como ella habían perdido a sus hijos, le resultaron reconfortantes. Posteriormente, le propusieron trabajar un libro, para lo cual reescribió los post del blog y dichas columnas, dotándolos de una complejidad mayor.

BATALLA CONTRA EL OLVIDO

El hijo que perdí está dividido en breves capítulos, en los que de manera directa y sencilla Ana Izquierdo describe su encuentro con la muerte. Como nos dice en la página 23: “Tal vez escribir este libro sea un modo de sacudirme, por fin, de la conmoción”. Y ese espíritu colma este testimonio, en el que nos describe brevemente el cuadro de depresión que sufría su hijo Renzo y las posibles circunstancias de su partida.

Más que ante un relato estamos ante las reflexiones de una madre sobre la muerte y los efectos que le toca padecer. Así también sobre su lucha contra el dolor y la necesidad de mantener presente el recuerdo del hijo. “La verdadera muerte acontece cuando enterramos el recuerdo... Un duelo es ante todo una batalla contra el olvido... Cuando se trata de la pérdida de un hijo, el dolor no tiene fecha de caducidad”. (p. 61). Y en ese sentido va dicho testimonio desolador, donde a través de la madre conocemos los gustos musicales de Renzo, así como algunas vivencias que lo marcaron y su lucha contra la depresión.

El libro cierra con una carta dirigida a él: “La muerte no es un obstáculo para no sentirte a mi lado. Es el lazo que me une a ti”. El hijo que perdí es una aproximación a las entrañas del dolor de una madre que sigue llorando una pérdida irreparable. Su lectura no es morbosa, sino que nos ayuda a entender desde adentro ese quebranto. Si la literatura puede funcionar como terapia y aliviar el sufrimiento, aquí encontramos un enternecedor ejemplo.

FICHA TÉCNICA

El hijo que perdí
- Autor: Ana Izquierdo Vásquez
- Editorial: Animal de invierno
- Lima, 2018. 119 p.p.

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