Morgana Vargas Llosa, periodista desde la fotografía. (Foto por Rolly Reyna).
Morgana Vargas Llosa, periodista desde la fotografía. (Foto por Rolly Reyna).

Nació en Barcelona, pero no tiene ningún recuerdo de aquella ciudad. A los cinco meses de edad la trajeron en barco al Perú. El viaje duró un mes. Fue como parte de una mudanza de sus padres. Era 1974. “Hoy no puedo subir a un barco porque me mareo horrible”, me dice entre risas , quien finalmente creció en Lima.

A Europa volvió para trabajar y aprender. Pero en el Perú halló su lenguaje: la fotografía; y ahora es su razón de ser. Aquí vive con sus hijas y viaja por todo el país gracias a La Otra Ruta, un emprendimiento periodístico, en fotografía y video, que pone en vitrina las acciones de grandes personajes que hacen grandes cosas para mejorar el país. Fruto de esos viajes es la muestra 'Indomable: Una travesía fotográfica', que presenta en la Casa Tristán del Pozo (San Francisco 115), en Arequipa.

Quedamos en encontrarnos en el MAC de Barranco. Llego y la noto preocupada. Confiesa que no le gusta el azúcar, pero está buscando desesperadamente una Coca-Cola. Le propongo tomar una limonada, pero no le agrada porque suelen hacerlas muy dulces. Sí, por contradictorio que parezca. “Algún vicio he de tener”, dice resignada.

¿Cómo te defines?
¿Una adicta a la Coca-Cola? (risas). Por eso no me gustan las entrevistas, me parece tan difícil definirse. En todo caso, quiero que me definan a través de las imágenes que hago.

Pero que te guste esa gaseosa y, a la vez, no te guste lo dulce es una forma de definirse. Somos de contradicciones. Quisiste ser periodista, pero detestas las entrevistas.
Claro. Lo que pasa es que soy periodista desde la fotografía y los reporteros gráficos no tenemos que hablar ni escribir.

¿Te ha costado escribir?
Me dicen que me va bien cuando tengo que escribir, pero no es algo que me nace naturalmente. Cuando era chica, mis amigas escribían cuentos, cartas y yo no tenía esa necesidad.

La fotografía es tu soporte para expresarte.
Fue todo un descubrimiento de chica. Me encanta contar historias, pero no me gusta escribir. Yo hablo en la intimidad, pero no soy una persona que le guste hablar en grupos grandes.

¿Cómo se dio ese gran descubrimiento?
El periodismo me apasiona desde chica y de casualidad en el colegio tuve que tomar un curso de fotografía, para lo cual creía que debía ser muy artística o que tenía que ver con lo tecnológico. En el colegio no iba por las artes, sino por las humanidades. Tenía 15 años. Pero desde el día uno con la fotografía me quedé fascinada.

¿Qué encontraste?
Contar historias, contarle al otro cómo yo veo el mundo, pero con imágenes.

Es otra suerte de contradicción porque eres hija del mayor escritor peruano vivo y eliges narrar con imágenes.
De niña yo era bien física. Me gustaba trepar árboles, corretear. Recuerdo que en mi grupo de amigas, en el barrio, estaba Mariana de Althaus (hoy dramaturga). El barrio se dividía entre las que se sentaban horas a escribir cartas y las que trepábamos árboles. Mariana estaba escribiendo y yo jugando a policías y ladrones. Fui creciendo y descubrí que me encantaba mirar el mundo, contar las cosas que veía por los viajes que hacía, cuando acompañaba a mi papá en la campaña. Cuando descubrí la fotografía, descubrí un lenguaje, una manera de comunicarme con el mundo.

Sin embargo, estudiaste Historia en Londres. ¿Por qué no fotografía?
Hacía fotografía en paralelo, llevé montones de cursos, trabajé con fotógrafos asistiéndolos. Me gusta mucho leer, aprender y me ha servido bastante el hecho de estudiar Historia cuando he viajado y tuve que trabajar tantos años en un periódico. Estudiar Historia me dio una base sólida, además que me encanta, no para enseñarla, pero sí para entender mejor lo que ocurre en el mundo.

¿Qué historias son las que te conmueven?
Indomable... surge durante los viajes de La Otra Ruta. Es mi trabajo un poco más personal. En La Otra Ruta somos como un nexo entre las buenas historias y personas que puedan querer haces cosas y no saben muy bien cómo. Es refrescante ver que también pasan cosas buenas. Estamos inundados de noticias de los malos peruanos, que –ojo– son importantísimas. Es fundamental saber lo que pasa y desenmascarar a todos los malos. Pero hay momentos en que te preguntas dónde están los buenos.

Hace poco publicaste en Twitter los resultados del referéndum con la imagen de una carita feliz. ¿Lo sientes como una pequeña batalla ganada?
Tuve sentimientos encontrados, porque estoy de acuerdo con una carrera en el Congreso, es saludable. En circunstancias normales es lo que debería ser. El tema es que después de lo que hemos visto estos dos últimos años: la paralización del país, la polarización y el desastre que ha sido, realmente necesitamos una renovación. Ha sido un voto para esta legislatura. Esa es la pena: siempre votamos por el mal menor o de forma estratégica. De todos modos, estoy esperanzada y creo que el presidente Vizcarra está haciendo un buen trabajo y hay que apoyarlo.

Cuando parece que tenemos el peor Congreso, aparece uno peor. ¿Por qué pasa eso?
No tengo idea. No soy especialista, pero supongo que tiene que ver con la ley de partidos o la forma cómo eligen sus listas. Pero de alguna manera todo esto que ocurre es esperanzador.

Claro, los malos están yendo a la cárcel.
Es un país que está reaccionando. Cuando los pillos van a la cárcel es bueno. Claro, tienen que haber juicios justos. Peor sería mirar a otro lado y hacer de cuenta que no pasa nada. La incomodidad es fundamental para que el país avance. Necesitamos enfrentarnos cara a cara con los demonios.

¿En algún momento se te cruzó por la cabeza entrar a la actividad política?
Jamás. Pero sí hago política y la sociedad civil cumple un rol fundamental. Es una de las cosas que aprendí tantos años viviendo en España. A los 21 años llegué a Madrid para trabajar como practicante en El País y cubríamos las manifestaciones. Y era una lección de cómo la sociedad se movilizaba. Las formas eran pacíficas, de gente joven queriendo un cambio. No puedes mirar para otro lado y decir que la política no te interesa. Cualquier persona está obligada moralmente a participar de alguna manera, porque nos afecta a todos.

'Indomable...' es como un homenaje al Perú y su gente. ¿Eres indomable?
(Risas). Para mí, indomable es el espíritu de los peruanos que encuentro en mis recorridos. Es un espíritu luchador, que no se deja vencer. Los personajes de mis recorridos no los encuentro hundidos en la desesperación, sino luchadores, sobre todo las mujeres. Y lo logran en situaciones difíciles. Los paisajes son bellos y nos encantan, todo es muy poético, pero la vida cotidiana es muy dura, no crece nada o no llueve. Unos paisajes bellos y sin embargo tienes que caminar ocho horas para llevar a tus hijos a una posta médica porque no hay carretera ni transporte.

Todos tenemos batallas que librar. ¿Contra qué te ha tocado luchar?
No puedo ni siquiera compararme con ellos. Pero sí me ha costado, por ejemplo, sobreponerme a mi carrera. He tenido que reinventar mi carrera en distintos momentos. Uno de ellos por la maternidad. La vida que hacía antes de ser mamá no era compatible con la madre que yo quería ser. Yo vivía viajando muchísimo y yo quería ser una madre presente. Para mí, la vida familiar es muy importante. Me costó y sufrí bastante. Tuve que hacer las paces con mis decisiones y reinventar mi fotografía, pero lo logré. Fue tremendo tener que cambiar eso.

¿Y qué quisieras cambiar en ti ahora?
La impaciencia. Y no tener que tomar Coca-Cola nunca más (risas).

¿Qué te han dado tus hijas?
Es el regalo más grande que me ha podido dar la vida. Yo no tengo hermanas, siempre he estado rodeada de un mundo masculino. Y de pronto, la vida me dio dos hijas. Son todo.

AUTOFICHA:

“Soy Ximena Morgana Vargas Llosa. Cuando nací, estaba prohibido que tu nombre no aparezca en el santoral. Morgana no estaba y en el momento de la inscripción tuvieron que decidir y mi papá sugirió que me pongan Ximena como primer nombre. Pero todos me han dicho siempre Morgana”.

“Estudié el colegio en Lima hasta que tuve 14 años, y de ahí me fui a Inglaterra. Terminé allá. Volví a Lima y estuve un año trabajando en Unicef, tras lo cual regresé a Londres para estudiar mi carrera. La Historia no la ejercí, pero era un soporte para ser fotógrafa”.

“La fotografía la he aprendido de manera autodidacta, aprendiendo de los fotógrafos. Pero donde más se aprende es trabajando. En El País debo haber estado unos 12 años. He publicado en un montón de revistas. Indomable... intentaremos llevarla a Trujillo, en marzo, y de ahí quisiera tenerla en Lima”.