MELINA LEON - CINEASTA PERUANA, DIRECTORA DE 'MÚSICA SIN NOMBRE'. (FOTOS:  JUAN PONCE VALENZUELA)
MELINA LEON - CINEASTA PERUANA, DIRECTORA DE 'MÚSICA SIN NOMBRE'. (FOTOS: JUAN PONCE VALENZUELA)

Cuando estuvo en con su película Canción sin nombre, no paraba de dar entrevistas. “Me sentía autoexplotada”, recuerda entre risas, mientras avanzamos hacia la residencial San Felipe, un lugar importante para ella y para su filme. La cinta fue tan aplaudida como en el, en el que ganó el Premio Especial del Jurado. El esfuerzo que tuvo que hacer para irse a estudiar cine a Estados Unidos ha dado frutos. Ahora está escribiendo un nuevo guion para su siguiente filme.

¿Desde chica estuviste interesada en el cine?

No tanto. Estuve en el colegio San Felipe, que en ciertos aspectos era muy normal, pero, en otros, tenía gente muy rara. Tenía un profesor que hacía teatro experimental y yo estuve ahí cuando tenía 8 años. El teatro incorporaba muchas cosas: danza, teatro, música, canto. Hicimos varias obras y eso me permitió entrar en contacto con Yuyachkani, no fui actriz, sino espectadora y una vez fui a Cusco a un taller con ellos y vi en primera fila Baladas del bien estar. Para mí, esa obra es fundamental. No es cine, pero es como cine.

¿Y cómo fue su primer contacto con la pantalla grande?

Mi papá era periodista y le tocó cubrir la matanza de las fosas de Cayara, por eso se deprimió y en el trabajo le dieron un descanso. Tenía unos ahorros y nos llevó a Buenos Aires a pasear, ahí vi Amadeus en un lugar enorme. Yo era una niña, no estaba muy bien enterada de lo que estaba pasando en Perú, solo sabía que había una especie de guerra y que mi papá no estaba bien. Y mira cómo es... Cuando yo hice mi primera película, es sobre el motivo de esa fuga.

¿No hizo la película pensando en ese pasaje de su vida?

No, para nada. A mí lo que me interesó fue esa época de violencia, que no se acaba nunca. Todas esas cosas salen de manera inconsciente cuando uno va armando la película.

Estudió cine en Estados Unidos. ¿Fue difícil llegar a un país extranjero?

Sí, fue bien difícil, pero Nueva York es una ciudad que vale la pena, es mágica, poética, llena de músicos. Es la ciudad más diversa de Estados Unidos. Creo que no hay dos personas iguales en una misma calle y escuchas todos los idiomas. Ves gente de todas partes del mundo, todo el tiempo. Eso te enriquece, te vuelve una persona consciente de la diversidad del mundo.

¿Le sorprende que, a pesar de esa riqueza, Estados Unidos tenga una política tan dura contra los migrantes?

Es una tristeza muy grande. Eso tiene que llamar a los norteamericanos a buscar hasta las raíces de su drama. Aunque hay que tener en cuenta que en el voto popular no ganó por mayoría, lo que indica que ese país no está tan loco.

¿Alguna vez fuiste testigo de una situación violenta por causas xenófobas?

En los 13 años que he vivido allá, hubo una expresión racista hacia mí cuando estaba en el tren, pero fue un episodio menor. Pero eso no significa que no suceda, yo fui a estudiar en una universidad de élite, pero las personas que se van a trabajar de meseras, por ejemplo, tendrán otras historias.

¿En qué momento decidiste volver a Perú?

Para hacer películas de autor necesitas recursos y yo estaba tratando de ganar el premio DAFO del Ministerio de Cultura, pero desde Nueva York, hasta que una amiga me dijo que tenía que venir al Perú para poder ganar y tenía razón. Aparte, en mis primeras postulaciones, había solo jurados hombres y era difícil que se identificaran con mi protagonista, que es mujer. Hasta que ya empezaron a incluir mujeres y jurados internacionales. En 2014 gané.

¿Qué historia ha contado en su premiada película Canción sin nombre?

La historia principal es sobre Georgina Condori, que es una mujer de los Andes que llega a Lima y vive en un cerro con su esposo, que es un danzante de tijeras y estibador. Ella un día escucha en la radio que están dando ayuda a mujeres embarazadas y se va al Centro de Lima, donde le dicen que toda la atención va a ser gratis, pero cuando da a luz y se despierta, descubre que se han robado a su hijo. Esa es la premisa.

¿Te han dicho antes que la película tiene alguna similitud con Roma?

Sí, muchas veces. Por un lado, me halaga que me comparen con un director con tanta experiencia como Alfonso Cuarón, pero siento que no tienen nada que ver, tienen espíritus totalmente distintos, la visión es otra. Hay un artículo de Diego Lerer, que es un programador de festivales de cine muy conocido en Argentina, que también hace esa comparación.

¿Qué crees que hace falta para estimular más la producción de buen cine en nuestro país?

Pienso que la Ley de Cine es un primer paso. Hace falta una escuela pública de cine para que todos tengan la oportunidad de hacer cine y no sean solo unos pocos que tienen los recursos. La idea es que todos podamos acceder al arte para crear nuestras historias desde todos los estratos sociales. Así ya no se tendrán que endeudar como yo para estudiar afuera, sino que debería haber una educación cinematográfica de alto nivel gratuita. También hace falta una cinemateca, que es un lugar donde se preservan cintas y se hacen muestras de cine de todo el planeta para no tener que ir al pasaje 18 (de Polvos Azules) a conseguir buenos títulos.

El cine peruano ha sido reconocido en festivales de todo el mundo. Hemos demostrado que tenemos todos los ingredientes para ser de los mejores en este arte.

Están todos los ingredientes para que no seamos un país de mierda que no crea nada. No hacerlo es perder el alma. Y el público ha demostrado que quiere consumir producciones peruanas. Es lindo que nuestro país quiera verse. Hay otros países que invierten mucho dinero en estímulos de cine, pero la gente no va a verlos. Eso es terrible.

AUTOFICHA

- “Soy Melina León, nací en Lima el 26 de junio de 1977, soy signo cáncer, como Paul Thomas Anderson, Ingmar Bergman, Krzysztof Kieslowski. Mi mamá es de Caraz y mi papá era de Pacasmayo. Viví en Estados Unidos desde 2003 hasta 2015. Me fui para estudiar cine en la Universidad de Columbia”.

- “Tengo un perro, se llama Mateo, de raza bichón. Era de mis sobrinas, pero mi hermano se divorció, sus hijas se fueron a Londres y el perrito se quedó. Es adorable, blanco y me he acostumbrado a vivir en el veterinario. Antes tuve dos chuscos que nunca se enfermaban”.

- “Trabajo en mis proyectos por la noche, cuando hay silencio, porque no puedo con la bulla de Lima. Empiezo a eso de las 8 o 9. Me gusta mucho el rock de los 80, me fascina la música clásica, salsa cubana como Celina y Reutilio. El jazz me gusta escucharlo en vivo, por eso extraño Nueva York”.