El director del Gran Teatro Nacional es un apasionado del canto, el piano y la marinera, que encontró en la gestión su razón de ser. (Perú21/ Anthony Niño de Guzmán)
El director del Gran Teatro Nacional es un apasionado del canto, el piano y la marinera, que encontró en la gestión su razón de ser. (Perú21/ Anthony Niño de Guzmán)

Su madre tocaba “Para Elisa” en piano. Él la acompañaba con la pericia y las ganas que los 5 años de edad le permitían. Pero no tenía muy claro si quería ser músico. Estudió piano a los 7 años de edad y cantaba en el coro. Ingresó en primer lugar a Artes en la universidad. La presión familiar proponía que estudie Derecho. Siguió Comunicaciones para conciliar la expectativa de los Salas Torreblanca y también porque sentía que su protagonismo estaba fuera de los escenarios, gestionando. Y hoy Mauricio es el director del .

El GTN cumple siete años y es más que un escenario y una programación. Es una de las columnas vertebrales de la cultura en Lima, imagen que irradia no solo al país sino hacia el mundo. Salas me recibe en su oficina, en el primer piso de este monumento para las artes escénicas, donde con su equipo están cerrando la agenda de 2020 y ya planifican las celebraciones del bicentenario, en 2021. Pero me dice que extraña el sol y el clima seco de la tierra que lo vio nacer, Arequipa. Eso sí, una de sus grandes pasiones es la marinera limeña.

Cuando usted comenzó, era poco probable hablar de gestión cultural, ni siquiera existía un ministerio.
Siempre me gustó planificar, organizar, generar movidas. Empecé trabajando en temas de desarrollo. Me especialicé en marketing, ingresé a Editora Perú y por añadidura me dieron la coordinación del Museo Gráfico de El Peruano. Hicimos la reforma del museo, revisamos los guiones museográficos, se generó una red de museos en el Centro. Luego de pasar por el Ministerio del Interior, llegué al Instituto Nacional de Cultura.

¿En la gestión cultural también hay que tener una suerte de ritmo y oído?
Lo más importante es tratar de entender qué es lo que estás gestionando, su naturaleza. Hay que saber las necesidades, filosofía, prácticas y eso a veces solo se entiende cuando has tenido algún tipo de participación en ello. Se aprende a comunicarte con los artistas, también entendí que hay liderazgos que deben ser asumidos de una manera artística.

En un ámbito donde un gran número de expresiones artísticas son autogestionadas, ¿cómo definir la labor de la gestión cultural?
La gestión cultural debería ser una línea de especialización importante. Poco a poco, estamos viendo que el arte en el Perú comienza a profesionalizarse, no solo a nivel artístico, sino también de gestión. Y es ahí donde está el crecimiento más importante, porque los artistas sienten la necesidad de que sus productos artísticos tengan la mejor proyección y plataforma, y se han visto en la necesidad de ser todistas.

¿Y está bien ser todista?
Está bien porque te da una visión integral, pero también es la oportunidad de hacer crecer el sector, de generar especialidad en cada uno de los campos y procesos.

Bueno, un gestor cultural debe saber de arte, economía, administración, comunicación, marketing, etc.
Una visión integral es muy importante, porque también aporta a tu mirada de diversidad.

¿En siete años que tiene el GTN, diversidad es una palabra que distingue lo que ha pasado en este tiempo?
Absolutamente, y es uno de los más grandes motivos de orgullo. Si bien las condiciones técnicas del teatro y su infraestructura están creadas para el fomento de las artes escénicas principalmente, ha habido un trabajo sostenido en buscar la diversidad, la integración de las artes. Pero ya no solo buscamos la diversidad, sino también estamos pensando en algunos temas que nos preocupan: cómo se relacionan las nuevas audiencias con las artes escénicas, y cómo hacemos para contribuir a que las nuevas generaciones tengan una vinculación fuerte, verdadera y sostenible.

Se dice que a los jóvenes nos les interesan las artes clásicas. ¿Está pasando eso?
Trato de nunca generalizar, porque caemos en la desesperanza. Yo creo en el teatro, creo en las artes escénicas y creo en el poder que tienen para hacer que cualquier persona deje su cama, se siente en una butaca y tenga una experiencia única. Las artes escénicas tienen una competencia tremenda con el audiovisual y el principal reto está en cómo las artes escénicas pueden poner en valor esa semillita que siempre han tenido. Es cómo conectar al público con un contenido que es humano e irrepetible.

¿El público limeño ha evolucionado?
Desde la experiencia del teatro, yo creo que sí.

¿Manejan cifras?
Lo tenemos por géneros. En el caso de la sinfónica, hay un público habitual de 40%, 45% que siempre viene. En folclor es mucho más alto, 65%. Ahora lo que estamos tratando de identificar es cómo pueden migrar entre disciplinas y por espectáculos. Ese es el público que queremos que crezca. El público que se atreve a un consumo diverso y heterogéneo, es un público ideal.

Trabajar en el GTN deduzco que, de alguna forma, redefine su concepto sobre el Perú. ¿Cómo definir a nuestro país?
Los que somos funcionarios tenemos una visión del país, a veces, menos esperanzadora; sin embargo, siento que el Perú es esa motivación permanente. El Perú es arte y cultura en un estado puro. No lo hemos sabido capitalizar. Ese es el gran reto hacia el bicentenario, dejar que nuestra cultura emane y que sea el color de nuestras acciones. En esa tarea está el GTN, ser el reflejo de las artes nacionales. Está mal que lo diga, pero creo que el Gran Teatro Nacional ha significado un hito importantísimo en el desarrollo de las artes en el Perú.

¿Cuándo se siente peruano?
Cuando bailo. No bailo hace varios kilos (risas), pero bailo marinera limeña y lo amo.

¿Algún día se presentará en este escenario bailando una marinera?
Espero que no (risas). Mi sueño es siempre estar atrás mirando que se presente lo mejor posible.

AUTOFICHA:
- “Soy Mauricio Salas Torreblanca, tengo 39 años, nací en Arequipa, de la Plaza de Armas para abajo (risas). Toda mi familia es arequipeña. De cuatro hermanos, soy la primera generación que migra a Lima. Y mis hijos son limeños. Se viene el aniversario de Arequipa y traeremos a la Orquesta Sinfónica”.

- “En la Duncker Lavalle estudié formación artística temprana, seguí piano, terminé el colegio, ingresé a Artes en la UNSA, pero me vine a estudiar Comunicaciones en la Universidad de Lima. Seguí un diplomado de Gestión Cultural en la PUCP, pero básicamente lo aprendí en la cancha”.

- “Desde hace diez meses me compré una clavinova y estoy volviendo al piano, tratando de recordar. Pero tengo tres hijos de siete, cuatro y dos años de edad; entonces, mi tiempo libre está hipotecado. Aunque mi hijo mayor estudia piano. Mis dos pasiones en la casa son los legos y el piano”.