Matilde Ureta de Caplansky, la primera psicoanalista formada en el Perú.
Matilde Ureta de Caplansky, la primera psicoanalista formada en el Perú.

“¿Eres el mismo?”, pregunta la psicoanalista Matilde Ureta de Caplansky. Le respondo, con duda, que tal vez no. Quizás somos más sensibles con situaciones que antes ni siquiera notábamos que ocurrían. Hace unos días, un paciente la llamó. Lo describe como una persona mayor, grande en su quehacer y de muchos recursos. “¿Cómo estás?”, le preguntó ella. Y se puso a llorar como un niño. Contó que a la madre de la persona que trabaja con él la han traído a Lima porque tiene un cáncer terminal y en el hospital no la recibieron. “Hace tres meses, no lo vi llorar así ni por su padre que murió. Como tú dices, cosas en la vida que nunca nos han dado tanta pena hoy las tenemos a flor de piel”, reflexiona.

No revela su edad, pero Matilde fue parte de la primera promoción de psicoanálisis en el Perú. Era la única mujer. Nació en Chile, aunque desde los seis años vive en el Perú. Su abuela Matilde, con quien se crió, fue cusqueña. “Al Perú lo llevo en la sangre. A Chile en una parte de mi corazón por mi padre, medios hermanos y sus lagos, montañas y ríos. Pero yo soy peruana. Acá están mis raíces”, afirma.

Confiesa que en esta cuarentena tiene momentos de cansancio, incluso hay lugar para la depresión. Pero baila, lee mucho y en la noche reserva tiempo para una película o serie en Netflix. Propone que hagamos lo mismo y, a la vez, llevemos una bitácora de cada día, sobre lo que sentimos y pensamos. En esta entrevista, lo que piensa y siente Matilde Ureta de Caplansky.

¿Estas dos semanas más de encierro causan nuevas ansiedades?

Las intensifica y añade algo que es grave: el sentimiento de encierro, lo que finalmente llamamos la falta de libertad, desde el simple hecho de no poder salir a la esquina para comprar un chicle.

¿Cómo asimilarlo?

Para hablar en mi jerga, se habla mucho de las pulsiones, como la libido, el tánatos, pero se olvida muchas veces que hay una tercera pulsión muy intensa y que se pone en juego en estos momentos: la huida. Los seres humanos comenzamos a vivir en los bosques con animales depredadores. Entonces, tenemos en nuestro ADN el instinto, la pulsión de huir, de salir. Y no poder hacerlo implica un esfuerzo muy grande. Pero estamos dominando ese sentimiento. Aunque una amiga salió a hacer sus compras y me dijo: “No te imaginas lo que es caminar por las calles delante de los edificios. Se oyen los gritos de la gente peleándose”.

¿Hay claves para adaptarnos?

Otra de las condiciones humanas grandiosas es la gran capacidad de adaptación. Por eso algunos sobrevivieron en los campos de concentración, aunque hubo 11 millones de muertos. Las claves pueden ser hacer rutinas, estar ocupado no solo viendo Netflix, no estar todo el día pegado a las noticias, la gente creyente debe rezar, los no creyentes deben hacer yoga y los demás tenemos que hacer ejercicio dos horas al día, en la mañana y en la noche. Y luego, ‘dejar de pensar’ o darle un lugar secundario. Ducharse; si tienes pareja, hacer el amor; si te gusta cocinar, hacer algo más rico, brindar con tus amigos por Internet. Hay que controlar la ansiedad, porque lo que nos espera en la calle es peor. Adentro el miedo y afuera, la muerte.

Al parecer, pasada la cuarentena, tendremos que vivir en una actitud de cuarentena durante, al menos, este año. ¿Cómo insertarnos ese chip?

Si me permites, yo lo pondría en otra frase: aceptar que la pandemia ha sido una realidad y que vamos a ser distintos. Tendremos añadidos el temor, dolor y la pena. Entonces, el ejercicio mental, intelectual, físico, amoroso, amical es fundamental. Además, está la posibilidad de aprender, cuidar plantas. También conversar con amigos que están solos, escuchar música, leer clásicos. Todo eso hace al espíritu y a la posibilidad no solo de ser mejor persona y más culto, sino de reconciliarte con tu propia especie, con tu propio ánimo. La calma, el agradecimiento por no habernos enfermado y que los tuyos estén bien nos ayudará a enfrentar algo como la crisis económica.

¿Qué decirles a las personas que, además, deben pensar en cómo harán para comer?

Se tiene que negociar al infinito con tu gente, con los empleados, con tu trabajo, con tus deudores y acreedores. La gran tarea que nos toca es cómo todos juntos, en un movimiento de solidaridad, darnos la mano. Además, hay algo que tú y yo sabemos: no somos los mismos ya. Aunque todavía la dimensión de la resignación no está muy implantada en los seres humanos.

¿La resignación te adapta?

Sobre todo a las personas de la tercera edad debería ayudar a contentarlos con otras cosas. Yo soy de las que creen que hay que vivir hasta el último instante, con entereza, con valor, con gratitud, con lo bueno que uno ha tenido, con memoria.

¿Está prohibida la depresión?

Mientras no te paralice, tener pena es humano. Si te paraliza y entras en letargo melancólico, ya te enfermaste.

¿Un psicoanalista está más preparado para este tiempo?

Cualquier ser humano que tenga conocimiento de sí mismo, una cierta práctica en la introspección, una vida interior más o menos rica, tiene más recursos.

¿Después de esta pandemia seremos más solidarios o más egoístas?

Le hemos visto la cara a la muerte y eso asusta, y puede volvernos egoístas. El ser humano en principio es egoísta y narcisista, y en épocas de peligro tiende a cuidar su propia vida. Ojalá que seamos más solidarios.

No es solamente un problema de los peruanos, sino de la humanidad.

Sí. Por supuesto, tallado y esculpido por la cultura, la familia, la psicología de cada quien.

¿Y cómo estamos tallados los peruanos?

(Suspira). Yo creo que somos chamberos y, sobre todo, somos un país de madres sacrificadas. Las mujeres somos muy valientes y emprendedoras.

AUTOFICHA:

- “Soy Matilde Ureta de Caplansky. Nací en Valdivia, en Chile. Estudié Psicología, luego psicoterapia y psicoanálisis. Hice una parte de mi carrera en París, en La Sorbona, y terminé en San Marcos e hice mi internado en la Católica, donde me quedé 15 años trabajando”.

- “He publicado un par de libros: María y las invariantes femeninas y Apego, vínculo y amor en la pareja, que lo reedité el año pasado. Actualmente, sigo atendiendo como psicoanalista. No tengo pendientes, solo quiero viajar, ver a mis nietos en Europa e irme a Máncora”.

- “Me gusta Netflix, pero no he visto a propósito Freud, no tengo buenas referencias. No la veré. Pero hay muy buenas como Algo en que creer, la serie Cuentos de Tokio, por supuesto Grey’s Anatomy, El método Kominsky con Michael Douglas y la última que vi fue Lo más parecido a mí”.