Historia de la frase: "Miente, miente, que algo queda" dicha por Martín Vizcarra
Historia de la frase: "Miente, miente, que algo queda" dicha por Martín Vizcarra

En su reciente presentación, el presidente mencionó la frase “miente, miente, que algo queda” y la atribuyó al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, para referirse a las prácticas que algunos de sus rivales políticos tienen con su gestión.

“Todavía hay políticos que tratan de imitar a Goebbels. Miente, miente, que algo queda”, dijo haciendo referencia al político alemán durante uno de los peores episodios de la historia de la humanidad.

Y pese a que esta es una frase constantemente atribuida a Goebbles, la historia detrás de su mención es mucho más compleja de lo que se piensa.

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HISTORIA DE UNA FRASE

Usada en debates políticos, tertulias y en toda clase de discusiones en las que se confrontan muchas ideas, esta frase se ha convertido en un arma argumental para descalificar al contrario y llamarlo, a fin de cuentas, un mentiroso.

Lo primero que debemos saber es que el ministro de propaganda de Adolf Hitler jamás dijo la frase tal como se nos la ha presentado siempre. A él se le atribuye la frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, la cual muchos políticos y comentaristas emplean en discursos o manifestaciones.

Pero lo cierto es que la idea alrededor de esta frase -es decir, la de mentir tanto hasta hacer creíble el dicho-, fue esbozada por pensadores, filósofos y escritores desde hace mucho tiempo. Nos remontamos incluso hasta siglos antes de Cristo, según Iván Almeida, Doctor en Filosofía y profesor jubilado de la Universidad de Aarhus (Dinamarca).

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“En el capítulo 4º del libro I de sus ‘Obras morales y de costumbres’, Plutarco la atribuye a Medion de Larisa, un ambiguo personaje que cinco siglos antes había sido consejero de Alejandro Magno”, escribe el profesor en una columna de El País.

“Ordenaba a sus secuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndoles que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz”.

Alejandro Magno
Alejandro Magno

Pasó mucho tiempo existiendo en el imaginario de pensadores hasta que en el siglo XVII, el filósofo inglés Roger Bacon la publicó nuevamente en su obra ‘De la dignidad y el desarrollo de la ciencia’.

“Como suele decirse de la calumnia: calumnien con audacia, siempre algo queda”.

Siguió pasando el tiempo y un siglo más tarde los filósofos franceses se encargaron de darle una nueva forma a la frase. Uno de ellos fue François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, quien la plasmó en una carta que data del 21 de octubre de 1736:

“La mentira solo es un vicio cuando obra el mal; cuando obra el bien es una gran virtud. Sed entonces más virtuosos que nunca. Es necesario mentir como un demonio, sin timidez, no por el momento, sino intrépidamente y para siempre [...] Mentid, amigos míos, mentid, que ya os lo pagaré cuando llegue la ocasión”.

Voltaire
Voltaire

Por su parte, Jean-Jacques Rousseau, colocó la frase en la boca de un “famoso delator”:

“Por más grosera que sea una mentira, señores, no teman, no dejen de calumniar. Aun después de que el acusado la haya desmentido, ya se habrá hecho la llaga, y aunque sanase, siempre quedará la cicatriz”.

Llegamos al siglo XIX y siguiendo en Francia, el poeta y dramaturgo Jean-François Casimir Delavigne escribe su ‘Les enfants d’Edouard, en donde nuevamente le da otra forma a la frase:

“Mientras más increíble es una calumnia, más memoria tienen los tontos para recordarla”.

Jean-François Casimir Delavigne
Jean-François Casimir Delavigne

Y así llegamos hasta nuestro personaje del inicio de esta historia. Joseph Goebbles, el astuto y mentiroso ministro de propaganda y considerado como uno de los pilares del régimen nazi en el nefasto periodo histórico de la Segunda Guerra Mundial, usó esta tradición literaria y filosófica de por medio, para implementarla en su artículo ‘De la fábrica de mentiras de Churchill’, de 1941:

“Una vez proferida una mentira, (Churchill) sigue repitiéndola sin que nada ni nadie se lo pueda impedir, hasta que al final acaba él mismo creyéndola (...) El esencial secreto del liderazgo inglés no debe buscarse tanto en una inteligencia particularmente afilada sino, mucho más, en una estúpida y bochornosa tozudez. Los ingleses se rigen por el siguiente principio: ‘Cuando mientes, miente en grande y sobre todo persevera en la mentira’. Y así siguen mintiendo, aun a riesgo de volverse ridículos”.

Por tal motivo, resulta algo irónico que hasta el día de hoy, la apócrifa expresión siga siendo usada, repetida miles de veces en debates y presentaciones, siempre atribuyéndosela a quien no es el autor.

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