Martín Alvarado: “Quienes no tenían nada que dar, nos bendecían”. (Rolly Reyna/GEC)
Martín Alvarado: “Quienes no tenían nada que dar, nos bendecían”. (Rolly Reyna/GEC)

Las paredes de su casa están llenas de mapas, fotografías familiares y adornos, pero no hay ninguna imagen de Max, su perrito y compañero. Lo enterró en su jardín hace varios años, después de que se enfermó por un virus que adquirió en la selva, en una de sus tantas misiones militares. El coronel en retiro Martín Alvarado estuvo en el conflicto del Alto Cenepa, en la base de El Milagro. Tuvo que hacer autopsias, entierros, responsos y todo lo que hiciera falta. Pero una de sus misiones más importantes fue el rescate de cadáveres. Para esa tarea, Max fue un aliado clave, pues, su olfato canino era una guía exacta para encontrar cuerpos sin vida. Alvarado y su mascota recibieron medallas por su destacada labor en el Ejército. Ahora, el exoficial nos muestra con orgullo el reconocimiento que le dio la Fuerza Aérea del Perú por haber rescatado el cuerpo del capitán Víctor Maldonado Begazo, un héroe que cayó en batalla mientras pilotaba su avión.

¿En qué momento le ordenaron ir a la zona del conflicto?

Yo estaba acantonado en Huancayo, pero el 31 de diciembre de 1994 me llega mi cambio de colocación a la entonces Quinta División de Infantería de Selva, precisamente, al Batallón de Servicios N°5. El cambio de colocación es algo permanente. En Huancayo yo tengo que esperar a que llegue mi relevo, porque era comandante de un batallón autónomo, y luego salgo volando.


¿Sabía que se iba a la guerra?

Un amigo, un coronel, me dice: por si acaso, te vas a ir a El Milagro. Para ese entonces ya había algunos rumores. Viajé junto a mi perro de Huancayo a Lima para despedirme de mi familia; y luego me fui a Lambayeque, me indicaron que esperara en el grifo Nororiental. Ahí llamé por teléfono al coronel. Él me decía Max, porque así se llamaba mi perro. “Oye, Max”, me dijo, “ten cuidado. Te vas a la guerra”.

¿Sintió miedo?

No, estaba tranquilo. No te voy a mentir, ¿cuándo tuve la sensación…? Cuando estábamos entrando de El Milagro hacia adentro y nos empezaban a regalar fruta, las señoras juntaban sus manos, elevaban sus plegarias, las que no tenían nada que dar, nos daban su bendición (se queda en silencio unos segundos para evitar que se le quiebre la voz). Te regalaban bolsas con agua y uno ya se daba cuenta de la magnitud… ¿Cómo es, no? No tenían nada que darte y te daban una oración, te regalaban una bendición. Tú parabas a abastecer el vehículo o paraban para cualquier otra cosa, y uno bajaba de curioso o para que orine el perro y la gente se acercaba y te agarraba la mano, te besaba la mano, te decía “cuida mi patria”. Ahí es donde yo siento...


¿Qué le había dicho su amigo el coronel?

Me dijo: Max, apunta todo. Ten tu libreta, siempre tenla con doble bolsa para que no se te moje. Apunta bien, si no tienes dónde apuntar, ojo que la caja de fósforo tú la abres y ahí adentro puedes escribir; no te olvides que también los periódicos tienen los bordes blancos. Una vez que tu has escrito algo va a ser más difícil de olvidar. No te olvides de que cuando llegues ya no va a regresar solo un capitán, sino un hombre que ha defendido la patria.


¿Cómo fue su primer día en El Milagro?

Me recibió un oficial y me preguntó: ¿qué hace con ese perro? Es mi perro, pues, le dije. Llegó el comandante general Vladimiro López Trigoso y me dice: ¿Dónde ha estado ese perro con usted? Ha estado en Huancayo, con la Policía Militar. ¿Encuentra cadáveres? Sí. Mañana a las 6 salen.


¿Cómo fue que el país se enteró del conflicto del Cenepa?

Por los periodistas, ellos llegaron a la zona. Primero nadie les quería decir nada, pero se consiguieron radios y captaron las señales de nuestras tropas, así empezaron a informar. Luego ya los dejaron ingresar a las bases militares y hacían sus reportajes. Debo agradecer a muchos periodistas que nos hacían el favor de llevar mensajes a nuestras familias.


¿Cómo logró encontrar el cuerpo del piloto Víctor Maldonado Begazo?

Dios me puso en ese camino. Llegó a mi puesto militar un cargamento de insumos médicos que tenían como destino una base adentro, yo los tuve que contar y dar fe de lo que estaban enviando. Mi jefe me dijo: ¿tú lo has contado y sabes lo que está yendo ahí? Sí. Ya, sube y llévalo. Cuando llegué al otro punto, me dijeron que eso no lo necesitaban ahí, que era más adentro donde estaban los heridos. ¡Usted está fresco, váyase para allá! Tuve que irme con los nativos. Llegamos más adentro y preguntaron ¿quiénes son los que han venido para evacuar al herido de cráneo abierto? Pero no, yo solo he venido a entregar esto. ¡Vaya, carajo! Lo llevamos para que le hagan una cirugía de guerra. Ya estaba por regresarme en helicóptero cuando un nativo me dice que han visto a un hombre con ropa de chofer, o sea, de piloto. Yo le di cuenta a mi superior para que lo manden a buscar y me mandaron a mí.


¿Todo ese tiempo estuvo con Max?

Claro, ¿qué iba a hacer? Él me acompañaba y me ayudaba, dormía con él, bien abrazado porque me cuidaba de los murciélagos. Yo andaba con mi rosario, pero nada que ver, mi perro era más efectivo.


Él también ayudó a hallar el cuerpo del piloto entonces.

Sí, el domingo 26 de febrero de 1995 lo encontramos en el río Cenepa, se había quedado tomando agua (se le humedecen los ojos). Yo creía que recién había fallecido porque estaba caliente. Como me había demorado un poco porque dormí un rato el día anterior, pensé que por eso, el piloto había muerto. Lo podía haber encontrado vivo. Le abrí su mameluco con fuerza y vi una placa decía Maldonado, FAP, otra decía Pato, alrededor escrito muchas veces, Juanito, Juan, Juanchi, Minda, Herminda, Liset, Lissi Lori, Lorena. Con el tiempo supe que era el nombre de su hijo, su esposa, sus hijitas y su hijito. A lo único que atine fue a pedirle a Dios que podamos llevarlo a buen recaudo y que su familia tuviera donde darle cristiana sepultura.


AUTOFICHA

“-Soy Jesús Martín Alvarado Silva, hijo de Cristina Silva y José Alvarado. Soy descendiente de Velasco Alvarado, tengo su espada conmigo y es un gran honor honrarlo con mi carrera militar. Fui condecorado por recuperar el cuerpo del capitán Víctor Maldonado Begazo ”.

-“Tengo tres hijos de los que me siento muy orgulloso y es a quienes debo dejar todo mi ejemplo. Son: Martín, alférez de Caballería graduado en el Colegio Militar de Argentina; Eduardo, cadete de la Escuela Naval del Perú; y José, estudiante universitario”.

“En 1990 hice 39 operaciones contrasubversivas en Ayacucho. En 1995 participé en la búsqueda y rescate de heridos, cadáveres y de material ecuatoriano recuperado en zonas de operaciones durante el conflicto del Alto Cenepa con patrullas mixtas integradas por soldados, nativos (yachis) y civiles”.

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