En la Galería Boza del Jirón de la Unión, frente a una tienda de artículos para payasos y cerca de donde atiende un peluquero que le cortaba el (poco) cabello a Vladimiro Montesinos (ex asesor de inteligencia de Alberto Fujimori), está el taller de , quien ha inmortalizado a través del arte a personajes excéntricos que merodean el Centro de Lima. Así, vemos cuadros y polos pintados a mano, donde aparece en pose heroica el Superman peruano, el pícaro rostro del vendedor del 'Manual del pendejo' y el Hombre Rata.

Los políticos no escapan de su pincel, por lo que vemos al fiscal José Domingo Pérez con una camiseta de superhéroe y una más donde simula darle un patadón a Alan García, tal como lo hizo el líder aprista con Jesús Lora.

Su trabajo llegó a su natal Piura, donde la madre del policía Elvis Miranda vistió la camiseta que Mario envió para apoyarla por la injusta decisión de encarcelar al suboficial que abatió a un delincuente. “El arte ayuda a crear un poquito de revancha”, nos dice el egresado de Bellas Artes.

Cientos acudieron a marcha bajo un fuerte sol.(Johnny Obregón)
Cientos acudieron a marcha bajo un fuerte sol.(Johnny Obregón)

Y SE LLAMABA CHARLY...
El uso del arte como instrumento de ayuda, postura política y desquite contra situaciones injustas empezó en 2015 con el ‘Loco Charly’, un vagabundo estadounidense que recorría el jirón Ocoña y Camaná. Tras retratarlo y colgar su imagen en la entrada de su taller, trajo la atención de mucha gente, “como un imán”. Meses después, al verlo con su polo roto, le preparó una camiseta con su rostro.

Esa experiencia la repitió con otros indigentes, a quienes se acerca, les habla y les hace un polo pintado a mano con su rostro. Con las camisetas que visten, ya no son mirados con desprecio. De esta manera, Mario conoció al ‘Zorro’, quien duerme en el edificio de la Bolsa de Valores; a Octavio, un ajedrecista que habla cinco idiomas; y a Víctor, quien tras vivir 30 años en EE.UU. fue deportado y se quedó en las calles del Rímac.

“Se ponen contentos de hablar. No lo hacen con nadie por meses. Te cuentan grandes historias de su vida”, dice Mario, quien los llama “amigos”. Él entrega arte y, a cambio, recibe la sabiduría de la calle. Asegura que con poco o nada se puede sobrevivir. Y quizá hasta ser feliz.