“Cielo (alumna) dice que puede ser ella a la hora que hace ballet. Ser felices, ser libres”. (EDUARDO CAVERO/GEC)
“Cielo (alumna) dice que puede ser ella a la hora que hace ballet. Ser felices, ser libres”. (EDUARDO CAVERO/GEC)

¿Estudiar o bailar? Hizo desde los 12 años, pero a su padre le prometió que ingresaría a la universidad. Estudió Educación en la normal y luego se formó para ser profesora de ballet en la Royal Academy; finalmente, la convocaron para formar el ballet municipal.

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¿Bailar o ser madre? Cuando podía seguir bailando, eligió enseñar porque decidió ser madre, y lo fue de mellizas, quienes en su momento también llegaron al ballet municipal, herederas del talento.

¿Formar a la mejor bailarina o formar a todas? Cuando estaba decidida a buscar y preparar a la mejor bailarina según los estándares del ballet profesional, le pedían que enseñe a niñas con autismo, con Síndrome de Down o con problemas de cadera. Supo que su camino era ayudar, que era la elegida. “Soy muy creyente”, me dice con voz fina y suave; sonríe con prudencia y el rosario dorado que lleva en el cuello brilla.

Maricarmen Silva lidera El Ballet de Maricarmen, espacio que año a año forma sobre todo a niñas y niños de bajos recursos económicos, de distintos asentamientos humanos de Chorrillos. Sus promociones ya han concursado en Brasil, Estados Unidos, Panamá. Hoy lucha para que unas 20 niñas vayan a competir a Orlando y por dos de sus alumnas que han sido becadas para estudiar baile en Barcelona.

Me cita en la Iglesia de Fátima, estamos en el salón de clases, rodeados de paredes de espejos, pero odia los espejos, no le gusta mirarse en ellos y cuando lo tiene que hacer, ve los rostros de sus alumnas, mira el esfuerzo de ellas y continúa.


¿En qué momento su rol de profesora adquiere una vena social?

Actualmente, es una iniciativa solidaria respaldada por Fundación OLI. Pero yo llego en el 2010 al colegio Brígida Silva de Ochoa, en Chorrillos, porque había un grupo de maestras que tuvieron la idea de dictar clases de ballet gratuitas en los colegios nacionales. La idea era escoger a las mejores alumnas para formarlas. No sé por qué, me toca secundaria, de 12 a 16 años. Dijeron que haga una audición, pero no hice la audición. Por mi personalidad, permití a todas las niñas que querían…


¿Qué hay en su personalidad?

Siento que le das la oportunidad a una y esa una no la aprovecha; y a la que le dijiste no, es la que más quiere o más se va a esforzar. Entonces, yo aprendí que es para todos. Y empecé a enseñar. Pasó el tiempo y escogí a una de las chicas para invitarla (adonde dictaba clases) y enseñarle ballet, porque tenía las condiciones físicas. Pero al día siguiente, las otras chicas dijeron: “¿Nosotras también podemos ir?”. ¿Y qué haces? Es ahí donde puede empezar la discriminación. Dije sí y vino un grupo de 6 a 8 chicas. Pasó el tiempo y me decían “muchas gracias”, porque el espacio que les daba las ayudaba en su autoestima, a olvidarse de los problemas, a mejorar como personas.


¿Y las clases eran gratuitas?

Todo era gratuito para todas. Pero sí había que conseguir zapatillas de ballet, pantis, y ahí algunas se retiraban. Pasó el tiempo e hicimos una rifa para comprar, por ejemplo, una barra, o si queríamos un espejo. Y lo mismo si queríamos zapatillas o pantis, hacíamos una rifa. Hasta que un día, un viernes, una madre de familia me dijo si su hija podía quedarse conmigo unas horas. Dije que sí. Pero llegó las 10 de la noche y la niña no se iba. Su mamá trabajaba en un bar limpiando los baños. Le dije para dejarla en su casa. Hasta ahí conocía a las alumnas en el colegio, no sabía lo que había más allá. Cuando llegué a la casa, era de cartón, en un cerro. Ahí decidí ir a visitarlas y encontré que viven en los asentamientos humanos, la mayoría hacia el Morro Solar. Eran personas muy necesitadas.


¿Le contaron por qué eligieron el ballet?

Cielo dice que puede ser ella a la hora que hace ballet. Ven que tienen la oportunidad de ser felices, ser libres y de hacer algo que les gusta, y que hay alguien que las está ayudando.


¿Por qué lo hace?

No sé… Mucha gente se pregunta todo el tiempo: “¿Cuál es mi misión en la vida?”. Yo creo que encontré mi misión en la vida. Además, es una ventaja que no tengo que llevar dinero a mi casa. Adoro a mi familia, ellos me apoyan un montón, me siguen con mi locura. En el camino, a Nicole le dio púrpura y la plata que habíamos conseguido para un viaje, la usamos para ella: comprar unidades de sangre. Siento que Dios me preparó, porque mi hija tuvo púrpura.


¿Ahora qué necesitan?

Hay ilusión, hay ganas. Estamos luchando para ir a Orlando. Ahora necesitamos las visas, son más o menos 20 niñas. En noviembre es el concurso. Somos los únicos en autofinanciarnos. Me encantaría que la embajadora de EE.UU. nos pueda ayudar, no nos vamos a quedar allá, es una ilusión, es un sueño, las niñas solo quieren ir y concursar.


¿Qué le ha enseñado a hacer todo esto?

A ser solidaria.


¿Antes no lo era?

Siempre lo he sido porque eso me enseñó mi papá. Pero no siempre damos el 100%. Hoy doy el 1000% porque doy hasta lo que no tengo, porque veo las caras de felicidad de las niñas, sus sueños. Ellas hacen su mayor esfuerzo.


¿Cómo les ha ido a las niñas de la primera generación?

Gaby fue mi niña con la que empecé y está terminando la universidad en la Unife, estudia Educación. Cambió su vida. Magaly estudió en la Escuela Nacional de Ballet para ser profesora y ya terminó. Lucero estudió para ser aeromoza. Rafaela estudió en la Villarreal. Todas cambiaron su vida. Cielo y Kerly se han ganado una beca parcial a Barcelona para estudiar danza.


¿Qué mitos hay aún alrededor del ballet?

Es caro, sí. Pero está cambiando porque tal vez hemos dado nuestro granito de arena en decirle a todos: “Si tú quieres, lo puedes hacer”.


¿Qué deben entender los padres?

He visto papás que decían que “no” porque es muy caro, pero las niñas se han ‘enfrentado’ a sus papás; y hoy en día los papás me apoyan, porque ven la felicidad de sus hijas. Uno tiene un problema, pero cuando eres feliz ese problema lo ves con otros ojos. Entonces, el ballet te hace feliz y te da esperanza, y la esperanza te ayuda a superar todos tus problemas. El problema no se ha ido, el problema está ahí, pero llegas y lo enfrentas con otro ánimo; ese otro ánimo te da una esperanza y esa esperanza te ayuda a saber que aquí no se acaba todo. Como les digo a mis alumnas: O nos quedamos sentadas en esta piedrita y decimos somos pobres y no podemos hacer nada, o decimos bueno, queremos llegar hasta acá, ¿qué tenemos que hacer?


Una lección de vida.

Hay que seguir luchando. Si van a ser bailarinas o no, no sé. Este es el medio para cambiar tu vida. Detrás de una clase de ballet se genera una cosa enorme.


AUTOFICHA

- “Me llamo María del Carmen Silva, pero me dicen Maricarmen. Tengo 58 años, nací en Lima. A mi papá le prometí que iba a ingresar a la universidad, ingresé a la normal de mujeres a estudiar Educación, pero le dije que yo quería ser bailarina. El ballet municipal se estaba formando y me llamaron para ser parte. Y fui una de las bailarinas que formamos el ballet municipal”.

- “Estudié la carrera de profesora en la Royal Academy que viene al Perú, y soy profesora de ballet. Fui primera bailarina del ballet municipal y del ballet nacional; bailé en Santiago de Chile y cuando vine acá, decidí dedicarme a enseñar. Tengo mellizas, las dos tuvieron ciertos problemas físicos; entonces, el médico me dijo: ‘La forma más sencilla es que tú les enseñes ballet’”.

- “Mis hijas superaron sus problemas y llegaron al ballet municipal, fueron tremendas bailarinas, pero ya lo dejaron porque están trabajando. Quienes quieren ayudar pueden escribirme a mi Facebook o a Instagram, donde estamos como El Ballet de Maricarmen. El ballet es una pasión y me gusta. Cuando llegas acá, eres feliz”.

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