Mariana de Althaus estará en el Hay Festival Arequipa.
Mariana de Althaus estará en el Hay Festival Arequipa.

Escribe en las mañanas, mientras sus hijos están en el colegio. Lee en las noches y se resiste a las series de Netflix. Está escribiendo una nueva obra de teatro que planea estrenar en 2020. Y cuando llegamos para esta entrevista, interrumpimos la lectura de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, en la mesa de un café barranquino. 

La dramaturga Mariana de Althaus estará en el , que va del 8 al 11 de noviembre. 

Cuando trata de pensar en sí misma, mira a la ventana y le cuesta dar una respuesta. Su timidez es como un escudo frente al mundo, que la protege del cinismo y la injusticia. Ella busca respuestas en su mundo interior. Y nosotros buscamos a Mariana en estas preguntas.

Alistas un libro con dos obras testimoniales, que estará listo para el Hay Festival.
Hace unos años, Alfaguara publicó tres obras de ficción mías, que se llamaron Dramas de familia, y quedó pendiente publicar un segundo tomo y esta vez elegimos dos obras testimoniales: Criadero y Padre nuestro, que tratan sobre la crianza. Las vamos a publicar con documentos: fotos de la obra, cartas y cosas que se proyectaban durante las funciones.

A propósito del tema de crianza, ¿cómo era Mariana de niña?
Tuve una infancia bastante protegida y, a la vez, solitaria. Fui una niña muy tímida, introvertida, con algunas dificultades de socialización. No tenía facilidad para encajar en los grupos, para hacer amigos.

¿Qué te afectaba?
Fui blanco de algunos niños en el colegio. Pero en general tuve una infancia bastante protegida y tranquila, sin grandes dramas ni tragedias. Y construí un mundo privado, bastante rico, aprendí desde el principio a jugar sola, a inventar, imaginar. Ese fue el lado positivo de mi timidez.

¿A qué atribuyes esa reacción frente al mundo?
Es una defensa frente a la hostilidad. También una necesidad de controlar el mundo, que a veces es duro e injusto o extraño e incomprensible. Entonces, en un mundo propio, las cosas tienen un cierto orden.

¿Hoy sigues siendo así?
Sí, claro (risas). Creo que todos los escritores, directores de teatro, dramaturgos somos así: capaces de quedarnos muchas horas escribiendo y creando un mundo propio.

¿Y qué te afecta ahora?
Todo lo que tiene que ver con mis dos hijos. La ventaja de ser mamá o papá es que uno ya no es el centro del mundo. Las cosas que más me preocupan, atemorizan o alegran tienen que ver con qué tanto afectan a mis hijos. El mundo me molesta más desde que tengo hijos porque es un mundo cuyas reglas están mal construidas. Tengo una hija y está la violencia contra la mujer. Me molestan las reglas que permiten que miles de mujeres sean violentadas diariamente, que no podamos acceder a un aborto seguro, las reglas que promueven que cientos de niños sean violados todos los días, que periodistas que investigan a curas pedófilos sean perseguidos y difamados, que ladrones y criminales lleguen al poder y lucren a costa de la pobreza.

A los 10 años de edad, viste tu primera obra de teatro. ¿Cómo fue ese episodio?
Sí, Simón, dirigida por Gianfranco Brero y protagonizada por Alberto Isola. Me impactó muchísimo porque se hacía en una casona y el público iba caminando por diferentes habitaciones. No debo haber entendido nada, pero me impactó como experiencia. Era un teatro muy íntimo.

Una experiencia hecha a tu medida.
Totalmente. Dicen que la primera obra es la que te marca.

¿En qué momento descubres que escribir era una buena idea?
En el colegio ya escribía guiones, dirigía a mis primos. No tengo idea de dónde viene porque en mi familia nadie hace teatro. Pero sí vengo de una familia lectora.

¿La timidez fue un problema o solo una forma de ser?
Siempre es un problema. Hasta ahora lo es. Quisiera tener un poco más de capacidad para acercarme a las personas, para hablar en público. Hay cosas a las que he renunciado. Hay un momento en la adolescencia que uno quiere ser igual a todos, quiere pertenecer, ser del grupo, uno no quiere diferenciarse y ahí es cuando la timidez te juega más en contra. Te pones una máscara para encajar.

¿Intentaste hacerlo?
Sí. No salía bien siempre, pero algunas veces engañé bien.

Hoy ya no te importa.
Para nada, ya me metí en mi caracol, en mi caparazón.

¿A qué le tienes miedo?
Mis miedos tienen que ver con limitaciones personales: no poder decir lo que quiero decir. También miedo a la injusticia. Y miedo a la amargura. Darte cuenta con tanta nitidez del cinismo de la gente, de los mecanismos del poder, te puede llevar a la amargura. Pero bueno, tengo 44 años y he pasado las peores pruebas.

¿Sientes que ha pasado bastante tiempo?
Totalmente. Siento que he vivido un montón y que he vivido más de lo que pensé que iba a vivir.

¿Eres pesimista?
No. Soy muy ingenua, siempre pienso que las cosas irán muy bien. El teatro y mi familia me salvan. El teatro promueve la solidaridad, tienes que trabajar de la mano del otro, negociar, escuchar para crear. Y eso te entrena en la fe en el otro. Es difícil encontrar en el teatro a gente cínica.

En el Hay Festival, precisamente, hablarás de teatro.
Tengo una mesa con el importantísimo dramaturgo suizo Lukas Bärfuss. Hay dos obras de él que se han hecho acá: Las neurosis sexuales de nuestros padres y Málaga. Y luego varios escritores estaremos en una mesa con Mario Vargas LLosa.

Dieciséis obras –escritas y dirigidas– después, ¿es posible definir al teatro?
Es un espejo, donde vamos para mirarnos y comprender nuestro entorno, un lugar al que vamos para escuchar al enemigo y tratar de hallar un sentido a su existencia. Y tengo la suerte y privilegio de decir que vivo del teatro.

AUTOFICHA:
“Nací en Lima, en 1974. Estudié Literatura en la Universidad Católica, a la vez estudié talleres de actuación con Roberto Ángeles y Alberto Isola, y dramaturgia con Alonso Alegría, César de María y otros. Tengo dos hijos (de 3 y 11 años). Es una maravilla tener como esposo a un escritor (Jeremías Gamboa)”.

“He escrito y dirigido 16 obras de teatro. Cuando no es el teatro, leo. Estoy leyendo Cumbres borrascosas, que no lo había leído hasta ahora. Tengo muy poco tiempo para leer, por eso no veo series. Felizmente, hasta ahora no he resbalado en Netflix (risas)”.

“Recomiendo leer Una habitación propia de Virginia Woolf. También me ha marcado Memorias de una joven formal de Simone de Beauvoir, que fue una de mis primeras lecturas. Lo leí en el colegio y, un poco, me animó a ir por el camino que tomé, de la escritura. También dicto talleres en mi casa”.

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