Luis ‘Wicho’ García, el cantante de Mar de Copas, y sus hijos. (Foto: José Rojas).
Luis ‘Wicho’ García, el cantante de Mar de Copas, y sus hijos. (Foto: José Rojas).

Se llevan un minuto de diferencia. Antonio se inclina más por la música electrónica, pero sobre todo por el deporte, el fútbol. Es unos centímetros más alto que su hermano. Parece el mayor. Y es el amiguero. “Tiene diez mil amigos, sus amigos lo adoran”, dice su padre. Emilio prefiere lo melódico, el anime, el pop japonés. “Tiene un rollo con el lenguaje como yo”, asegura su padre. Juegan con las palabras, inventan palabras. Es introvertido, no tiene un amigo favorito, es un poco más niño. era como Emilio a esa edad, a los 12 años.

Su padre quiso ser cantante y bailarín. “Cantaba muy bien”, dice el hijo. Tenía una voz para rancheras y , y amaba las baladas. Pero tuvo que ser empleado bancario durante 40 años de su vida y manteniendo a cinco hijos.

Pasaron 10 años desde que salió del colegio. “Papá, voy a dejar la universidad. Miki (González) me ha ofrecido trabajo. Esto es lo que quiero hacer sí o sí, y ya no voy a hacer nada más”, avisó. “Si eso te gusta, adelante. Pero me aportas a la casa, aunque sea una cuentita; así voy a saber que realmente estás en lo que quieres”, respondió el padre. Y Luis ‘Wicho’ García se dedicó a la música. La banda subte Narcosis fue su academia, Miki la universidad y el posgrado. “Ahora tengo que encontrar la jubilación”, me dice entre risas el padre de los mellizos Antonio y Emilio.

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-Imagina esta escena. Salir de casa, a las 6 de la tarde y darle play a “Morir un poco” de Mar de Copas. Ir por una ciudad vacía pero llena de miedo por la pandemia. ¿O preferirías hacer lo mismo con “La peste” de Narcosis?

(Ríe a carcajadas). Definitivamente, no escucharía ni Narcosis ni Mar de Copas. Aunque “Morir un poco” es posiblemente la canción de Mar de Copas que más me gusta. Yo en realidad escucho otras cosas, y últimamente mucho jazz.

-Morir un poco es una sensación que nos persigue hoy en día.

Tendría que ser otra canción que se llame ‘morir bastante’. Básicamente lo que estamos haciendo es cuidando la vida y dejándola ir. La sensación tanática ahorita es muy fuerte. La muerte está muy presente.

-¿Cuál es tu estado de ánimo en esta pandemia?

Al principio, hubo sorpresa e incertidumbre. Luego se convirtió en miedo. Hay demasiada información falsa, demasiados opinólogos por todos lados y mucha conspiranoia. Me dediqué a ver qué iba a pasar, qué iba a hacer. La verdadera crisis recién va a empezar, ahorita terminando junio, porque se viene lo peor: posibles rebrotes, falta de chamba, los ahorros se acaban. Hemos sobrevivido hasta ahorita.

-Sigamos con Narcosis. ¿Cuál es la peste hoy en día?

(Risas). Principalmente la información, hay demasiada y muy confusa. Hay gente que exagera demasiado con la peligrosidad y otra que, más bien, exagera en el otro sentido, al decir “no pasa nada”.

-¿Ser padre es como una tabla de salvación?

Sí pues, de alguna manera. Ha sido bien duro para ellos. Las tres primeras semanas han sido para volverse locos. Pero ahora ves a los chicos un poco más acostumbrados al nuevo sistema. Los ves y dices: felizmente existen. Finalmente, son el motor de todo.

-¿Cómo fue el proceso para tenerlos?

Marisol y yo somos de una generación que por muchos años ni siquiera pensaba en hijos. Tenemos 22 años juntos. Durante los primeros 10 años de nuestra relación decíamos: traer hijos a este mundo, ¡ni locos! Fueron muchas circunstancias que, de pronto, nos hicieron pensar.

¿A qué edad los tuvieron?

Marisol con 46 y yo con 48.

Fue un riesgo.

Pero seguimos todos los pasos: primero natural, natural potenciado y así continuamos y no pasaba nada. Terminamos en in vitro, pero después de una muy mala experiencia en Perú, que nos costó tres ojos de la cara. Un doctor de otra clínica nos propuso a otro médico en Argentina. Allá todo era más barato: ir a Argentina, pagar el tratamiento, pagar alojamiento y comida nos salió más barato que solo el tratamiento sin medicamentos en Lima. Y fue espectacular, con un trato absolutamente humano.

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-Ha sido realmente todo un proceso.

Sí, estuvimos como dos años y medio intentando.

-Ustedes tenían la convicción plena de ser padres.

¡Absolutamente!

-¿Y qué tal la experiencia de ser padre?

Maravilloso. Es otro planeta. No sabes qué esperar y nadie te lo puede contar. Te pueden contar 10 mil experiencias, pero una vez que los tienes ahí, sale una vaina que no sabías que tenías, una capacidad de amar y de darlo todo, que no lo tenías con nadie. Y también es una responsabilidad inmensa porque salen todos los demonios y hay que tener mucho cuidado. No hay paternidad perfecta.

-¿Te atreverías a ponerte una nota como padre?

(Risas). La nota de todos los padres que, al menos, están intentándolo siempre será de 11, porque nunca es suficiente. Convertirte en padre, si no te cambia para bien, es porque no has crecido, no has superado tus traumas.

-¿Y qué tal hijo fuiste?

Mi padre era el tío que arreglaba todo en la casa y yo he sido el único de mis hermanos que aprendió todo eso. Y también por el lado artístico. Pasaron los años y le encantaba ir a los conciertos de Mar de Copas, se sentía muy orgulloso, se veía un poco reflejado en mí.

-¿Te vio con Narcosis?

En video. Recuerdo cuando ensayaba con Narcosis en el garaje de la casa, y ahora me pongo a pensar como padre y digo: yo hubiera estado aterrorizado con una persona de 25 años que no sabe qué hacer con su vida, que dejó la universidad y que canta en el garaje que el sistema es una mierda (risas).

-Verte con Mar de Copas debe de haber sido un alivio.

Cuando se jubiló, hizo un grupito con sus amigos y cantaban en misas de difuntos, en reuniones de la tercera edad. Lo quise grabar, pero no se pudo. Cantaba lindo mi viejo.

-Si tu padre aparece en este momento, ¿qué le dirías?

Aparte de que lo amo... (ríe, piensa, duda). Volvería a cantar con él. Le diría: de esta no te salvas: prepararemos un repertorio y tocaremos (risas).

-¿Y qué quisieras que tus hijos lean?

Mi camino ha sido tratar de conocerme y eso deberían hacer ellos. Que aprendan a escuchar su voz interior y a seguirla.

-Volvamos al soundtrack de la pandemia. “Destruir” de Narcosis también es una canción precisa, ¿o preferirías escuchar “La máquina del tiempo” de MDC?

(Risas). Ahí sí prefiero “Destruir”, a pesar de que no creo que el mundo cambie demasiado. El consumismo está afectando a la humanidad. Ese pensamiento va a prevalecer un tiempo más. Sí creo que en el fondo hay que destruir la forma de vida que estamos llevando a nivel global.

AUTOFICHA:

- “Soy Luis Donaldo, como Donald Trump pero con la ‘o’ al final y sin la trampa. Y García Hildebrandt, como el chato (César Hildebrandt), que es el hermano de mi mamá. Nací en Lima, el 5 de abril de 1960; el ‘Chino’ Fujimori me fregó el cumpleaños. Tengo 60 años”.

- “Salí del colegio y en 10 años hice de todo. Me fui a Cañete a chambear, estuve dos años como ingeniero electrónico, científico (risas). Me querían llevar a Bolivia. Me gustaba, era bueno, pero no quería hacer eso el resto de mi vida”.

- “Con Mar de Copas teníamos conciertos hasta agosto. Y con Narcosis estábamos por irnos a México y Colombia. En Colombia y acá quieren reeditar el disco de Narcosis. Y con MDC estábamos alistando el disco nuevo, que será el séptimo álbum de canciones nuevas”.

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