(Perú21)
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No le gusta que la traten de usted ni que la llamen Luisa. Ella es Lucha. Revela que su frustración es no haber ido a la universidad, porque le gustan las matemáticas, la historia, la sociología, pero sobre todo cocinar.

Y cocinando edificó una de las empresas más respetadas de catering, con más de 45 años dedicados a los matrimonios, corporativos y eventos especiales. Aunque hoy concentra sus esfuerzos en la Casa Hogar Magdalena Sofía Barat, en la fotografía y ya piensa en plasmar sus vivencias en un libro.

Nos recibió en su casa, donde vive desde hace 33 años y que alguna vez fue centro de operaciones de la empresa. Baja de su habitación en el segundo piso y lo primero que se dibuja en su rostro es la disciplina, pero inmediatamente también asoman la sencillez y la alegría. Tiene 80 años de edad, pero aparenta mucho menos. Se sienta y me dice: “A tus órdenes, como cachaco”. Es momento de encender la grabadora.

¿La disciplina es una de las claves del éxito?
Sí. Uno debe tener en la vida una línea. Y la línea es derecha, no es torcida. Hay que ser firme, leal. Sé que hay muchas variaciones de blanco y hay escala de grises, pero si digo blanco, es blanco. Me han educado en el orden y la disciplina. Lo que vale es la honestidad. Yo ofrezco lo que prometo.

¿Qué es más importante: la plata o el prestigio?
¡El prestigio! El dinero va y viene. ¿El dinero te lo llevas a la tumba? ¿Qué te llevas? El prestigio, el recuerdo, que alguien diga “yo fui el nieto de tal persona”. ¿Qué prefieres decir: mi abuelo empezó vendiendo en La Parada o mi abuelo fue un rico que terminó en la cárcel?

¿Lucha entró al mundo del catering por necesidad o porque era lo que quería hacer?
Por necesidad extrema. Terminé el colegio en el año 55. La profesión era ser ama de casa. Entonces, me enseñaron a coser, luego a bordar. Y en mi casa me crié viendo cocinar a mis abuelas, a mis tías. Hacían pastas. Todo eso lo he aprendido desde niña. He crecido entre ollas y cacerolas. Acabé el colegio y mi mamá me puso con la señora Titi Russo, quien fue la primera mujer que estudió en Le Cordon Bleu en París. Yo tenía 17 años y estudiaba con todas las señoronas de Lima. En mi casa me mandaron a cocinar los domingos. Con el tiempo hubo problemas en el hogar, mi mamá se puso a vender chompas y yo trabajé, al salir del colegio, como profesora de primaria, durante cinco años. Hasta que una amiga me comentó que había probado una torta alemana que hice de manzana y me pidió que se la haga. Después otra gente me decía: “Comí ese pescado en tu casa, por qué no me lo haces”; “Lucha, ese lomo, ese dulcecito”. Y así comencé como jugando a la comidita, en la cocina de mi mamá, en su jardín.

¿Dónde está el placer de cocinar para matrimonios y eventos sociales?
Me gusta cocinar. Siempre he dicho que no importa que estudies para barrendero, porque si te gusta barrer, estoy seguro de que vas a triunfar. Si estudias para barrendero porque da mucho dinero, te apuesto que vas a fallar. A mis hijos les he dicho: estudien lo que quieran, no piensen en mi negocio. Tu pasión es la que te lleva para salir adelante. Mi pasión es cocinar, pero también soy una mujer de muchos retos. En la cocina entregas amor y das ingenio, mucha creatividad.

¿Por qué no creaste un restaurante?
Me ofrecieron irme a Miami a hacer un restaurante. Lo descarté porque lo hubiese tenido que enfrentar sola. Aunque nunca lo he hecho, acá el día que quiera cierro el boliche y no atiendo. Pero en un restaurante no puedes hacerlo. Hago un arroz con leche, ¿y si nadie me lo compra? Por eso no hice un restaurante.

Y terminaste cocinando para el papa Juan Pablo II, George W. Bush, los reyes de España...
Tengo el orgullo de haber sido la primera mujer que entró a Palacio de Gobierno, con el presidente Belaunde. La base de todo es haber sido honesta.

Más de 45 años después de haber empezado todo esto, miras atrás, ¿y qué piensas?
Que debo dar muchas gracias a la vida, a mi familia, a mis padres, a mi educación, a mis grandes amigos y clientes. El otro día hice un matrimonio que me llenó de orgullo: fue para el hijo de una de mis primeras clientas, la señora De La Jara. Él me llamó para felicitarme y me dijo: “El matrimonio salió maravilloso, pero tu hijo te ha superado”.

¿Qué sintió en ese momento?
Me sentí mal (risas). Le respondí: gracias, puedo quedarme tranquila, sé que el negocio va a quedar en buenas manos.

Estamos a pocos días de la Navidad y uno de los momentos más importantes se da alrededor de la mesa, en familia.
La mesa es la convergencia. Pero las Navidades de ahora son muy distintas. Antes íbamos a escuchar la misa de gallo y luego regresábamos para comer tamal. Era muy familiar y no había tanto regalo. Hoy importa más el regalo, no hay la religiosidad de antes.

¿Qué debemos recuperar?
El cariño, el amor.

Pero lo que comemos también nos conecta.
El pavo tiene que ir de todas maneras. Recuerdo que en mi casa criábamos pavo. Teníamos corral. Y también está el panetón, el chocolate. Son el denominador común en cualquier mesa.

Cuando uno entra a la web de Lucha Parodi, esta frase nos recibe: “El buen gusto va más allá de los detalles”. ¿Dónde está el buen gusto?
Ahora el buen gusto es lo que está de moda. Pero el buen gusto es en realidad lo clásico. Es la esencia, ser uno mismo. Por eso yo prefiero que me llamen Lucha en vez de Luisa.

¿Qué es ser luchadora?
Querer lo mejor para tu familia, tu entorno y lo que haces. Ahora lucho por mi casa hogar y también hago fotografías. Y quiero seguir gozando de la vida.

AUTOFICHA
- “Soy Lucha María Parodi Larco, aunque en el DNI dice Luisa. Nací en Lima, el 29 de mayo de 1938, a la medianoche, en la Maternidad de Lima. Estudié en el Sagrado Corazón Sophianum, desde kindergarten. He sido profesora sin haber estudiado educación, porque en el colegio antes te preparaban bien”.

- “Hace unos 20 años, estudié Fotografía en el Centro de la Imagen con mi amigo Roberto Huarcaya. Voy con mi cámara para todos lados. En una época escribía. Entonces ahora se viene un libro, donde narraré cada época que he vivido. Ojalá lo logre”.

- “Hace mil años hice una exposición fotográfica. Me gusta tomar cementerios, cúpulas, hacer reportajes. Pero tengo tres hijos y un marido que no me dejan salir sola. Y siempre volveré a la comida de mi niñez: las pastas y el arroz con carne, que lo he recuperado, que es de pecho, con col, choclo, papa. Es popular”.