Flor M. Salvador: “Si nos detenemos, la vida continúa y nosotros perdemos”. (Hugo Pérez/GEC)
Flor M. Salvador: “Si nos detenemos, la vida continúa y nosotros perdemos”. (Hugo Pérez/GEC)

Flor confiesa que aún se intimida un poco cuando debe dar una entrevista con una cámara al frente. Como si aún no fuera una escritora con más de 300 mil libros físicos vendidos ni que sus historias tengan más de 60 millones de lecturas en la red social . Pero esta vez no hay un lente que la vigile y, acaso, por ello podamos hablar con más comodidad sobre la muerte, la familia y la literatura, territorios harto conocidos –y recorridos– para ella. Flor tiene 23 años, nació, creció y planea quedarse a vivir en Ciudad del Carmen (México), una isla que se puede cruzar de punta a punta en solo media hora. Empezó a escribir cuando tenía 16, por internet, y poco a poco sus personajes fueron cultivando miles de jóvenes fans. El fenómeno ha sido tal, que cuando sus novelas pasaron a la versión de papel y ella inició giras fuera de su país, una lectora mexicana viajó de un continente a otro con el único objetivo de conocerla, conversar con ella y obtener su firma y foto. Este año Flor llegó a Perú por segunda vez para presentar su libro Boulevard. Después de él (Penguin Random House) en la Feria Internacional de Libro de Lima y para encontrarse con sus apasionados lectores.


¿Por qué crees que conectan con tus historias?

Una chica me contó que Boulevard le ayudó a seguir adelante porque había tenido la pérdida de su mamá y su hermano. No entiendo muy bien como el primer libro les ayuda a afrontar estas situaciones, de alguna manera se sienten seguras leyendo o se escapan de la realidad. Otra persona me contó que sufrió un accidente de tránsito y sus papás fallecieron. El primer libro que leyó en el hospital fue Boulevard y por una de sus escenas quiso ir a sesiones psicológicas, pensó en que sus padres no hubieran querido que ella permaneciera en un estado de depresión. Escuchar eso es algo bonito que me llena el alma.


¿Buscabas ese impacto cuando empezaste a escribir?

No era consciente de absolutamente nada. Solo inicié escribiendo una historia que a mí en ese momento me hubiera gustado leer. Junté música –los gustos de mi papá y los míos–, un lugar bonito y un cliché, que es el chico malo y la chica buena. Han pasado los años, veo todo lo que se ha creado alrededor de la historia y me parece increíble. Al día de hoy, estoy más consciente de lo que está pasando y siento que ya gané cuando escucho a alguien decirme lo bien que lo he hecho sentir al leer. Creo que cuando un libro te llega a crear emociones, es porque lo has hecho bien.


¿Qué es para ti una pérdida?

Tengo 23 años y he tenido demasiadas pérdidas. El duelo de mi papá me dificultó muchas cosas porque él era la cabeza de mi familia. Cuando uno tenía un problema, iba con él y te lo resolvía. Por eso cuando él falleció, mi mamá, mi hermana menor y yo nos quedamos: “¿Y ahora qué hacemos?”. Mi mamá estaba perdida, no sabía qué estaba haciendo, me di cuenta de que me tocaba afrontarlo a mí. Yo empiezo a ver todo lo del funeral de mi papá, las tareas de la casa…


Fue realmente duro…

Hasta ahora siento y creo que él está ahí, pero cuando me doy cuenta, él ya no llega. Su pérdida me puso mal y me desahogaba con uno de mis mejores amigos. Él me ayudó mucho en los momentos más difíciles y también me apoyaba en lo de mis libros. Me decía: “Tienes que seguir adelante, él te está viendo con una sonrisa”. Me ayudó demasiado, pero pasaron unos meses y también lo pierdo… Cuando me dicen que el libro iba a ser película, no lo disfruté porque recuerdo que los dos me decían que yo iba a llegar lejos. Mi amigo me decía que cuando se anunciara lo de la película, iba a ser el primero en gritar. Luego se anunció y él no estaba ahí para gritarlo.


Son pérdidas muy difíciles.

Impactan demasiado por el hecho de que tenemos muchos planes con esas personas y cuando ya no están, ¿qué se supone que hacemos? Me prometiste que íbamos a hacerlo juntos, que ibas a estar presente. ¿Qué se supone que hago ahora? Hace poco descubrí la respuesta: cumplir esos planes en memoria de ellos y continuar. La vida sigue y no nos podemos detener. Si lo hacemos, la vida va a continuar y quienes perdemos somos nosotros.


¿Escribir lo que has escrito tiene la marca de estas pérdidas?

Después de él, la segunda parte de Boulevard, para mí fue como mi desahogo. Empecé a escribir desde la pérdida, sobre cómo es ese proceso. A veces sentía que era momento de soltarlos. Un día decía “estoy bien, tengo que continuar”, pero al día siguiente estaba llorando en mi habitación porque los estaba recordando. Por eso Después de él, para mí fue muy bueno, metí muchas cosas de lo que hablaba con mi psicóloga… Lo que amo de la escritura es que el lector no sabe si es que algo es propio del personaje o del escritor. Tengo mi terapia emocional a través de la escritura.


Debe ser esa honestidad lo que hace que tus lectores te quieran tanto.

Siempre he aconsejado que si alguien quiere escribir que lo haga desde su corazón, de lo que le nazca, que no escriban por complacer a otras personas. Creo que para quienes lean Después de él puede ser como sentir una caricia al corazón, que les digan: “Yo también lo pasé, pero si esta protagonista pudo, tú también”. A través del libro también les invito a que no se guarden esos sentimientos, que lo hablen y que empiecen a liberarse porque a veces cargar con nuestras emociones es demasiado difícil, es importante sacar esa presión que nos está ahogando.


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- “Soy Flor Guadalupe M. Salvador, la “M” es por el apellido de mi papá biológico. Yo he tenido a mi padrastro desde los cuatro años, que es como mi padre. Gracias a él es que tuve mi primera computadora donde empecé a escribir. Toda mi familia es de Ciudad del Carmen”.

- “Nací el 25 de diciembre de 1998, fui un regalo de Navidad para mi mamá, aunque creo que no fue tan bonito regalo porque ella estaba en plena cena cuando la llevé al hospital. Tengo tres gatos, que se llaman Lulu, Vivi y Coco; y dos perritas que se llaman Aika y Nani”.

- “Detesto el agua de mar, no me gusta, no puedo ir a la playa. Mi mamá muchas veces me invitaba, pero yo decía que tenía mucho que hacer. No me gusta la sensación de la arena, el mar como es salado me pica, entra a los ojos, viene una ola y te tragas un poco de agua”.