Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Desde que en enero de 1897 se realizara la primera proyección de imágenes en movimiento aquí en Lima; junto con el entusiasmo del público y pocos años después, nace una nueva casta: el cineasta nacional. Raza de individuos aguerridos y talentosos que pensaron y piensan que en el arte audiovisual existe la gran posibilidad de unir a la patria en una industria, que además de producir trabajo, dinero, prosperidad y crear ciudadanía, fuera capaz de contar una historia: la de todos los peruanos. Una industria que fuera el álbum de fotos de la nación, como ocurre en muchos países.

La tragedia es que de todo esto solo queda el recuerdo, porque el Estado peruano nunca se preocupó de archivar de manera digna el trabajo de sus artistas. Solo tenemos fotos o fragmentos casi destruidos de esta historia de talento y creatividad. Mientras en México y Buenos Aires se creaban leyes, sindicatos, que imprimieron en el mundo, gracias a su cine, la difusión de la música y la identidad de esos países, aquí nos encargábamos de silenciar a los genios de la creación.

Ser artista en nuestra patria era una aventura sin rumbo fijo, sin ley ni porvenir. Por increíble que parezca, el Perú tuvo su primer intento de incentivar al cine en 1962 con la Ley 13936, “liberando de toda clase de impuestos y arbitrios, la exhibición de las películas nacionales, de largo metraje, producidas en el país por empresas nacionales”. Después, en 1972, con el Decreto Ley 19327, pasamos a un sistema proteccionista y estatal, propio de la “revolución peruana”. En 1994 llega la actual Ley 26360 que funciona como una especie de solución mixta que se mueve de acuerdo con las demandas del mercado. CONACINE cumplió una labor importante, pero igual que las mágicas imágenes en movimiento, que emanan del proyector, los tiempos cambian y las leyes deben evolucionar con ellos.

No se puede negar que hemos alcanzado un pico en producción y en audiencia; más de 30 largometrajes en un año, con más de 3 millones de espectadores en el Perú, que además nos han representado en festivales internacionales, son la prueba viva de que estos héroes han logrado hacer cine de autor sin el apoyo legal y financiero que merecen. Todo esto en simultáneo con el auge del cine comercial, que es ya una realidad creadora de empleo y una cantera importante de actores y técnicos.

El Estado tiene el deber de actualizarse y hacer leyes que vayan con el momento actual. Un Perú con identidad, diverso pero unido, plural pero coherente. Por eso urge una nueva Ley del Cine y el Audiovisual Peruano, para seguir contando historias que toquen nuestras almas y que perduren en el tiempo y en la memoria de nuestra amada nación.

Francesco Petrozzi
Congresista Liberal
Profesor h.c de la Universidad Nacional de Música.

TAGS RELACIONADOS