Leonardo Caparrós: “En el mundo literario también aplica eso de: hecha la ley, hecha la trampa”. (Foto: GEC)
Leonardo Caparrós: “En el mundo literario también aplica eso de: hecha la ley, hecha la trampa”. (Foto: GEC)

Jurista y escritor, o viceversa, Leonardo Caparrós usufructúa de ambos oficios al momento de hacer literatura. Su última obra es New Amsterdam (Ediciones Altazor), novela negra donde corrupción y crimen se entrelazan sostenidos por un deseo de supervivencia. Un joven limeño, homosexual, economista, se entera de dos realidades que gatillan la historia: primero, que en la empresa donde trabaja se han estado dando malos manejos. Segundo, que él está muriendo. No más spoilers. Lo que toca es leer el libro, aquí circunnavegado por el propio autor.

Es tanto paradójico, como natural que, dada su expertise, escribiera novelas de índole policial.

La retroalimentación es perfecta. Mis lecturas, por ejemplo, sean académicas o literarias, abonan ambos árboles con la misma generosidad, lo cual incluye películas, series, documentales, reportajes periodísticos y otras fuentes de información. Es interesante cómo un texto académico o periodístico con información real puede robustecer una ficción. Por ejemplo: Cosa Nostra, de John Dickie. O cómo, por su lado, una extraordinaria ficción, por ejemplo The Wire, puede describir fenómenos criminales con un detalle que sería la envidia de cualquier sociólogo. Otro punto que para mí ha sido esencial es la experiencia, la cercanía a entornos en donde el crimen —cometerlo o combatirlo— es parte de la vida diaria. Ha sido muy útil para crear personajes y situaciones verosímiles. Hay muchos clichés sobre cómo es el mundo criminal, cómo funciona, y es muy fácil caer en ellos.

El desfalco financiero es uno de los pivotes argumentales. ¿Hay una génesis basada en un caso real?

He navegado entre el mundo del derecho corporativo y de la asesoría a empresas, y el del trabajo como funcionario público, dedicado a política criminal y temas de seguridad. Son mundos muy diferentes, pero ambos muy interesantes. El caso puntual de la novela lo construí sobre dos experiencias que me comentaron amigos. No eran exactamente iguales a lo que narro en la novela, pero me sirvieron de punto de partida para crear mi propia modalidad delictiva.

“Ha sido muy útil estar cerca al crimen. Hay muchos clichés sobre cómo es el mundo criminal, y es muy fácil caer en ellos”.


¿Cómo opera o se aplica el secreto profesional en casos así, cuando un delito privado inspira una obra literaria?

El secreto profesional hay que respetarlo siempre, pero eso no implica que no se pueda recrear situaciones o experiencias cambiando los nombres, los lugares y algunos datos para que no sean reconocibles. Se ha hecho y se hará siempre. Dashiell Hammett, antes de escritor, fue un investigador privado en una agencia de renombre, y sus ficciones dejaban clara su experiencia; Ferdinand von Schirach, fue abogado penalista y juez, y el resultado de ello son los extraordinarios cuentos que ha escrito. Parecería que en el mundo literario también aplica eso de: hecha la ley, hecha la trampa.

New Amsterdam, Guyana, es un lugar remoto e inesperado como locación literaria. ¿Cuánto de autobiográfico hay en esta novela?

En efecto, pasé una temporada en Guyana trabajando como asesor del ministerio del Interior de ese país, y te puedo decir que un porcentaje alto de lo que aparece en el libro es verdad. Claro que he ordenado esos recuerdos en función a la historia que quería contar, pero con retazos de historias que pude ver de cerca. Boxton, este barrio peligroso de donde salieron los asesinos que acabaron con un político guyanés, existe, se llama Buxton, y es como lo describo. El asesinato de ese funcionario y su familia también ocurrió, era el ministro de Agricultura. Guyana es un país fascinante, pero con muchos problemas, especialmente en lo referido a seguridad.

La diversidad de personajes, la complejidad de sus motivaciones es rica y diversa. ¿Cómo construye sus personajes?

Se van haciendo de a pocos, como si el manuscrito fuera un útero en donde se van gestando. Primero escojo el nombre pensando en alguien que conozco, así, recordar las características físicas del personaje ya no es un problema; y le asigno un par de rasgos mínimos en función a lo que la historia quiere de él o ella. De ahí en adelante la culpa la tiene mi obsesión por mostrar a mis personajes desde varios ángulos, que los lectores puedan conocer sus perversiones, sueños, carencias, entre otros. La gente en la calle es así: compleja, contradictoria y casi siempre inesperada. En la calle nadie es aburrido y sería un verdadero crimen que lo fueran en una novela.

La novela tiene un intenso contenido homoerótico. ¿Cómo gestiona literariamente fluir entre distintas opciones sexuales?

Creo que a veces se le tiene miedo a las escenas de sexo, y sin embargo son parte de la vida de cualquier ser humano. Comemos, tomamos, dormimos y también, cómo no, tiramos. Es imposible imaginarse una historia en que los personajes no duerman o coman en algún momento, pero a veces prescindimos del sexo sin ningún problema, y eso me parece extraño. Dicho esto, que sea hetero u homosexual da lo mismo, ya depende de los personajes. Creo que los personajes homosexuales se han ganado hace tiempo un espacio amplio en la literatura, son ciudadanos como cualquiera, con los matices que eso implica, y ya no se les puede reducir a un estereotipo. Charlie Parker, el duro detective de John Connolly, tiene como secuaces a un asesino profesional (Louis) y a un ladrón retirado (Ángel), que a la sazón, son pareja.

La inseguridad ciudadana actual –asesinatos, sicarios, corrupción generalizada– son trágicos y fértiles caldos de cultivo literarios. ¿Hay próximos proyectos al respecto?

Sin duda lo son, y nombra lo que conocemos mejor por las noticias o incluso por las ficciones tanto literarias como cinematográficas. A mi me gustaría ficcionar escenarios en donde imperen lógicas criminales y sociales diversas, que normalmente son lejanas a nuestros imaginarios limeños. Los entornos, por ejemplo, como el de minería ilegal, o el tráfico de tierras en provincias, o la corrupción menuda, esa que no sale en periódicos, pero nos carcome todos los días,submundos o mundos paralelos a los que es difícil de acceder. Ahora mismo estoy trabajando dos proyectos. Una novela sobre cómo funcionan pequeños enclaves de corrupción en el Estado al servicio de quienes puedan o quieran pagarlos, para lo cual retomo a Sofonías Príncipe, uno de mis personajes en New Ámsterdam; y el segundo es una novela ambientada en la época de Velasco y su relación con la policía.

Autoficha

  • “Publiqué Un desconocido perfecto (Punto de Narrativa, 2010) y ¿Quién mató a Correa? (Altazor, 2018). Fui viceministro de Justicia, jefe del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) y Jefe del gabinete de asesores del Ministro del Interior”.
  • “Mi práctica como abogado me ha permitido entender muchos aspectos de la vida social. No soy un abogado penalista. Litigué por muy corto tiempo en la Procuraduría Ad Hoc de los casos de Fujimori y Montesinos, pero nada más”.
  • “He dedicado más de veinte años a estudiar y trabajar soluciones efectivas a la inseguridad y a cómo enfrentar el crimen desde diversos frentes. Ha sido esencial la cercanía a entornos en donde el crimen —cometerlo o combatirlo— es parte de la vida diaria”.

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