En su primera exposición individual, Inés Wiese presenta “un cuerpo de obra que contempla las estaciones de la vida, en sus distintos colores y profundidades”, según reza el texto del curador. Esta muestra “no busca imponer un juicio ni construir una narrativa cerrada, sino ofrecer un espacio de contemplación donde luz y oscuridad, presencia y ausencia, se entrelazan con naturalidad”, argumenta el crítico.
No parece ser casual. Inés Wiese (1994) tiene una larga tradición como artista visual y orfebre, que son en el fondo dos maneras de trabajar los materiales, los colores y las formas. Wiese es también la ganadora del premio Adolfo Winternitz a la excelencia académica en los años 2014, 2017 y 2019, lo que habla de su pericia y constancia. La misma seriedad con la que aborda su trabajo artístico.
Su mirada parte de lo interdisciplinario, que es una forma de admitir que no es posible tener una visión objetiva de la realidad. Y desde esa zona porosa se mueve entre la experiencia sensorial, la imaginación y la subjetividad de las emociones, para arribar a la percepción total del mundo circundante.

Como explicó la artista, cada pintura fue creada al compás de «Las Cuatro Estaciones de Vivaldi», en la versión de Max Richter.
Esa célebre composición acompañó todo el proceso en el estudio. De esta forma, “la estructura musical se convirtió en guía: marcó el ritmo del gesto, orientó la atmósfera de las imágenes y ofreció una forma de pensar el tiempo”. El paralelo se cae de maduro. El paso de primavera, verano, otoño e invierno tiene su evidente correlato vital: nacimiento, esplendor, pérdida y renovación. Pero no es una narrativa lineal, claro. A través del color, la textura y la composición, el conjunto representa la huella emocional de los recuerdos. La paleta cromática transmite estados afectivos con elegancia: calidez, intimidad, incertidumbre, ilusión. Más que narrar, nos invitan a sentir y percibir.
TRAYECTORIA VITAL
Su trabajo ha sido presentado en exposiciones colectivas locales y algunas ferias internacionales como Pinta Lima, 2015. Y sus piezas de arte ya forman parte de ciertas colecciones privadas, tanto en el Perú como en Chile. “Como David Lynch, Wiese no parte de una historia, sino de una intuición: una imagen, una sensación, una vibración interna que guía la obra hacia su forma final”, explica el texto del curador. “Ambas prácticas, aunque desde lenguajes distintos, comparten una confianza radical en el inconsciente, en lo no dicho, en lo que se forma al margen del control racional”. La muestra irá hasta el martes 17 de junio.
TENGA EN CUENTA
“No parto de un pensamiento racional”, dice Wiese, “sino de una pulsión que busca satisfacerse en la creación de una imagen u objeto”, explica en una entrevista. “Es como si de pronto te acosara un fantasma y te dijera ‘Esto tiene que salir’ y tú sabes de qué forma tiene que salir”. Pero Wiese aclara que es “una fiel creyente de las rutinas” y la disciplina.
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