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La Tarumba: “Soy una madre que acoge las locuras de los hijos orgullosa”
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Es como una gran dama que lleva un enorme y hermoso vestido. Orgullosa de ser como es. Sus medidas son: en una parte tiene 12 metros de altura, que es de donde se cuelgan los trapecios; sobre esos 12 metros, hay cinco metros más, que son como un sombrero; tiene 36 metros de diámetro y alberga a mil personas en sus graderías, y a otras 150 entre artistas y equipo técnico, a los que llama hijos.
Estuvo guardada en contenedores por dos años. “Es bastante, es bastante”, dice con pesar, aunque aliviada porque ha vuelto. Pero confiesa que sí tuvo el temor de no volver a levantarse. Contó las horas y los minutos para regresar. Y ha vuelto con Eterno, el nuevo espectáculo de La Tarumba, entrañable y admirable compañía de circo peruano. Hoy habrá tres funciones: 3 p.m., 5.30 p.m. y 8 p.m.; y mañana serán dos: 3 p.m. y 5.30 p.m. Pero la temporada va hasta el 4 de setiembre en el Centro Comercial Plaza Lima Sur, en Chorrillos.
Para los distraídos, puede parecer una carpa que toma forma con fierros y telas. Pero si miramos bien, esta gran dama vestida de rojo y blanco es en realidad la ilusión, la magia y la fantasía.
¿Cómo se describiría?
Soy una madre que acoge las locuras de los hijos.
¿Qué tipo de madre es?
Una madre, en este momento, contenta, porque ya puedo recibir a la gente en las graderías. Y también soy una madre orgullosa de los hijos que están presentándose.
¿Cómo se han portado los hijos?
Durante estos dos años que no pudimos estar juntos me han cuidado y cuando hemos vuelto, hemos podido valorar realmente, en toda la dimensión, la responsabilidad que tenemos frente a mucha gente que espera de nosotros un momento de alegría, un momento de reflexión; en ese sentido, creo que mis hijos artistas han crecido.
¿Qué vínculo tiene con el público?
Ahora más que nunca entiendo que no son visitantes, son parte de una familia que quiere lo mismo, que quiere recuperar esperanza, que quiere transmitir optimismo, que quiere comerse el mundo, porque todos hemos entendido que la vida hay que disfrutarla en cada instante, no hay que dejar pasar la oportunidad de ser felices.
¿Cómo han sido estos dos años sin público?
La soledad es algo que conozco de siempre. Cuando termina una función, me quedo sola y me doy cuenta del sentido que tiene mi existencia. Es como entregar toda una vida para en dos horas darle sentido a mi existencia. Cuando la gente se va, realmente una tiene una mezcla de sentimientos: por un lado, el corazón está henchido de amor, de alegría; pero de repente, cuando todo eso se va, el corazón queda con un gran vacío. Y es una sensación que sentimos todas las carpas, pero sabemos que es un momento necesario para recargar energías y al día siguiente volver a tener sentido. El circo y las carpas tenemos una responsabilidad frente a la sociedad, frente a los artistas, que esperan que una carpa como yo los cobije, porque una carpa es un vientre de creación.
Dicen que es eterna...
Es cierto, porque soy parte de algo fundamental que tienen las personas: esa necesidad de reunirse y desarrollar juntos –artistas, público, carpa– un espacio de alegría. Las carpas y los artistas de circo tenemos la tarea más noble que hay: hacer felices a las personas.
¿De qué está hecha para ser eterna y lograr esa alegría?
De ilusión, esperanza y arte.
¿Hoy más que nunca es necesaria la ilusión?
Siempre ha sido necesaria, pero históricamente ha habido momentos en que no solo las carpas sino también los teatros o espacios donde podemos expresarnos a partir del arte son indispensables. Si bien es cierto los científicos crean una vacuna para combatir un virus y podamos recuperar la salud física; desde el arte, y en este caso el circo y las carpas, podemos ayudar a curar heridas y a sanar el espíritu. En ese sentido, las carpas, el circo, el arte seguirán siendo eternos.
Pero para ser eterno también hay que tener fortaleza y magia...
Esa fortaleza y magia están en el mismo arte que hacemos; el arte es una manera de trabajar las emociones, y eso es fundamental más en una situación como la actual. También necesitamos expresarnos desde la alegría.
Y también se dice que usted es poeta...
El circo es un espacio poético y para eso me han diseñado de una manera circular, en la que todos podemos vernos de la misma manera, en la que podemos encontrarnos, en la que confluimos hacia un centro. Y a un nivel más profundo represento el centro de la humanidad, el centro de cada persona; es por eso que la gente acude a las carpas, por eso me buscan, para mirarse en mí.
Los críticos dirían que es una señora pasada de moda. ¿Qué respondería?
(Risas). Primero, me da risa. Históricamente, en situaciones extremas es donde las carpas y el circo cobramos más vigencia. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial hubo unos cuantos circos que pudieron permanecer haciendo funciones y fueron un éxito.
Lo decía porque hoy la tecnología casi nos ha recluido en los celulares...
Estuve conversando con algunas amigas, como las carpas del Roncalli en Alemania o el Alexis Grüss en Francia, y lo que está sucediendo en este momento es que la gente está revalorando esos encuentros presenciales y esos encuentros a partir de las emociones. A veces la naturaleza nos recuerda que tenemos que volver a mirarnos a los ojos, y eso es lo que estoy haciendo.
Es una madre ejemplar...
No me siento especial. Soy heredera, hija de todas esas pequeñas carpas que a lo largo de los años han recorrido este país. He aprendido de esas pequeñas carpas que muchos llaman perejil, los circos chiquitos, de barrio, que tomaron el nombre por un gran payaso que se llamó Perejil y que era muy solidario y muchas veces no cobraba entrada. Esto llegó a oídos de artistas importantes que venían en Fiestas Patrias a Lima; entonces, de pronto, uno iba a estas carpas y encontraba que esa noche se iba a presentar un gran número del circo ruso que después de su función corría al barrio donde estaba la carpa del payaso Perejil para tener el honor de presentarse en un espacio tan auténtico. De alguna manera, estoy tratando de tomar ese ejemplo y de generar esos sentimientos tan auténticos y fuertes, y tan duraderos en el tiempo.
¿Por qué tenemos que volver a vernos?
Porque necesitamos hacernos cariño, porque necesitamos renovar la fe, porque necesitamos, aún en un contexto tan duro y difícil, celebrar la vida.
Autoficha
“Nací en Italia, donde tuve unos padres constructores, que vienen de una fábrica de telas y una compañía de estructuras metálicas, que conocen mucho y que tienen seis y cinco generaciones atrás, respectivamente, haciendo carpas”.
“Me hicieron de tal manera no solo para resistir el tiempo sino también para cautivar desde la llegada del público; que cuando me vieran, sientan esa magia y fantasía que genera el circo. Fernando Zevallos es tal vez mi hijo más loco”.
“He escuchado que después de Lima nos vamos a una provincia, todavía no me han dicho cuál. También he escuchado que el próximo año ya deberíamos ir a más ciudades, seguramente por el norte sumar Trujillo y Piura, y por el sur sumar Arequipa y Cusco”.
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