/getHTML/media/1238511
Lo último del paro de Transportistas
/getHTML/media/1238503
Rubén Vargas sobre inseguridad: "Se necesita inteligencia no estado de emergencia"
/getHTML/media/1238497
Gilmer Meza de Sutep Lima: "Ministro de Educación -Morgan Quero- debería de renunciar"
/getHTML/media/1238485
Alfonso Bustamante CONFIEP sobre inseguridad: "No hay liderazgo, hay ineficiencia"
/getHTML/media/1238306
Mariana Costa de Laboratoria habla sobre sus encuentros Obama y Zuckerberg en La del Estribo
/getHTML/media/1238304
Los mejores libros del siglo XXI según The New York Times | Biblioteca de Fuego
/getHTML/media/1238303
¿Cementos y fútbol femenino? Gabriel Barrio de Unacem en Marcas y Mercados
/getHTML/media/1238207
118 mujeres han sido víctimas de feminicidio en lo que va de 2024
/getHTML/media/1238198
Lo último: allanan la casa de 'Chibolín'
/getHTML/media/1237508
Hugo de Zela sobre viaje a EE.UU.: "Se intentó explicar al Congreso, pero Dina no quiso"
/getHTML/media/1237506
Abraham Levy: "Hay mucho desinterés sobre los incendios forestales"
/getHTML/media/1237484
Darío Sztajnszrajber, filósofo: "Aprendamos a vivir el amor también con sus sombras"
PUBLICIDAD

Katya Adaui: Una bandera llamada Zurita

Imagen
Fecha Actualización
Solo por un rato, el lapso de un fin de semana –porque la poesía insiste como la vida–, Raúl Zurita abandona las manifestaciones en Santiago y viaja a Buenos Aires. Estará entre los alumnos de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) presentando su último poemario editado en la Argentina: Tú que fuiste desmembrado. Todavía vibra la encarnación de su resistencia: Zurita enarbola, carga, soporta el peso, un rictus apenas sonriente, de la bandera de Chile, a través de las calles que desde el 18 de octubre le reclaman a Sebastián Piñera. El suyo es un silencio que grita. Un gesto total y no una foto.
Testigo de la dictadura de Pinochet que lo humilló y torturó, solo su imaginación podía salvarlo: “Si no lo hacía me moría, la necesitaba demasiado. Yo sobreviví a una dictadura y a mi propia destrucción imaginando. Nunca lo que logré ha sido más bello que lo que imaginé. No eres por lo que escribes sino por lo que sueñas. Esa fue mi forma de sobrevivir y por eso todavía estamos acá”.
Viva Chile, gritó un espontáneo apenas Zurita tomó asiento en el aula universitaria. Y el poeta dijo: “Ves esta manifestación de un millón doscientas mil personas y sientes que no hemos perdido del todo el significante. Esta es la lucha de los cantadores y los trovadores de Chile. Con Violeta y Nicanor Parra y ahora con Jorge González… El neoliberalismo trata de expulsar como sea el concepto de humanidad. No hay acto colectivo que no tenga resolución individual, ni acto individual que no tenga resolución colectiva”.
Esta misma semana, la escritora chilena Alejandra Costamagna también había pausado su participación en Santiago para rendir homenaje en Buenos Aires a su amiga y colega argentina Hebe Uhart, a un año de su muerte. ¿Te sientes aliviada de haber salido un rato de Santiago?, le pregunté. Qué difícil responder, dijo, es imposible no estar tomado por lo que está pasando. Ese audio de la mujer de Piñera diciendo que las protestas parecían una invasión de alienígenas te dice muy bien cómo nos ven a nosotros. Están muy separados de la realidad. Y que Piñera pidiese un minuto de silencio por los que murieron, sin nombrarlos, sin llamarlos asesinados, hablando de democracia, seguridad y justicia, da cuenta de cómo te roban hasta el lenguaje.