Hace casi tres décadas, Julián Legaspi fue Calígula.
Hace casi tres décadas, Julián Legaspi fue Calígula.

Tenía 19 años. La fila para el casting era larga. Muchos actores querían hacer aquel personaje. Uno de ellos era Julián, que nació en Uruguay y había llegado a Perú en los años de la violencia terrorista. Una semana después, lo llamaron. “El personaje es tuyo”, le dijo una voz. Sería en El ángel vengador. Le dio la buena noticia a su padre, el cineasta Alejandro Legaspi, que ya había abrazado el éxito al dirigir la película Juliana.

Han pasado unas tres décadas desde aquella gloria temprana en la TV. tiene 48 años y se alista para una suerte de nuevo debut. Esta noche será parte de su primera obra teatral presencial en medio de la pandemia con Nuestras mujeres, dirigida por Aldo Miyashiro. Las funciones de esta obra, escrita por el francés Éric Assous, serán hoy, mañana y los próximos sábado y domingo, a las 8 p.m. Comedia que será puesta en el Nuevo Teatro Julieta de Miraflores, pasaje Porta 132. Entradas a la venta en Joinnus y en la misma boletería.

Se levantaba temprano. Agarraba su bicicleta e iba a estudiar teatro. Volvía, almorzaba, descansaba media hora. Subía otra vez a la bicicleta y manejaba hasta las inmediaciones del Canal 5, al instituto Robles Godoy, donde estudiaba . Desde entonces, su andar como actor ha sido como un viaje en bicicleta: libre, constante y sin apurar la marcha, pero sin detenerse.

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-¿Cómo es tu personaje en Nuestras mujeres?

Simón es de los tres amigos el más loco, más extrovertido, más juerguero, mujeriego y que tiene un secreto que viene a revelar en una reunión con sus amigos. El autor utiliza este pretexto para hablar de muchos temas, como la infidelidad, el respeto, la igualdad de género.

-¿Te sientes encasillado en el papel de loco, extrovertido, juerguero, mujeriego, quizás por la resonancia que aún tiene Calígula?

En algún momento pensé que había algún tipo de encasillamiento, pero después empecé a encontrarle diferentes matices a los villanos que fui interpretando a lo largo de mi carrera. Simón si bien tiene esos aspectos, es un personaje distinto; quienes vengan a ver la obra lo podrán comprobar; en el fondo es bien sensible, es una buena persona que cometió un grave error.

-¿Y cómo eres tú?

Siempre he sido muy diferente a mis personajes. La gente a veces no lo cree. Por ejemplo, yo no tomo alcohol. Todos mis personajes son borrachos, los reyes de las juergas. En la vida real no tomo, nunca me ha gustado el alcohol. Puedo tomar una cerveza, pero no es lo mío. Soy medio hogareño, ahora disfruto mucho de mi familia, siempre me gustó el fútbol y el deporte, correr olas, montar caballo. En cambio a mis personajes les gustaba más la juerga, portarse mal.

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-Una de las preguntas que se plantea la obra es ¿cómo ser un hombre hoy? ¿Qué responderías?

Tenemos que darnos cuenta que el rol masculino no es como antes. Las mujeres tienen los mismos derechos, virtudes que nosotros. Es absurdo que en algunas profesiones los hombres ganemos más que las mujeres. A nuestros niños hay que darles una educación más igualitaria.

-Hace 28 años, cuando salió Calígula, el personaje era un prototipo de hombre. ¿Hoy tendría lugar?

Hay hombres así todavía, pero cada vez están más desubicados de lo que es el mundo real.

-¿Pero una serie como Calígula hoy tendría la misma relevancia?

En la ficción puedes tocar el tema que quieras. Si una serie está bien hecha, puede lograr furor. Incluso, cuando se toca un tema que se considera negativo, desde el teatro se expone el tema y puede llevar a la reflexión. En Nuestras mujeres mi personaje es machista, celoso, pero eso hace que la gente reflexione al respecto.

-¿Eres machista, celoso?

Celoso era un poco, estoy tratando de cada vez serlo menos; y machista nunca he sido.

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-¿Elegiste ser actor por influencia de tu padre?

Yo quería ser camarógrafo, director de cine o sonidista. Quería estar detrás de cámaras. Pero vino un verano y me metí a un taller de teatro con Ruth Escudero en Quinta Rueda. Vino un segundo, tercer taller, y poco a poco me fue atrapando la actuación.

-¿Qué te atrapó?

Mis compañeros y profesores me incentivaron. Había un silencio especial cada vez que yo tenía una escena. Me empecé a dar cuenta que no lo hacía mal, y eso me incentivó.

-¿Qué dice ese silencio especial en la actuación?

Es el silencio cuando uno hace las pausas en el escenario, que es realmente muy bonito. Es manejar los tiempos y sentir que el público, de alguna manera, está en tus manos, en silencio. Cuando era estudiante de teatro, cuando me tocaba actuar a mí, sentía un previo silencio, como que la gente estaba atenta a lo que iba hacer, había un interés especial. Eso me dio mucho ánimo para seguir en esta profesión, que es difícil, donde a veces 300 alumnos empiezan a estudiar teatro, pero de esos alumnos, en unos cuantos años solo ves a 12 o 15. Hay muchos que han querido ser actores, pero que se han quedado en el camino. Por suerte, yo pude cumplir mi sueño, lo que me llena de orgullo. La plata no me interesa, la fama no me interesa, pero sí quería ser respetado como un buen actor, y hace muchos años que ya he logrado eso: sentir el cariño del público, que me paren por la calle y me digan: “Julián, eres mi actor favorito”. Ese es el mejor regalo que me pueden dar.

-¿Qué has aprendido de tu padre?

Mucho. Su manera de dirigir y como persona. Es un caballero, es una persona impecable. Trato de seguir su ejemplo. Gracias a Dios todavía lo tengo conmigo y sigue creando, y sigo aprendiendo de él. Es un lujo saber que Alejandro Legaspi es mi papá.

-¿Qué conservas de la sangre uruguaya?

Por ejemplo, la garra charrúa. Es innato. Cada vez que jugaba fútbol, yo era capaz de poner la cara, los dientes con tal de que no metan gol. Por otro lado, en Uruguay también está mi mamá que es crítica de cine y es una persona muy, muy culta. Y de ella también he aprendido mucho, pero jamás he podido llegar ni a un cuarto de la cultura que ella tiene.

-Con dos grandes padres, ¿qué tal salió el hijo?

Me siento bien. Tengo 31 años actuando sin parar, lo que creo es un logro. Solo he vivido de la actuación. Poder vivir de la actuación para mí ya es un logro.

-¿Es resultado de la garra charrúa?

Es el resultado de ser consecuente, de seguir, de no echarse para atrás, no tirar la toalla. En los momentos malos y buenos, siempre he defendido mi profesión. Mi otro gran logro, que es lo más importante en mi vida, son los dos hijos maravillosos que tengo, dos preciosos, adorables. Mi vida es para ellos ahora. Todo el tiempo pienso en ellos.

-¿Y qué tienes de Perú?

Todo. Habiendo nacido en Uruguay y teniendo a mi hermana, mi madre, a mis abuelos allá, yo decidí venir a este hermoso país. Uno no es del lugar donde nació, sino del lugar donde te crías.


AUTOFICHA:

- “Soy Julián Alejandro Legaspi Oxandabarat. Tengo 48 años. Nací el 10 de julio de 1973, en Montevideo, Uruguay. Soy hincha de Peñarol y acá de Alianza Lima. Acabé el colegio y me metí a estudiar cine y teatro, siempre me gustó la actuación”.

- “Siempre jugué fútbol, pero nunca pensé ser futbolista. Ahora mismo, si no fuera porque estoy mal de la pierna, ya le estaría diciendo a Aldo Miyashiro para jugar con los Once Machos (risas). Tengo 35 producciones en TV, como ocho películas y unas 12 obras de teatro”.

- “No sé qué se viene más adelante. Nunca me apuro. Me gusta disfrutar el día a día, y también disfrutar mucho de mi vida. La actuación es mi pasión, mi profesión, pero no es mi vida; mi vida es mi familia, mis hijos, mis padres, disfrutar de la playa, hacer deporte, leer, ir al teatro; esa es mi vida y mi profesión es la actuación”.

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