Juan Manuel Chávez en Novela por Entregas de Perú21. (Foto de Rosalí León Ciliotta).
Juan Manuel Chávez en Novela por Entregas de Perú21. (Foto de Rosalí León Ciliotta).

Una tanqueta llegó al barrio. Juanma entró corriendo y le informó a su madre sobre la inusual visita. Ella salió. Estaba estacionada en la puerta del garaje. Se acercó y golpeó la tanqueta como si tocara una puerta para que salga alguien. Asomó un soldado con cara de ‘¿qué le pasa?’. “Tiene que moverse, mi esposo está por venir y querrá guardar el carro”, dijo sin vacilar. El soldado la miró, volvió al vehículo y salió un oficial, quien explicó que estaban ahí porque había peligro de en el barrio. “Ya, pero más adelante, este es el garaje de la familia”, insistió. Él, con 14 años encima, miraba. La unidad se reubicó. Su mamá le dijo a Juanma que había que prepararles una limonada a los soldados. “Oye, chibolo, ¿has paseado alguna vez en una tanqueta?”, preguntaron. “Nunca”, respondió. “Vamos a dar una vuelta”, propusieron.

Al día siguiente, en el colegio contó emocionado que había paseado en una tanqueta. Un momento que tenía de fondo la violencia terrorista del siglo pasado. Memoria que se confunde con otro recuerdo: su adolescencia, a los 16 años, tomando ron o pisco, a las 3 de la mañana, con sus primos en un balcón de San Martín de Porres y ver que pasaban encapuchados gritando vivas “al presidente Gonzalo”. Escenas que se han ido acumulando para influir, unidas a otros momentos, en la creación de Una pelota en el camposanto, la nueva obra de Juan Manuel Chávez, o Juanma, que, desde mañana, estrenará en Perú21 vía .

Entra la videollamada. Está en . Ha dejado atrás los 29 metros cuadrados más un balcón de Barcelona. Su esposa, su perro y Juanma ahora viven en el triple de espacio. Interrumpo la mudanza, que estima es la quinta desde que dejó Lima.

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-En la novela está presente la migración y el retorno. En buena cuenta, la mudanza.

Una de mis líneas de investigación tiene que ver con la migración. La migración es algo inevitable, es consustancial al ser humano. Me define la identidad migrante. Yo no dejo atrás las ciudades, acumulo experiencias vitales que multiplican mi identidad. Las temporadas que he pasado en Buenos Aires; o en Rímini, Italia; el tiempo que vivimos en Valencia y Barcelona; los orígenes en Lima; y ahora viviendo en una isla, en el Atlántico Medio, más cerca de África que de Europa, determinan también otra forma de percibir mi propia identidad. Yo creo que mi literatura siempre es permeable al traslado, entendiendo la vida como un cruzar fronteras: a veces territoriales y a veces simbólicas.

-A veces se cree que los escritores viven en islas, lo que eventualmente podría ser un poco contradictorio en quienes beben de la realidad. ¿Dónde debe vivir un escritor?

A los 45 ya quiero confort. Un escritor debe vivir donde pueda encontrar aquello que en verdad le dé confort para poder sentirse cómodo escribiendo; cada uno tiene sus medidas de confort. Es muy complicado dedicarse a algo si no tienes aquello que tú crees que necesitas. Sí creo que la vida insular tiene un rol ahora en mí.

-Aún se cree que el escritor, más bien, no debe escribir desde el confort.

Es verdad, pero creo que lo dicen no habiendo padecido tanto. Cuando vivimos en Valencia, por ejemplo, los últimos meses fueron duros, en el sentido de comenzar a buscar en los cojines del sofá a ver si quedaban monedas para el día. Con esa preocupación alimentaria y de salud en la cabeza es más difícil crear a gusto. El dolor ayuda, la violencia ayuda, pero vivir con un padecimiento no es fácil.

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-Una pelota en el camposanto juega con la vida y la muerte, con el color verde de una cancha de fútbol y el color rojo de la sangre. ¿Por qué narrar ese contraste?

Hace muchos años, en el diario El Comercio había una sección donde nos invitaban a los escritores a contar una anécdota deportiva. Yo escribí un autogol en un campeonato interdistrital de fútbol, en el equipo de barrio, donde mi padre era el técnico. Y cuando él lo leyó me dijo que lo había hecho quedar mal. Siempre me quedé con la sensación de volver a ‘jugar’. Por otro lado, mi familia paterna es de campo; recuerdo los agostos que íbamos a las fiestas patronales. Mi sensación era que tal vez lo más rudo que podía pasar en estos pueblos, donde he ido con tanto cariño, es que me ‘maten’ la fiesta; contar la festividad popular atravesada por la muerte.

-¿En tu infancia o adolescencia jugaste fútbol?

Sí, pero era malo, aunque empeñoso. Lo grato de ver un partido de fútbol es que hay algo salvaje, irracional, y esa parte no controlada me gusta.

-¿Querías ser pelotero o escritor?

Quería ser el guapo del barrio (sonríe). Mis primos eran muy guapos, mis amigos eran guapos. Yo no pues. Un objetivo de vida era ser guapo. Además, tenía granos en la cara, lentes muy gruesos. Yo soñaba con sacarme la cara y sacudirla para que los granos se fueran. Pero me di cuenta de que iba a ser muy difícil ser guapo como mis primos o amigos. Y noté que no eran muy hábiles para hablar. Renuncié a ser el guapo del barrio y aprendí a hablar.

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-¿La literatura otorga alguna forma de belleza, alguna guapura?

Más allá de bromear sobre esto, lo literario tiene algo que es muy grato si te lleva a escarbar muy profundamente en ti; no para contar autorreferencialmente tu vida, pero sí para explorar aquellos miedos, tabúes. Sí creo que la guapura no tiene que ver con un asunto de aspecto físico estereotipado sino con una forma de actitud ante la vida. Pero me interesa la literatura como incertidumbre y duda –no como certeza o verdad–, que es una actitud ante la vida que sí es atractiva.

AUTOFICHA:

- “Soy Juan Manuel Chávez Rodríguez. Tuve 45 años hasta hace unos días. Nací en Jesús María, Lima. Mi padre es de Celendín (Cajamarca), mi madre es chalaca, del Callao. Estudié Ingeniería Civil en la UNI, pero ni loco acabé la carrera, la dejé unos años después”.

- “La literatura agarró fuerza cuando estaba estudiando ingeniería. Pero yo no sería escritor sin haber pasado por la ingeniería. Luego estudié Literatura en San Marcos. He publicado creo una docena de libros como autor, pero en 45 libros aparece mi obra”.

- “Hace unos meses terminé un libro que se llama El nobel se entrega en invierno. Me dediqué a leer durante varios años un libro por cada Premio Nobel de Literatura y a escribir sobre la experiencia personal de lectura. A la vez, tengo un libro en proceso llamado Dos minutos en Crimea”.

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Emanuel Soriano

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