Juan Casamayor es cofundador de la editorial Páginas de Espuma. (Foto: Julio Reaño/@photo.gec).
Juan Casamayor es cofundador de la editorial Páginas de Espuma. (Foto: Julio Reaño/@photo.gec).

No viaja con libros. Viaja con manuscritos, que los revisa en la soledad del avión. En este caso, el tiempo que duró el tránsito entre España y el Perú. Pero al regreso, sí volvió con libros, los que adquirió en sus visitas a librerías y ferias, los que empezará a leer con la mirada del editor, aquel que comenzó a ser hace 23 años, cuando fundó, junto a Encarnación Molina, la editorial , que tiene entre sus momentos más elevados la publicación de los cuentos completos del médico y escritor ruso Antón Chéjov.

Hijo de médicos y nieto de médicos, Juan Casamayor encontró en el libro una forma de cuidar a sus autores. Creció en medio de una gran tradición humanista, deslumbrado por el erotismo subido de tono de un Marqués de Sade o los cuentos de Ray Bradbury, cuando, sobre los 16 y 17 años, toda lectura es una epifanía. ¿El es como una medicina? Lo duda, prefiere decir que son buenos compañeros de viaje.

Semanas atrás estuvo en Lima para la feria del libro. Fue su quinta vez en nuestra ciudad. Contesta mi llamada desde Buenos Aires, adonde llegó previa parada por Montevideo. Siempre detrás del libro. Pero anuncia que, a su regreso a , durante 15 días desaparecerá del mundo.

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-¿Qué implica tu desaparición del mundo?

Necesito descansar (ríe). Tener una editorial es tener muchos frentes abiertos a la vez. Y, al menos, dos semanas quiero irme a desconectar.

-Entre tanto viaje, ya pareces un escritor.

No, nunca. Los escritores son los que tienen que ser visibles. Pero hay que mantener actividades en forma simultánea, en las que hay que cometer más aciertos que errores.

-¿Qué se hace ante el error?

Aprender. Parece que de los errores es más lógico aprender. Aprender de los aciertos también tiene su secreto. Esto se ha hecho bien, pero habría que profundizar por qué ha salido bien. Hay que adaptarte a nuevas realidades. Páginas de Espuma ha tenido que adaptarse a todos los cambios del siglo XXI, que no han sido pocos.

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-Se podría pensar que por la pandemia la digitalización es casi una amenaza al libro físico. ¿Es así?

El libro electrónico ante la pandemia ha resultado perdedor frente al papel; por lo menos, en los editores en España. El gran fenómeno que ha traído la pandemia casi en toda la geografía del español es la venta del libro en papel por vía electrónica.

-En esta gira por Latinoamérica, en medio de una pandemia que parece que se aleja, ¿cómo has encontrado a nuestra región y sus libros?

He encontrado una buena calidad de las librerías independientes, pese a todo. Junto con eso, me he encontrado con un fenómeno, especialmente en Perú, de nuevas librerías. Ha sido maravilloso ver La Rebelde, ha sido maravilloso ver Placeres Compulsivos, ha sido maravilloso ver a Babel. Eso quiere decir que, junto con un fenómeno que apunta a lo electrónico, curiosamente el libro sigue siendo ese milagro eterno que no lo derriba nada. En Argentina las librerías que he visto están fuertes y en Uruguay ha pasado un poco lo mismo. Y luego ha pasado un fenómeno curioso: como la gente no se ha trasladado a los centros de la ciudad durante muchos meses por la pandemia, han descubierto su librería de barrio o de proximidad; cuando ha vuelto la dinámica de la vida, esa persona de pronto está comprando en la librería que tenía al lado de casa, porque tiene un gran cariño hacia el librero, quien es casi como un médico de cabecera.

-¿Cuál es la función del libro hoy?

Es inagotable. El libro tiene tantas puertas y tantas ventanas por las que entrar y salir que me parece que es el medio más infinito. El libro es como un testigo, como estas carreras de relevos donde alguien entrega un testigo al siguiente corredor. La vida va hacia adelante, pero siempre el libro nos acompaña.

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-Un momento interesante lo protagoniza el cuento, un poco la especialidad de Páginas de Espuma. Hoy que vivimos el tiempo de la brevedad y cuando aparentemente el cuento no es el género literario de ‘moda’, hasta puede ser percibido como antiguo, ¿cómo encaja ese tipo de narrativa?

En primer lugar, te voy a rebatir la idea de que el cuento parece antiguo. Si hay un género que está renovando los límites de la literatura y que tiene una capacidad de mestizaje literario, de hibridar géneros, de romper fronteras, es el cuento. Gran parte de la buena literatura se hace precisamente en el cuento, porque tiene menos presión comercial, lo que no quiere decir que no se venda. El cuento goza de muy buena salud creativa; mira todas estas escritoras latinoamericanas que están cruzando el continente, cómo trabajan con el cuento; quiero pensar en Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Guadalupe Nettel, Fernanda Trías y tantas escritoras. Fíjate qué vitalidad tiene en estos momentos el cuento. Y es verdad que un cuento se puede leer desde la brevedad, pero el cuento también es un género exigente, como toda buena literatura. Se lee mucho más cuento en 2022 que en 1999 que empezamos con Páginas de Espuma. Si tuvieras delante de ti a Samanta Schweblin, te costaría decir que el cuento es antiguo (ríe).

-Bueno, tómalo como una provocación.

Eh, sí, y me encanta que hagas esa provocación.

-Cuando comparamos al libro con la medicina, me dices que, más que curar, ilumina. ¿Qué camino iluminó en ti?

Dar sentido a mi vida. Tengo la suerte de poderme dedicar a lo que me gusta, y eso es un lujo absoluto en la vida. Pero luego me ha dado, y no hablo como editor, ser mejor hombre. He aprendido mucho de mis escritores y escritoras.

-Sin embargo, en una entrevista advertiste que ser editor es como vivir en un abismo constante.

Es verdad. Hay momentos en el año en que uno está en tantos frentes a la vez, que se siente en el abismo personal: entre el agotamiento y buscar sentido, pero si justo en ese momento consigues darle sentido e incluso te sientes cómodo en ese borde de hacer tantas cosas, entonces es que estás condenado a estar en este mundo del libro.

-Pero Juan, si habrías sido médico, vivirías lejos de aquel abismo.

(Ríe). A ver, imagínate que somos neurocirujanos como mi padre y todos los días tenemos que operar a alguien y más de una vez a la semana operamos de vida o muerte. Eso sí que es un abismo.

(Esta entrevista se hizo días antes de que se produjera el atentado al escritor Salman Rushdie. Pero me tomé el atrevimiento de interrumpir la “desaparición del mundo” de Juan para pedirle una opinión sobre este hecho que aún nos conmociona).

Hay que condenar toda violencia contra la creación, venga de donde venga, sea del tipo que sea. Y lo único de lo que habla es de la fuerza del libro, en particular de la fuerza de Salman Rushdie a la hora de escribir. La condena a la que sometió el gobierno de Irán, hace más de 30 años, por un libro que en el fondo tuvo una mala traducción, lleva a que un joven que tiene menos de 30 años, que de repente con seguridad no habrá leído el libro, cometa tremendo delito. En el fondo, lo que habla (este hecho) es que el libro tiene la capacidad de ser un hilo conductor en el tiempo y de estar siempre presente en nuestras vidas, y no me da miedo; al revés, me da confianza por lo que supone el libro.

AUTOFICHA:

- “Soy Juan Casamayor. Tengo 54 años, ni más ni menos. Nací en Madrid, pero me considero aragonés, del norte de España. Soy licenciado en Filología, hice los cursos de doctorado, pero la tesis doctoral no llegó a buen puerto, porque me atrapó el mundo del libro”.

- “La editorial la monté con mi esposa, Encarnación Molina. Eso tiene sus ventajas e inconvenientes. Hay que diferenciar bien los ámbitos, saber que las diferencias personales no hay que llevarlas al trabajo, y las diferencias del trabajo no hay que llevarlas a la vida personal”.

-“Páginas de Espuma tiene unos 400 a 420 títulos publicados. Se viene un conjunto de ensayos de Proust y los cuentos completos de D. H. Lawrence. También Una grieta en la noche, de la escritora mexicana Laura Baeza, y Mientras estamos muertos, de José Ovejero, ganador del premio Alfaguara”.

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