Era irónico, polémico, provocador. Y también viajero. Bajo su bigote gris, trazaba una sonrisa pícara. Con su mano izquierda, que movía como si aún estuviera pintando, José ‘El Choclo’ Ricketts Escomel se definía como “un obrero que pinta y que se pasa la vida pintando”.

Para él, pintar era como respirar. Era su forma de existir, ya sea en su taller de París o en una casona de más de 100 años de antigüedad en el balneario de Mejía, a dos horas de la ciudad de Arequipa.

En Mejía trabajaba de manera disciplinada por ocho horas y, luego de limpiar sus pinceles, salía a correr por la playa, acompañado de perros vagabundos que hallaba en su ruta. “Es una vida simple”, declaraba a Willax en 2012.

El entrañable pintor, quien buscaba en el arte su propia mitología con dibujos de duendes, paisajes y personajes que iban de trapecistas a prostitutas, falleció el 22 de agosto pasado, dejando una vasta obra valorada a nivel internacional.

TERCO CONTRA EL MUNDO
Ricketts nació el 17 de abril de 1950, en Arequipa. Desde joven fue un hombre de mundo. “Caminé por muchos senderos. Pintaba desde muy temprano. Mi familia se opuso. Pero contra mi terquedad, nada pudo hacer”, reveló. A los 21 años, fue su primera muestra y, desde entonces, presentó obras en Francia, Italia, Suiza, Portugal, EE.UU. y el Perú.

“Yo he venido a este mundo para estar vivo. Después no sé qué pasará, pero espero que me sorprenda”, reflexionó ‘El Choclo’ sobre la muerte. Palabras y obras que hoy cobran una vitalidad especial.

Opinión de Cecilia Valenzuela, directora de Perú21

​Poco antes de morir, Pablo Picasso dijo que pintar como los clásicos le había tomado años, pero que pintar como los niños le había tomado la vida.

A 'El Choclo' Ricketts, esa mágica descripción de arte y existencia le calzó perfecta. Vivió libre. Vivió pintando. Pero también dando la batalla por conservar intacta la honestidad y la alegría que pintan a la niñez, de cuerpo entero, y a los artistas como él, de alma plena.

Cuando no estaba trabajando en su taller, 'El Choclo' estaba bailando, escribiendo, soñando; buscando las formas y los mensajes, cargados de juego, que después habitarían sus enormes y fantásticos cuadros.

Anduvo siempre llevando el compás de la música que amó y de los lugares en los que vivió, traduciéndolo todo al color, a la belleza, al ingenio. Pero también al reclamo, a la exigencia por preservar y proteger, de lo formalmente ciudadano, y mundano, la inocencia y la creatividad.

Su último deseo fue que sus amigos nunca lo supiéramos muerto. Quiso que lo imagináramos, para siempre, en un lugar remoto, haciendo reír a extraños. Eligió partir en silencio. Sin despedirse. Con la misma dignidad con la que pasó por este mundo.

Nos ha dejado sus pinturas, su recuerdo, sus textos; y una falta sin fondo, como diría Vallejo, el poeta que tantas veces repitió.

Datos: 
- Ricketts creó el salón de arte Minotauro, en Yanahuara, y fue agregado cultural de la embajada peruana en Portugal.
- En Sacerdotisas (2014), una de sus muestras, rindió homenaje a prostitutas por “dar placer” a la sociedad.
- Las galerías francesas Edifor París y Espace Alies Guinard París representan el trabajo de Ricketts en el extranjero.