Jorge Nicolini es coleccionista de autos clásicos.
Jorge Nicolini es coleccionista de autos clásicos.

Dice que dormía con su carro. Era un auto de pedales, con la palanca afuera, llantas inflables. Hasta lo cuadraba. Novedoso para la época, un carro inglés. Un regalo familiar, su primer auto a los 7 años de edad. A los 15, llegó un kart, un año después empezó a correr karting y con la mayoría de edad ya tenía su propio auto para viajar por la ciudad. Luego llegó el para quien fue el presidente del club Universitario de Deportes.

Jorge Nicolini calcula que tiene 120 autos. O tal vez 122. Todos los tiene agrupados en el , que actualmente recibe visitantes todos los días, incluso domingos y feriados. Espacio que comparte con el taller, donde renueva estas unidades clásicas que rescata.

¿En qué carro viaja Jorge Nicolini? Explica que tiene un Toyota Híbrido del 2012, que no contamina. “Usa tecnología muy buena, no molesta. Súper económico”, dice. “Pasa piola”, agrega el otrora dirigente deportivo que es, sobre todo, un apasionado de los .

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-Usted suele contar la historia del auto que vio en la avenida Argentina y con el que inició su pasión por coleccionar autos clásicos. ¿Cómo fue ese momento?

A los 18 años vi pasar el auto por la fábrica de mi padre, un Lincoln del año 25, que era un colectivo, que lo acababan de traer de Arequipa y recién lo estaban usando para transporte público. Me llamó la atención porque tenía aro de madera, llantas delgadas, techo de lona. El carro era imponente. Entonces, lo perseguí. Agarré mi carro, lo seguí y lo encontré en el paradero. Le dije: “oe, ‘compare’, ¿lo vendes?”. “Sí lo vendo”, respondió el chofer. Pactamos un precio. Pero yo no tenía plata. Le dije a mi papá, pero no me ‘bancó’, así es que fui a rogarle a mi mamá.

-¿Cómo expresó la negativa su padre?

Mi papá estaba en otra onda. Él tenía la fábrica de fideos Nicolini. Aunque mi papá y mi tío eran representantes de camiones Mack y autos Packard. Entonces, yo de niño estaba ahí en los talleres, me subía a todos los carros y camiones. Eso me motivó más a la pasión por los autos.

-Y cuando fue con su madre, ¿qué le dijo ella?

Rogué y rogué y me dio la plata. No solo me compró ese carro, sino otros tres carros más (risas). No recuerdo bien, pero ese carro me debe haber costado como dos mil soles. Poco a poco lo restauré.

-¿Dónde está el placer por recuperar lo antiguo?

Me gusta usarlos. Gracias a mis carros antiguos conozco todo el Perú. Con un carro del año 30 me he ido a Tarapoto. Con un Packard del año 28 también me he ido a Cajamarca, con otro carro me he ido a Huaraz, con un Ford del 30 he pasado Ticlio.

-¿El Ford del 30 pasó tranquilo Ticlio? El frío es bravo.

Sí pasó. Pero era un carro convertible todavía (ríe), el frío es triple, aunque eso hace que no te dé soroche (risas). Los frenos también eran complicados porque no eran hidráulicos, había que tener cuidado. Pero si en la época de mis padres o abuelos viajaban con estos carros, por qué no puedo viajar yo con las carreteras que hay ahora, que son mejores.

Museo de Autos Nicolini.
Museo de Autos Nicolini.

-¿Y no ha tenido choques graves, capaz al borde de la muerte?

Nunca, jamás.

-¿Cuál es la clave para no chocar nunca?

Ser precavido. Pensar en todo. En carretera tienes que ver todos los panoramas, las posibilidades.

-¿Manejar un auto se parece en algo a un partido de fútbol?

El partido de fútbol lo juegas en equipo; en el auto eres tú.

-Pero en el auto hay que ser una suerte de 10, cerebral.

Exacto... Te cuento que acá en el Perú había buenos carros antiguos y nadie les paraba bola. Eran chatarras. Es más, en la fábrica decían: “el hijo de Nicolini es loco, junta chatarra”. Algo de loco debo tener definitivamente (risas).

-Se dice que los autos terminan siendo extensiones del cuerpo, que hay que sentirlos. ¿Es así?

Es cierto. Uno llega a quererlos. Tengo 59 años metido en esto. Imagínate, los autos son como mis hijos, tengo mi taller de restauración, donde los pinto con una buena pintura como es Glasurit, que le da el acabado excelente, la pintura que uso para mis carros para darle un acabado increíble, los carros están impecables.

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-¿Cuál ha sido su última adquisición?

Un Hudson del año 1919. Tengo una camioneta que he traído de Arequipa, una Chevrolet del 59, pickup, una rareza también.

-¿Qué es lo más descabellado que ha hecho por un auto?

En el Rímac ubiqué un auto por un amigo. Había un zapatero delante del garaje, que estaba tapeado. El auto estaba muerto en vida. Lo fui a comprar, pero parece que ofrecí poco y no me lo vendieron. Pero a mi hermano le dije que vaya a comprarlo. Es un carro del año 1912. Tuvimos que pagarle al zapatero para sacar su quiosco, desarmarlo y volver a armarlo; le pagamos dos días de trabajo.

-Se podría pensar que coleccionar autos es una frivolidad.

De frívolo no tengo nada. Pueden venir a este museo y ver la historia del Perú a través de los carros, no solo hay carros de Lima sino también de provincias. Te puedo decir hasta los nombres de los propietarios de los carros. No solo se vivía bien en Lima, sino en todas las provincias. Tengo carros de Tumbes, Cusco, Arequipa, Chincha, Trujillo. Quiero mostrar la historia que hubo en el Perú desde los años 1900 hasta la década del 70. No es ninguna frivolidad.

-Es un testimonio del siglo XX.

Por supuesto. Tengo carros de 1901, 1903, 1908, etc. De mineros, de corredores, de distintos personajes.

-¿Qué carro sería usted?

(Risas). Me gustan los Packard, era un carro muy bonito. Ta hablo de los del año 30. Tengo seis o siete.

-¿Volverá al fútbol?

No, difícil. Ya di mi cuota, ya hice el servicio militar obligatorio por nueve años y fui ocho veces a la Copa Libertadores.

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AUTOFICHA:

- “Soy Jorge Nicolini Bernucci. Nací en Lima, en San Isidro. Tengo 77 años. En la época del colegio corría karting, me compré mi primer auto cuando estaba preparándome para la universidad. No entré y me dediqué a trabajar, y he trabajado toda mi vida”.

- “Trabajé primero con mi padre. Mis abuelos son italianos. Mi bisabuelo, con todos sus hijos, llegó al Perú en 1878 más o menos. Mi padre era hincha de la ‘U’ y teníamos un chofer chinchano que era hincha de la ‘U’, trabajó con nosotros 45 a 50 años; él me llevaba al fútbol”.

- “Ahora se puede ir a visitar el museo y el taller de autos clásicos que tengo. Están en el mismo lugar: Av. La Molina, cuadra 37, Urb. Sol de La Molina. No hay que separar cita. El local es bien amplio. El horario es de 10 a.m. a 6 p.m., todos los días, incluidos feriados. La entrada es S/20 adultos y S/10 niños”.

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