El sacerdote dominico ha sido reconocido con el premio Summum a la trayectoria. (Perú21 / César Campos)
El sacerdote dominico ha sido reconocido con el premio Summum a la trayectoria. (Perú21 / César Campos)

Ha impulsado la publicación de 105 libros de gastronomía peruana. Lleva medio siglo en el Perú, de sus 80 años de vida. Ha vivido la Segunda Guerra Mundial y hoy, desde el campo editorial, es parte del crecimiento gastronómico peruano. Esta semana, el padre dominico Johan Leuridan Huys recibió el premio Summum en reconocimiento a la trayectoria. Entramos a la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la USMP, donde el religioso belga es decano. Es jueves 30 de agosto, día que se celebra a Santa Rosa de Lima, coincidentemente patrona de los dominicos. Es feriado, en la universidad solo están los vigilantes y el padre en su oficina. Vestido de terno, nos estrecha la mano. Su saludo, que aún conserva sonoridades de su lengua materna, es sobrio. Solemnidad que se agrieta cuando recuerda el cau cau o el cuy, que dibujan una sonrisa en su rostro.

¿Cómo llegó al Perú?
Había terminado mis estudios de Filosofía y Teología y estaba haciendo el servicio militar en Bélgica, que era obligatorio. No tenía programado ir a América Latina. Pensaba ir a África, pero el superior elegido en Perú era belga y me invitó a venir. Como había problemas en África, no fui. Vine de imprevisto y ya tengo 50 años aquí.

¿En qué circunstancias hizo el servicio militar?
Tenía 29 años. Los sacerdotes contábamos con dos meses de preparación militar y después nos nombraban capellán, y como tal pasé a un cuartel. Me mandaron a Alemania en plena Guerra Fría.

¿Por qué eligió el sacerdocio?
Se llama vocación. Desde joven lo tenía claro. De seis hermanos, yo era el único que iba por esa ruta.

Pero también están los factores externos que afirman la vocación.
Puede ser las circunstancias difíciles que vivió el país, porque cuando fui niño conocí la Segunda Guerra Mundial. Hubo momentos en que tuvimos que refugiarnos ante los bombardeos.

¿Qué recuerda?
A las tres de la mañana, mis padres venían a sacarme de la cama porque estaban bombardeando. Las familias se refugiaban en los sótanos. Las bombas caían sobre las casas. En el subterráneo teníamos comida, bebida, herramientas y máscaras contra el gas. Mis padres vinieron a llevarme, pero yo estaba dormido y no quería salir de mi cama (risas).Me dijeron: “Bueno, nos quedamos los tres acá”. Los alemanes recorrían las casas llevándose las reservas. Pero el sacerdocio no es una opción contra la guerra, sino es la oportunidad de anunciar el Evangelio, el mensaje de Cristo, que dice que lo fundamental es el amor, que es buscar el bien para todos.

¿Su acercamiento a la gastronomía también partió de casa?
Sí. En la familia está la educación. Porque el profesor enseña, no educa. En mi casa había un interés muy importante por la gastronomía. Tenían un gran gusto por la comida. Mi madre cocinaba muy bien. Cuando íbamos a un restaurante, también se hablaba del tema. Entonces, recibí ese mensaje desde niño. Y cuando llegué al Perú y vi esta cocina tan variada, con tanta riqueza, me llamó la atención que no veía libros. Empecé a estudiar, investigar y publicar. Ofrecí contratos, porque en Perú se habla mucho de investigación, pero hay muy poco presupuesto o no lo hay. Investigar es un trabajo, merece un pago. Entonces, la gente me empezó a buscar. Y así hemos podido hacer una investigación sistemática y permanente sobre gastronomía.

Usted llegó en una época en que no se hablaba como ahora de la gastronomía.
El peruano no se da cuenta de que tiene muchas cosas valiosas. Se ve lo negativo y no lo positivo. La gastronomía no es algo superficial, porque intervienen las amas de casa, que no son pocas, los restaurantes que son cientos de miles, hay diversidad de cocinas, recetas. Y hay algo muy importante: en América del Sur, el Perú no es el único país con una gran biodiversidad, Colombia tiene igual o más, pero no tiene el arte de la cocina. Perú es el único país que tiene esta creatividad.

¿Por qué somos tan creativos?
No se sabe. Pero es una prueba de que en Perú hay inteligencia, esfuerzo y creatividad. Hay una cocina tradicional que se ha transmitido de generación en generación por medio de las familias, es una riqueza increíble, que no hay en otros países. La cocina no es superficial, es fundamental para el hombre, para su salud. Por eso estamos promoviendo estudios detallados en las regiones. Antes nadie hablaba de la quinua y hoy se busca a nivel mundial. El cuy se aprecia en la sierra, pero en la costa no, cuando es sumamente nutritivo, más que el pollo.

¿La gastronomía cómo suma en la necesidad de ser mejores personas?
Es principalmente un aporte material. Nos ayuda a saber qué debe comer el hombre.

Pero también hay un tema de comunión.
La comida es un acto social para promover la amistad, la buena relación entre las personas.

¿Qué tienen en común el sacerdocio y la gastronomía?
Son partes esenciales en la vida. La Iglesia nos hace acordar que el hombre no solo se relaciona con la materia, sino con las personas. El gran filósofo Jürgen Habermas, un ateo de origen marxista, criticó al marxismo porque solo vio la relación del hombre produciendo, pero el hombre no solo transforma y produce materia, sino se relaciona con otros hombres. Se establecen relaciones permanentes cuando existen valores como justicia, fortaleza ante los problemas y templanza, que es el sacrificio. También están la solidaridad, generosidad y respeto.

¿A qué platos peruanos siempre vuelve?
(Risas) Platos exquisitos son el lomo saltado, el chupe de camarones, el tiradito. Poco a poco he conocido la gran variedad. Por ejemplo, el cau cau no existe en Europa. Al comienzo me parecía raro y llegué a apreciarlo. La comida tradicional es el gran distintivo de la cocina peruana, que se debe mantener. 

AUTOFICHA
- “Nací en Brujas, Bélgica. El 24 de setiembre de 1937. Voy a cumplir 81 años. Estudié Filosofía y Teología. Pertenezco a la orden de los padres dominicos. He tenido formación netamente de soldado durante dos meses del servicio militar que hice. Hubo mucha amistad y fue bonito vivir en comunidad”.

- “Éramos seis hermanos. Pero ya fallecieron dos. De los cuatro, tres tienen 14 hijos y ya tienen 19 nietos. Soy el único que se dedicó al sacerdocio. Actualmente, soy decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la U. de San Martín de Porres”.

- “Tenemos varios libros en camino: Dulces de convento (Sandra Plevisani y Teresina Muñoz-Nájar); Cultura alimentaria de los antiguos Nasca (Giuseppe Orefici). El cultivo del olivo en el Perú. Patrimonio cultural americano (Gianfranco Vargas). Las cocinas del departamento de Arequipa (Yuri Cayllahua), entre otros”.