El escritor español Javier Cercas, autor, entre otros libros, de Soldados de Salamina. (Crédito de foto: Arduino Vannucchi).
El escritor español Javier Cercas, autor, entre otros libros, de Soldados de Salamina. (Crédito de foto: Arduino Vannucchi).

A Javier Cercas lo impulsó a escribir la pérdida de la fe religiosa. Tenía 14 años y había dejado su pueblo natal. Había quedado atrás un amor adolescente, el primero. Desesperado, el joven católico, deportista y buen estudiante comenzó a fumar, beber cerveza y entró en un estado de confusión que no lo ha abandonado al día de hoy. Como la religión, la literatura prometía dotar de una ilusión de sentido a la realidad. Comenzó a leer de otra forma, ya no solo por diversión, y a pensar en escribir.

A lo largo de su carrera, ejerció el periodismo, que lo obligó a salir a la calle para escribir crónicas que entregaba al diario El País. Ha ejercido por largos años también la docencia. En sus libros, ya sean de ficción o no ficción, hay investigación: rigor académico y trabajo de campo. Ha escrito novelas de no ficción que involucran el pasado histórico de su país en las que se propone entender lo sucedido, no juzgar. Para el caso de su último libro, la novela policial Terra Alta, ganadora del Premio Planeta 2019, consultó detalles técnicos con agentes de una comisaría, que incluso revisaron su manuscrito.

Este libro, de ficción, tiene como punto de partida un suceso real. Era Barcelona y corría el 2017. “Todo el mundo recuerda cómo un terrorista atropelló y mató a 19 personas en la Rambla de Barcelona”, dice. “Y no tanta gente recuerda que en una población cercana llamada Cambrils un policía mató a cuatro yihadistas de la misma célula que habían comenzado a acuchillar a gente, de hecho mataron a una mujer, que iban con chalecos explosivos que resultaron ser falsos”, agrega. Comienza el diálogo entre ficción y realidad.

De este policía real cuya identidad no se conoce, por miedo a represalias, nace tu personaje.

Los escritores trabajamos con la oscuridad, lo que no se sabe. Podemos apropiárnoslo. Podemos arrojar luz sobre eso. Eso es lo que hago en este libro. Me apropio de este personaje que nadie sabe quién es y le invento una biografía.

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La novela crea un espacio tranquilo en el que descubrimos heridas incurables del pasado.

Muchos de mis libros hablan de eso. Y sobre todo de la herida fundamental de mi país, la guerra civil.

Todos los países tienen heridas.

Cuando era joven, feliz e indocumentado, como decía García Márquez, creía que solo mi país era incapaz de lidiar con sus heridas, pero no, pasa en todos los países.

¿Cómo comenzar a tratarlas?

Hay dos maneras de lidiar con ello. Una es ocultarlo, enmascararlo, edulcorarlo, inventar un pasado en el que esas heridas no existen. La otra es afrontarlo, conocer ese pasado en su complejidad.

En todo su horror...

Y luego comprender, que no es justificar. Todo lo contrario: contar con todos los elementos para no cometer los mismos errores. Primero hay que ver en qué consisten las heridas y luego curarlas. Si no, se abren una y otra vez.

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En tu caso, ¿cómo has afrontado tu pasado?

Mi libro anterior, que es de no ficción, trata de mi peor herencia personal. Trata del héroe de mi familia, que era un joven que se alineó al franquismo, hizo la guerra y combatió en las filas franquistas y murió en la guerra civil.

¿El escritor debe enfrentarse a verdades incómodas?

Ser escritor es muy difícil, por eso hay tan pocos escritores buenos. Se trata de mostrar que la realidad es más compleja de lo que parece, de formular preguntas de la manera más compleja posible y no responderlas de manera clara.

¿La literatura ofrece una visión más completa de la realidad?

Ahora me he acordado de algo que dijo un periodista peruano que trabajaba en el periódico La Crónica, en el que se basó Vargas Llosa para Conversación en La Catedral. Le preguntaron “¿se parece mucho el periódico real al de Vargas Llosa?”. Y él respondió: “No. El de Vargas Llosa es más real que el nuestro” (risas). Puede ocurrir eso.

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En un pasaje se hace mención a una serie actual. ¿Las series alimentan a los escritores?

Había oído que la TV está haciendo el mejor cine actualmente. Hay series realmente buenas. Además, las series están devolviendo los placeres que daban las grandes novelas del siglo XIX, que se publicaban por entregas que eran capítulos, al igual que las series.

Hagamos un paralelo entre series y literatura...

Una película se parece a un cuento, que lo lees de una sentada; las series se parecen a las novelas. Las ves a lo largo del tiempo, te familiarizas con los personajes. Parte del placer de las novelas del XIX se deriva de que te familiarizas con los personajes. Te interesa su vida.

¿Han influido las series en ti?

Podría ser. Yo voy a escribir, por vez primera en mi vida, una segunda parte de una novela, de Terra Alta.

Se habla de que la crisis del COVID influirá en la literatura.

Indirectamente, no como tema. Estoy casi seguro de que no habrá grandes novelas de esto. No ha habido de otras pandemias. Piensa en la gripe española, que mató a más de 50 millones de personas al final de la Primera Guerra Mundial. Hay grandes películas y novelas sobre la Primera Guerra, pero, que recuerde, ninguna de la gripe. Pero puede ser un carburante.

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¿Qué elementos del presente pueden gatillar la escritura?

El miedo, la incertidumbre, la muerte acechando por todas partes.

¿Cómo trabaja un escritor con las crisis?

Las cosas malas en la vida a veces son buenas en la literatura. En un mundo feliz no habría literatura. Novelas no habría, poesía tal vez: poca y mala. Los novelistas trabajamos con el dolor, la discordia.

En un momento crítico, el protagonista de la novela halla un libro que le ayuda a pensar su vida. ¿Qué papel podría tener la lectura bajo la pandemia?

Lo que hallas en la gran literatura es placer antes que nada, pero también una forma de conocimiento, de uno mismo y los demás.

¿Es más necesaria ahora?

Es indispensable siempre, sobre todo en tiempos malos y también en los buenos. No se puede prescindir del placer y el conocimiento.