Redacción PERÚ21

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Por: Ana Del Barrio
Madrid/Diario El Mundo

Publicamos la entrevista que recientemente le hizo El Mundo de España al columnista de Perú21 y escritor de quien se dice que “ha sentado la cabeza, pero continúa siendo fiel a su lengua afilada”.

-¿De qué trata tu nueva novela Pecho Frío?
Es la historia de cómo un beso en televisión le cambia la vida a un hombre, que era un perdedor feliz. Ese perdedor razonablemente feliz se convierte en un hombre famoso y ganador, pero infeliz.

-¿La novela es una parodia del movimiento homosexual?
En realidad, es una parodia de las apariencias. Yo, hace 25 años, publiqué una primera novela titulada No se lo digas a nadie. Era una novela traspasada de culpa y dolor por todo lo gay. El protagonista llevaba la pulsión gay como una condena. Ahora, 25 años después, el personaje de esta novela descubre que fingiendo ser gay le va mucho mejor. Le ofrecen mejores trabajos, le piden que sea político, le pagan por las entrevistas... Es una parodia de cómo ha cambiado el mundo gay en estos 25 años.

-Y, ¿de qué manera ha evolucionado?
Radicalmente. Antes, cuando yo me sentía gay en mi juventud, lo que se decía era: “Hay que tenerle compasión y lástima al gay”. Ahora, es lo contrario: está de moda ser gay. Es al homofóbico al que se le mira con compasión.

-¿Qué tópicos sobre el movimiento LGTB hay que romper?
Cuando yo descubrí que me gustaban los hombres, era una tragedia. Tu familia lo veía como una enfermedad terminal o que podía tener cura. Te llevaban a psiquiatras, a predicadores religiosos... América Latina ya no es la región lastrada por la homofobia de hace 35 años. En Perú, hay políticos gays. Esto era inimaginable hace 30 años cuando se tenían que ir del país. Ahora, no solo nadie se escandaliza, sino que la diversidad es valorada.

-Tampoco está todo conquistado. En España, Vox vuelve a hablar de llevar a terapia a los hijos gays.
No está todo conquistado, pero la gran pregunta es dónde está la mayoría moral. Antes era homofóbica; ahora la mayoría moral es gay friendly. Vox representa a una parte de la sociedad española homofóbica, pero es una parte muy marginal. No es la mayoría. No han desaparecido, pero están en un rincón cada vez más acotado. Ya no mandan.

-¿Es fácil ser bisexual?
No, porque nadie te cree. El gay piensa que sigues siendo un gay, solo que te da un poco de vergüenza o lo quieres maquillar. El hombre macho heterosexual de la caverna, a la antigua, tampoco te cree porque piensa que si te gustan los tíos, no perteneces al club de los machos. Te quedas en el medio del camino.

-¿Cómo es ese lugar?
Yo he salido dos veces del armario. La primera vez cuando dije que me gustaban los hombres. Y, la segunda, cuando dije que había tratado de ser completamente gay fuera del armario, pero no lo conseguí. Veo que también me siguen gustando las mujeres. La pregunta que te hacen es que quién te gusta más y la respuesta es que no tengo ni idea. Eso depende de la persona y del momento. Yo me enamoré de Silvia hace 10 años y no me costó nada dejar a mi novio para estar con ella. Fue lo natural. Era lo que me pedía el corazón. Así como pagué un precio por decir que me gustaban los hombres, también lo he pagado cuando te asumen como gay y te enamoras de una mujer.

-¿Qué precio has tenido que pagar?
Pierdes lectores gays.

-¿Sí?
Hay un tipo de lector gay muy militante, muy radical, levemente intolerante, que si te había canonizado como gay, de inmediato te demoniza. Lo ven como una mancha y una traición. “¡Hombre, ya eras gay, ya lo habías conseguido!”. Piensa que eras uno de los suyos y ahora estás con una mujer. Pero el sexo es continuamente una traición. Las pasiones son ingobernables. Uno nunca sabe de quién se va a enamorar. Casi nadie se enamora de la persona correcta. Te enamoras de quien no tendrías que haberte enamorado y es lo que a mí me ha pasado toda la vida.

-¿Jaime Bayly ha sentado la cabeza?
Es verdad que estoy viviendo desde hace 10 años una suerte de felicidad familiar con esposa, con hijo de 8 años y perrito, que yo pensé que era imposible y que no estaba reservada para mí. No me cuesta ningún trabajo serle fiel a mi mujer. La amo.

-¿Sois una pareja abierta?
Si eso supone promiscuidad o estar sexualmente con otras personas, no. No necesito eso. No me lo pide el cuerpo. Que yo sepa, ella tampoco. Somos una pareja abierta en la medida en que nos contamos todo: nuestros secretos y fantasías, eso es muy saludable.

-En estos tiempos de corrección política, ¿puedes decir lo mismo ahora que hace 20 años?
Si una mujer es muy guapa, antes de decirle qué linda eres, me lo pienso dos veces. Hay muchas mujeres lindas que se sienten incómodas si uno las juzga por su apariencia física. Es mejor morderse la lengua. No me pasa esto con los hombres lindos. Si yo veo a un hombre muy guapo, que me gusta mucho y que me erotiza, no me corto para nada en decírselo. Con las mujeres, en estos tiempos, uno tiene que refrenar esa coquetería viril.

-Carmen Lomana afirmó que estábamos castrando a los hombres.
Yo no diría que nos están castrando, sino que nos están educando, nos están desasnando. El problema es que hay mujeres a las que todavía les gusta el hombre rudo que espolea a cierta fantasía. Creo que la seducción es un juego de a dos en el que las reglas no están inventadas ni son las mismas para toda pareja y, a veces, las reglas pueden ser políticamente incorrectas. Yo conozco mujeres que esperan que el hombre...

-Las empotre contra la pared.
Sí y que no se ande con tantos remilgos y que no pida tantos permisos. Cada pareja tiene que redescubrir sus reglas de seducción.

-¿Usted es un showman metido a escritor o un escritor metido a showman?
Yo diría que lo segundo. Soy un escritor que, como no vende suficientes libros, se tiene que resignar a salir en televisión todas las noches. No me quejo. Me pagan bien, pero uno sueña con vivir tan solo de los libros y eso, en mi caso, no ha sido posible.

-Sin embargo, la mayoría de los intelectuales menosprecia al medio televisivo.
Sí. Creo que se equivocan. La mayoría de los intelectuales no son inteligentes. Una persona inteligente debería ver con alergia el peso de sentirse un intelectual. La televisión tiene mala fama, pero hay formas y formas de hacerla. Yo creo que he encontrado una forma de hacer televisión, que no está reñida con la inteligencia.

-¿Hay muchos impostores en el mundo literario?
Yo diría imitadores. He conocido a muchos escritores argentinos que querían escribir como Cortázar. Se cuentan por centenares los escritores que han deseado escribir como García Márquez. Creo que es un paso en falso. El imitador es un impostor y hay que encontrar la voz propia. El estilo no hay que buscarlo, tiene que ser una cosa visceral, dictada por la intuición. Me pasa con los imitadores como con la pornografía: si tú quieres follar como los maestros de la pornografía, vas a fracasar. No puedes follar como ellos, es imposible. Solo ellos pueden hacerlo así. En la literatura tampoco hay que intentar imitar. Los grandes maestros son inimitables.

-¿Cómo está tu relación con Mario Vargas Llosa?
Le sigo admirando mucho.

-¿Le tienes envidia?
Yo no describiría mi sentimiento hacia él como envidia. Yo diría que le tengo admiración. Es un gran maestro que ha escrito obras inmortales. Esto no se dirá nunca de mí. Uno como escritor es primero lector y uno como lector quisiera escribir las obras que más le han impresionado. Él en ese sentido será siempre un gran maestro para mí.

-¿Sigue teniendo ambiciones políticas?
(Ríe). No, ninguna. Soy feliz como escritor y periodista de opinión. Ambos oficios están reñidos con el ejercicio de la política profesional. Si uno se mete en la política, tiene que sentir esa llamarada en el estómago y estar dispuesto a tragarse todos los sapos crudos del mundo. Mira, Pedro Sánchez. Está allí porque no se rindió. Ese es un político profesional. Yo he hecho grandes sacrificios para tratar de convertirme en un escritor.

-A la escritora Elvira Sastre le han llovido críticas demoledoras tras ganar el Seix Barral. Lo mismo te pasó a ti cuando quedaste finalista del Planeta y Marsé criticó la insuficiente calidad literaria de tu obra.
Marsé es un gran escritor y tenía razón. Ninguna de mis novelas estará nunca a la altura de las suyas. Comprendo que él encontrara insuficiente aquella novelita mía. A mí Elvira Sastre me gusta mucho. Me parece que es muy talentosa y que se merece el premio. Los lectores raramente se equivocan. Más frecuentemente se equivocan los críticos. Cuando un crítico se ensaña con una escritora que goza de tantos lectores, lo hace en parte porque asume que esa popularidad comercial es sospechosa.

-¿Nos quieren a todos igual de pobres?
[Ríe] Hay que tener cuidado con los charlatanes de la izquierda que dicen defender a los pobres. Y también con los de la derecha. En realidad, no quieren sacar al pobre de su abyecta pobreza, sino que quieren salir ellos mismos de la pobreza y la política es una vía bastante expedita para lograrlo. La pobreza que les preocupa es la suya. Una vez que lo han conseguido, se compran el chalé y ya están cómodos. ¿Son tan buenos para acabar con la pobreza en general? Yo digo que no. Es lo que yo veo en América y te voy a poner dos ejemplos radicalmente opuestos: Maduro y Macri. Maduro es un dictador chavista y Macri es un demócrata de derechas. En Venezuela, hay muchos más pobres ahora que hace 20 años, cuando comenzó el chavismo. En Argentina, también hay más pobres, cuatro años después de Macri. Hay que tener cuidado con los políticos que dicen que entregan su vida y se inmolan por los pobres.

-¿En España ha pasado lo mismo?
Yo creo que sí.

Los líderes de Podemos se compraron un lujoso chalé en Galapagar.
Son unos grandes charlatanes que han hecho de la política un estilo de vida que les procura pingües beneficios. No sólo han recibido consultorías del chavismo, sino que trabajan para televisiones iraníes. ¿Cómo puedes ser moderno, progresista, liberal, defensor de los pobres y de las minorías sexuales, de las mujeres que quieren abortar y cobrar un salario de la televisión iraní? ¿La dictadura iraní es progresista? No lo creo. Si vas de progresista, tienes que practicar una cierta coherencia moral. Descreo profundamente de los charlatanes que dicen que combaten la pobreza. En realidad, lo único que quieren es darse la gran vida ellos mismos. Y lo consiguen. ¡Fíjate en Venezuela! Ahora hay una camarilla riquísima y ladrona que se cuenta por decenas y el resto se muere de hambre. Y esa es una revolución que se hizo en nombre de los pobres. Cuatro millones de pobres venezolanos se han ido caminando por toda América del Sur.

-Antes existía un complejo de inferioridad de la derecha ante el planeta progre, ¿está desapareciendo?
Sí. Antes la izquierda tenía el monopolio de la sensibilidad. Si defendías a los pobres y te atormentaban las desigualdades, tenías que ser de izquierdas. Si eras de derechas, defendías a la gente con dinero. Esto ha cambiado. Cada vez más los ciudadanos comprenden que no importa tanto quién es de izquierdas o de derechas, sino quién sabe crear riqueza y mejorar la calidad de vida de la gente. A veces, hay gente que llega desde la izquierda y pienso en la señora Bachelet en Chile. A veces, lo hace gente de derechas. Eso explica que haya tanto gobierno de derechas en América Latina cuando antes no había casi ninguno. Ahora, tenemos Brasil, Argentina, Paraguay, Chile, Perú, Colombia... Hay una primavera de derechas en América Latina.

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