Inés Coronado, bailarina y acróbata: “La fragilidad es necesaria para reconocer tu fuerza”. (Alessandro Currarino/GEC)
Inés Coronado, bailarina y acróbata: “La fragilidad es necesaria para reconocer tu fuerza”. (Alessandro Currarino/GEC)

Estoy sentado en el mueble de la sala. Pasan algunos minutos. Se toma su tiempo. Y aparece en escena. Trae una sonrisa a veces tímida, a veces prudente. Lleva en brazos a Trilce, su primera hija. Desplaza, con sutileza, su pierna derecha, que sufrió una parálisis y perdió sensibilidad. “Mi herramienta es el cuerpo, con el que me expreso”, subraya.

Haciendo un dúo de acrobacia aérea cayó desde tres metros. Un destiempo en un giro fue la causa. La parte alta de la espalda impactó contra el suelo y se fracturó la primera lumbar. En ese instante todo corre más lento, el tiempo se estira. Lo primero que sintió fue el adormecimiento de ambas piernas. Han pasado cinco años.

Su cuerpo es un territorio en permanente conquista. Primero para iniciarse en la danza y la acrobacia, luego para dominar la parálisis de la pierna y, hasta mayo, para llevar una barriga donde crecía Trilce. Ella demuestra que el cuerpo no tiene una forma, que el cuerpo no es una norma.

De padres editores de libros y alumna de figuras de la danza como Mirella Carbone y Pachi Valle-Riestra, tras el accidente propuso Territorio vertical, una puesta en escena que presentó en el programa cultural de los Juegos Parapanamericanos. Un solo que tiene como protagonistas a la fragilidad y a la fortaleza. Y en el medio ella, con plasticidad, actitud y equilibrio. ¿Cómo nos levantamos después de una caída? Inés Coronado tiene la respuesta.

-Luego del accidente, ¿retomar el movimiento fue como aprender a caminar?

Sí. Cuando me fracturé la columna, la parálisis en un principio fue en ambas piernas. Pero la izquierda no se vio muy afectada y rápidamente se fortaleció. Con mi otra pierna, fue darle el mensaje al cerebro de que ahí estaba. Sentía que me iba a caer. Al principio era un cuerpo súper descoordinado. No tenía la fuerza de ahora.

-Una vez superado el accidente, ¿te has vuelto más atrevida o más cautelosa?

Atreverme a decir lo que quiero y vencer los miedos están muy presentes en mí. Volver al escenario era un atrevimiento total. Tenía un montón de nervios, también porque es poco usual ver a una persona con una movilidad reducida o una discapacidad sobre el escenario.

"Tener una discapacidad me hace ver cuán apurados estamos todos en el día a día, muchas veces sin necesidad de hacerlo.". (Alessandro Currarino/GEC)
"Tener una discapacidad me hace ver cuán apurados estamos todos en el día a día, muchas veces sin necesidad de hacerlo.". (Alessandro Currarino/GEC)

-¿Dudaste en volver?

Sabía que había un espacio para la danza. Sabía que podía ser interesante, pero no sabía cómo lo iba a enfrentar. Yo venía de la danza y el circo. Soy distinta, pero también soy la misma. Mis conocimientos están ahí y el aprendizaje que rebota es interesante. Pero sí tuve que lidiar con personas que no me conocían. Te preguntan qué haces y les dices: “Soy bailarina o acróbata”. Te miran con cara de “ya fuiste”, o te dicen: “Ya encontrarás a qué dedicarte”, o que ahora podré hacer un trabajo más intelectual. Me daban ganas de gritarles: “¡Tú no me conoces!, ¡no tienes idea!”.

-¿De qué no tenían idea?

Sin saber qué iba a suceder, sabía que iba a ser una exploración distinta. Somos investigadores del cuerpo y me puse el reto de encontrar una nueva forma de moverme. Retirarme de lo que he hecho toda mi vida por una parálisis era rendirme muy fácil. Fue una experiencia muy fuerte, que sabía que podía convertirse en algo muy potente en el escenario.

-¿Qué tanto has exigido a tu cuerpo?

En Territorio vertical uso barras paralelas, que son las barras de rehabilitación, inspiradas en los gimnasios donde entrenaba para pararme de nuevo. Pero le doy la vuelta: en el espectáculo las uso de otra manera, es un momento onírico. Es luchar por ponerme de pie y me cuelgo como si fueran barras de acrobacia. Me sorprendí conmigo misma.

-¿Ser bailarina y acróbata fue un accidente?

Desde los cinco años, con mi hermana melliza hacíamos danza clásica, íbamos al ballet y nunca lo dejamos. Aunque fui a Derecho en la universidad, al año que ingresé, el área de danza la empezó a dirigir Mirella Carbone y comenzó a gestionar para que se convirtiera en una carrera, y hoy danza es una especialidad dentro de la Facultad de Artes Escénicas.

-¿Por qué fuiste a Derecho?

Tenía una idea respecto a los derechos humanos, me gustaba ese lado. Cuando pasé a danza, también comenté que me interesaban esos temas.

-Es que desde la danza también hay un discurso.

Por supuesto. Con Mirella hemos trabajado la fragilidad del ser humano, he podido plantear cosas serias en el escenario. En esta fragilidad de los cuerpos he trabajado cómo las mujeres maltratadas se reconstruyen a sí mismas. Pero la fragilidad es necesaria para reconocer tu fuerza.

-¿Ya reconquistaste tu cuerpo?

Sí, pero cada vez hay una pequeña conquista que se va sumando.

-Tu cuerpo es una conquista permanente.

Así es. Ahora que he tenido a Trilce, me preguntaba cómo iba a hacer. Es bien loco ver cómo mi equilibrio se iba acomodando. El nacimiento de Trilce fue hermoso. El embarazo es como una revolución, pero ahí es cuando me sorprendo de mi cuerpo.

"La fortaleza está en no dejar de creer en mí.”. (Alessandro Currarino/GEC)
"La fortaleza está en no dejar de creer en mí.”. (Alessandro Currarino/GEC)

-¿Cómo se hace para levantarse de una caída?

Es aceptar que probablemente vas a necesitar parar muchas veces. No es una línea recta. Hay que desarrollar una escucha muy honesta con tu propio cuerpo.

-¿Qué te dice tu cuerpo?

Tengo más claro cuando necesito descansar. La capacidad de crear nuevos caminos con Trilce. Hay que tomarse el tiempo. Tener una discapacidad me hace ver cuán apurados estamos todos en el día a día, muchas veces sin necesidad de hacerlo.

-¿Hoy qué buscas?

La autenticidad de lo que puedo hacer. La fortaleza está en no dejar de creer en mí. El arte es mi herramienta para crear y llevar mi discapacidad de la mejor forma, no desde una resignación. Es romper con el estigma de la discapacidad. Llevarlo con orgullo. Camino diferente, pero soy bailarina, profesora, mamá y limeña.

AUTOFICHA

- “Soy Inés Elvira Coronado Muñoz. Tengo 36 años, nací en Lima. Estudié en la Universidad Católica, en la Escuela de Danza Contemporánea. También he terminado el bachillerato de Educación y estoy terminando la maestría en Gestión Educativa. Creo mucho en que nuestro país necesita educación”.

- “He sido parte del elenco de Agárrate Catalina, donde hicimos como cuatro espectáculos. Actualmente, enseño en la Universidad Católica y en La Tarumba soy coordinadora del proyecto de circo social con la Cruz Roja Peruana, que se llama Cuerda Firme”.

- “En 2017 con mi hermana y dos compañeras fundamos Mundana, que es una compañía de artes escénicas. Territorio vertical ha sido su primer espectáculo y lo venimos moviendo desde 2017. Buscaremos nuevos espacios para seguirlo montando. Y estoy en nuevos proyectos que aún no quiero contar”.

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