Capinota era dos callecitas paralelas que se unían. Entre ellas había unas 500 casas. Esa era su geografía en los años 60. Gonzalo Hermosa vivía a media cuadra de la calle Sucre, cerca de la plaza principal, en una casa de adobe, con tejas, dos huertas, árboles de naranjos y mandarinas, vacas, burros, caballos, a los que atendía. Y a hurtadillas, una guitarra y él, aquel “pecado” que ocultaba. Cuando su padre se enteró, le dijo: “Esta guitarra es un arma cargada: puede servir para tu destrucción o triunfo”.

En un viaje de ocho horas, llegó a Cochabamba, para seguir la secundaria y luego estudiar Medicina, como quería su padre. En la ciudad descubrió que las notas que tocaba tenían nombre. Aprendió preguntando, aunque hasta hoy no sabe cómo llamar a algunos acordes. “No soy de academia, sino intuitivo y natural. Tuve que aprender a deducir”, aclara mientras sostiene el clásico poncho blanco del grupo que ya lleva 48 años sobre los escenarios.

El tatarabuelo de Gonzalo, el primer Hermosa que pisó Bolivia, llegó de Cusco, donde casualmente fue el debut internacional del grupo. Desde entonces, ya perdió la cuenta de las veces que se han presentado en el Perú. Pero, por lo pronto, repasemos la gira que los trae de vuelta. El miércoles tocaron en Trujillo, mañana en Cajamarca y el domingo en el Gran Teatro Nacional. El próximo jueves en Ayacucho, al día siguiente en Huancayo y el sábado 22 retornan a Lima, al Parque de la Exposición. Los Kjarkas están en su segundo hogar.

-¿La vida es como una canción?
La vida se puede resumir en una canción. Y es muy difícil hacerlo. El Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez dijo que admiraba a quienes hacen canciones, porque ellos pueden resumir en dos estrofas toda una vida. A veces se piensa que nosotros solo acomodamos palabras. No es así. Nuestras canciones son historias que han marcado la vida. Algunos probablemente hacen historias ligeras, que repiten “te quiero” solo por decirlo. Pero los artistas en el folclor hemos procurado que nuestro verso tenga magia y que pueda involucrar a muchos.

-¿La canción está menos valorada que la literatura?
Sí y es algo que no entendemos. La canción es mucho más que la literatura. Por ejemplo, en un poema puedes extenderte sin límites, pero una canción te marca, te dibuja un cuadrado y no puedes salir de ahí.

-¿Los Kjarkas qué nos han querido decir en sus canciones?
Creamos el grupo porque estábamos yendo a la dilución, a la enajenación total de América del Sur. En los sesenta estábamos con las corrientes mundiales de la nueva ola. América del Sur tiene riqueza, si la quitas se vuelve un pueblo cualquiera, un pueblo fantasma, sin rostro. Y ahora, el reggaetón nos está rompiendo a todos los folcloristas. El reggaetón es una corriente mundial que hace bailar a todos los que no piensan. Es lo que querían, que seamos muñecos de cuerda.

-Pero hoy el reggaetón es la mayor expresión de la región.
Sí, pero se ha vuelto una corriente que no dice nada. Musicalmente es pobre y en poema también.

-Hacia finales de los 60, ¿en qué circunstancias eligen esta música?
Teníamos herencia musical. El folclor de nosotros significa el alma misma del pueblo andino. Los provincianos siempre hemos soñado con llegar a conquistar el mundo, ser alguien y volver a la tierra. Yo tenía 15 años.

-¿Kjarkas conquistó el mundo?
Sí. Hoy no somos ignorados ni en Rusia.

-Entonces, ¿en qué contexto se gesta Kjarkas?
En el año 68 discutíamos sobre las guerrillas del ‘Che’ Guevara. Para no sentirme solo como músico, enseñé a mis hermanos Wilson y Castel (somos siete) a tocar la guitarra y que me acompañen. Cantábamos con otro muchacho, Edgar Villarroel. Y estábamos discutiendo sobre los avances de América Latina y descubrimos la vida del cantautor Benjo Cruz, que hacía protesta. Y él decía: “Quizá exista Dios, pero si existiera, terminaría almorzando en la casa del patrón”. Y Benjo se incorporó a la guerrillas. Entonces, eso discutíamos nosotros. Ese es el día cero de Los Kjarkas, un 24 de junio.

-¿Y fue unánime la decisión de que la guitarra debía cambiar el mundo?
Las canciones sí llegan a todos y el discurso político no.

-El mejor discurso político es una canción.
Lo es, aunque no diga nada de política. La música es un premio de Dios. La canción tiene dos artes: música y poema.

-En una entrevista a su hermano Elmer, él dice que Los Kjarkas, de alguna manera, recuperaron la autoestima del boliviano.
La morenada, la diablada, era un grupo de 20 personas, que el papá obligaba a los hijos a disfrazarse. No lo hacían a gusto, porque había una vergüenza total a la música tradicional. Pero con nuestra aparición se descubre que la música podemos actualizarla, hacerla joven.

-¿Hoy les preocupa sonar actuales?
Siempre estamos acomodándonos a las exigencias del poema y la necesidad de los pueblos. No podemos ir como música rezagada. Muchos toman el folclor como algo que pasó hace 200 años y que solo eso se puede tocar. Se creía que la tradición era una cosa estática, hecha en piedra, que no se podía mover.

-¿Qué es la tradición?
Es lo que hacemos hoy y haremos mañana. Se va construyendo. Los Kjarkas somos una escuela.

-Kjarkas significa fuerza. ¿Dónde radica esa fuerza?
Hoy es significado de triunfo.

-¿Y qué lo hace vulnerable?
No le tengo miedo a nada. He conquistado mis miedos. Era una persona tímida por enfrentar a un mundo que era tan adverso a uno. De tanto estrés me vino la ciática. Pero tengo que seguir conquistando y defendiendo mi música. Soy un poeta y músico que no le debe nada a nadie.

AUTOFICHA

-“Soy Gonzalo Hermosa González. El 2 de octubre cumplo 70 años. He nacido en Capinota. El médico judío alemán que me hizo nacer se fijó en una marca que tengo (muestra su muñeca) y a mi padre Florencio le dijo: ‘Tú hijo ha nacido marcado, este va a ser un gran poeta, médico, un escritor’”.

-“Los Kjarkas debemos tener unas cuarenta producciones. Ya perdí la cuenta. Y estamos sobre las 400 composiciones, de las cuales el 70% u 80% son mías. Y ahora hemos lanzado una canción que se llama ‘Mayupata Francisquita’, dedicada a las personas que hablan quechua”.

-“A los 13 años formé el trío de bolerista Iris y luego vinieron dos grupos de rock, uno de ellos Extraña Dimensión. En Cochabamba, era reconocido como uno de los mejores compositores. Mandaba mis canciones a los grandes festivales. Suponían que era un señor, con lentes y bastón, pero tenía 13 años”.