Giovanna Pollarolo se confiesa con Perú21 (GEC).
Giovanna Pollarolo se confiesa con Perú21 (GEC).

Giovanna cuenta que, en una clase con el gran lingüista Eugenio Coseriu, él relató que una vez el catedrático Ramón Menéndez Pidal le empezó a explicar todos los proyectos que tenía pendientes y que le iban a demandar unos 20 años más. Menéndez dijo: “Ya sé que suena raro que a mis 90 años esté diciendo todo esto, pero lo que pasa es que yo no quiero que me pase lo mismo que a Matusalén”. Él se refería al relato bíblico sobre el personaje cuya casa quedó destruida. Matusalén dudaba si debía levantar una nueva construcción o no, porque ya era un anciano. Esa historia quedó sembrada en la mente de Giovanna. Muchos años después, ha cosechado su libro Matusalén, que inicia con un relato del personaje. Cuando le ocurre esa desgracia a Matusalén él tenía apenas 30 años y decidió no construir nada. Sin embargo, vivió unos 50 años más, que para la época era increíble. Desde la sala de su casa, en Barranco, la premiada poeta tacneña reflexiona sobre cómo afecta el paso del tiempo a las personas en su cuerpo, su mente y su manera de afrontar la vida.

Su libro es complejo de clasificar. Se trata de textos cortos y poéticos, que narran distintas escenas unidas por el paso del tiempo. ¿Cómo se gestó una publicación así?

Me di cuenta de que para lo que me estaba preocupando, lo que estaba buscando escribir, necesitaba una estructura que no fuera el poema en el sentido de verso, sino, como estampas o cuadros. Decidí por lo que me resultaba muy natural y cómodo, que era contar pequeñas anécdotas relacionadas de alguna manera con la pregunta que gatilla, motiva o desencadena todo el libro, que es lo que se pregunta Matusalén: ¿construyo una casa o ya no vale la pena?

¿Qué implica plantearse esa pregunta?

Se pregunta todo el tiempo a santo de qué voy a hacer esto, lo cual, a la larga, es una pregunta que tiene muchas connotaciones, porque implica también una manera de tomar la vida, de vivir. Todas las personas tenemos momentos en los que decimos: ¿sigo adelante?, ¿empiezo algo nuevo y no me importa si va a tener trascendencia o no? ¿Para qué lo haría? El otro día, en un conversatorio, Alonso Cueto contó algo que, a su vez, se lo contó María Kodama. Ella le dijo que cuando a Jorge Luis Borges le detectaron que tenía cáncer, y que le quedaba poco tiempo de vida, decidió que quería aprender árabe y empezó a tomar clases.


GIOVANNA POLLAROLLO. (FOTOS: ALONSO CHERO)
GIOVANNA POLLAROLLO. (FOTOS: ALONSO CHERO)


¿Qué nos indica una decisión así?

Eso es algo que revela una manera de ser. Alguien que dice “no me importa qué va a pasar, voy a hacer lo que tengo ganas de hacer”. Creo que todos los textos, estampas o relatos, o entradas de Matusalén están relacionadas con esa pregunta. Me gusta la idea de que conformen un gran relato hecho de diferentes piezas, y que cada lector lo pueda ir armando. No en el sentido de un relato convencional que tiene un principio, un desarrollo y un final, una trama; sino más bien que cada lector vaya decidiendo su orden.

Para efectos estadísticos, la ONU clasifica como jóvenes a las personas entre los 15 y 24 años.

Es horrible eso porque ahora ya vivimos en un mundo marcado por las incertidumbres y por la dificultad o la imposibilidad de clasificar. Esas clasificaciones aristotélicas tuvieron vigencia hasta el siglo XIX o parte del siglo XX. Ahora estamos en una época en que las fronteras son borrosas. Todo tiende más bien a lo híbrido. Pero frente a eso, te ponen unas clasificaciones de edades que suenan excluyentes.

¿Qué criterio determinaría cómo se deben comportar hasta qué edad o qué actividades se deben hacer?

En este libro Matusalén también critico eso. Apuesta por una mayor libertad. Que no haya este afán clasificatorio. Porque las clasificaciones son limitantes. ¿Por qué los mayores son condenados a esta suerte de parálisis o retiro? Yo sí creo que hay que saber cuándo retirarse, porque de lo contrario imagínate lo que sería. Pero las personas que tienen empeño en hacer algo y que no perturban a los demás ¿por qué no? Pienso que hay muchos estereotipos en todos los ámbitos de nuestras vidas y no los cuestionamos. Los aceptamos como si fueran verdades. Tal vez la literatura, las novelas, la poesía, la pintura y todas las expresiones artísticas sirvan para cuestionar un poco eso.

Durante la pandemia, muchas personas mayores tuvieron que quedarse encerradas en casa. Ahora, con un afán de sobreprotección, hay familiares que continúan evitando que salgan.

Es un tema bien complicado. Porque ¿cuál es el momento en que una persona mayor se convierte en un problema para sus hijos o las personas que los cuidan? Desde un punto de vista realista, hay quienes no pueden cuidarse y se exponen. Pero de otro lado, hay hijos que tienen demasiadas aprehensiones con sus padres ancianos. ¿Cuándo es protección, cuidado o sobreprotección? ¿Cuándo se daña? Darse cuenta es difícil porque implica una toma de conciencia que puede ser realista o inducida. Al final de cuentas, como bien dijo Sartre, el infierno son los otros. Porque son los otros los que determinan mucho de tu comportamiento. Si te empiezan a decir “no puedes hacer esto, esto es peligroso”, entonces te quedas en un lugar de mucha vulnerabilidad. Te ponen en ese lugar cuando de repente no o de repente sí, y te conviertes en una persona mayor. Y luego los jóvenes dirán “me está volviendo loco”. Es un tema difícil.


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Romy Chang