La primera lectura que hizo Susana Reisz de 'Cien años de soledad' (1967), a poco tiempo de su publicación, fue gratificante y celebratoria, como la de la crítica y la prensa. Su segunda lectura, 30 años después, fue incómoda por los marcados roles de género de los personajes. Para los hombres se guardaba la aventura, la ciencia, y las mujeres, salvo alguna excepción, se dedicaban al ámbito doméstico y aparecían sexualizadas. Sin embargo, los personajes experimentan un destino inevitable que asoció a uno de los géneros representativos de la literatura clásica: la tragedia griega.
Los personajes eran héroes trágicos, como Edipo, esos que están solos en los momentos decisivos. Para la docente, el realismo mágico de Gabriel García Márquez (1927-2014) se asemejaba a la tragedia, género no realista, cuyas historias demuestran que no se puede escapar del destino. La metáfora de la novela es la de la soledad de la condición humana.
¿Qué hace a una obra un clásico?, se pregunta la decana de Humanidades de la PUCP. Tener a la vez un anclaje en la realidad histórica y algo que trascienda el tiempo e interese a siguientes generaciones. Más allá de su paternalismo, la novela suscita nuevas lecturas, y nada más clásico que la tragedia griega, con la que comparte atributos, dice Reisz a Perú21.
'García Márquez: Historia de un deicidio' es la tesis doctoral que Mario Vargas Llosa dedica a la narrativa de su entonces amigo, con el que compartía el ideal de abarcar todos los niveles de la experiencia humana en lo que se llamó novela total. Así lo explica el escritor Jorge Valenzuela.
De ese modo, la historia de Macondo deviene en historia latinoamericana, desde sus inicios, las etapas de desarrollo social –incluido el encuentro con el capital extranjero–, y declive. Para Valenzuela, tal proyecto respondía al compromiso político del escritor, que tenía la misión de abordar toda la realidad para explicar la situación de dominación –y, por ende, de soledad– de América Latina.