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Fredy Chikangana, oralitor y poeta quechua: “Todo lo que el indígena hace no es visto con la altura que merece”
Fredy Chikangana, oralitor y poeta quechua: “Todo lo que el indígena hace no es visto con la altura que merece”
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Fecha Actualización
Fredy es un poeta de una comunidad quechua al sur de Colombia llamada Yanacona, conformada por unos 35 mil indígenas que viven en un territorio cercano a la frontera con Ecuador, a cinco horas de la ciudad de Popayán. Su gente inicialmente vivió en las zonas montañosas colombianas, por la Cordillera Central, pero, debido al asedio de las FARC, muchos se tuvieron que desplazar al valle o al monte amazónico de su país. Él creció escuchando los cantos tradicionales de su pueblo acompasados por flautas, tambores, el trinar de pajarillos, el discurrir del río y el murmullo de las hojas de los árboles. Recuerda que desde niño le gustó acompañar y observar las fiestas y ceremoniales lideradas por los taytas alrededor del fuego, en los urcos (montañas) o huacas. Es a partir de esas tradiciones que Fredy descubrió su pasión por contar la historia de su pueblo, de su tierra, mediante la escritura. Hace unas semanas él llegó a Lima para participar de la Feria del Libro Ricardo Palma y nos contó sobre su trabajo y el propósito que lo mueve día a día.
¿Qué es un oralitor y por qué te consideras como uno?
Es alguien que tiene la posibilidad de mirar el mundo desde el camino de la oralidad de su pueblo. Retoma el fundamento de la palabra que ha sido transmitida de generación en generación y a partir de esa cosmovisión hace un tejido con la escritura, por ejemplo del castellano. Un oralitor también es capaz de mirar la escritura de su gente: escrituras en el tejido, en la piedra, en la cerámica, en la madera, donde se plasman hechos cotidianos de nuestra gente y donde también está lo oral que ha sido colocado a través de símbolos. A ello le hemos llamado oralitura, que venimos alimentando y discutiendo en el continente desde los pueblos originarios.
¿Eres la primera persona de tu comunidad que recoge sus tradiciones y las plasma en textos escritos?
En la comunidad hay bastante oralidad, conocimiento que se transmite de padres a hijos o en ceremoniales grupales al sol, al agua, a la luna, a las huacas. Pero en la tradición de la escritura, o sea, de donde sale un libro, es la primera vez que lo hacemos. Lo escrito es muy nuevo.
¿En qué momento te diste cuenta de que querías dedicarte a escribir?
Hay una preocupación permanente en que los saberes, las tradiciones y la lengua no se pierdan. Así surgió mi intención de mirar de qué manera podría acompañar a los abuelos y hacer un camino para ayudar a preservar. Siempre estamos haciendo un viaje a la memoria y, cuando esta toca nuestros corazones y sentimientos, nos pone diferentes tareas. En mi poesía digo que lo que escribo son llamados de nuestros ancestros y de quienes nos han habitado y acompañado siempre, que son los grandes espíritus, para orientarnos y decirnos qué debemos hacer. En mi caso, me tocó salir a la parte urbana, pero siempre hay algo que nos está recordando de dónde venimos, para dónde vamos y la responsabilidad que tenemos con ese tesoro de los conocimientos y de nuestra cosmovisión quechua para que se preserve, incluso teniendo dificultades, conflictos, violencias, pero que nos permite saber cuál es nuestro papel en el universo.
¿En su comunidad la lengua materna es el quechua?
Antiguamente en la comunidad se prohibía hablar en lenguas porque había una situación de menosprecio. Eso hizo que se fuera perdiendo, pero después hubo un gran despertar y la lengua empezó nuevamente a florecer. Ahora nosotros hablamos castellano, pero estamos haciendo escuela para rescatar la lengua quechua. Hoy día muchos hablamos las dos lenguas y de eso se trata también la oralitura: aprender a hacer puentes con otras sociedades y mantener un amarre fuerte en las raíces.
¿Qué tanto se extendió el quechua en Colombia?
En Colombia hay un buen número de quechuahablantes, existe una variedad del quechua inga que se habla en el pie amazónico hasta el departamento del Cauca y también está la lengua runa simi, que es como la lengua común de la gente indígena. Yo prefiero llamarlo quechua porque ese término ha ganado un posicionamiento universal que debemos mantener como parte de un legado continental. Es importante saber que existe en Perú, Ecuador, Bolivia y hacer memoria que la palabra también caminó a Colombia e incluso varios términos llegaron hasta el Caribe.
¿Como qué palabras?
Por ejemplo, la palabra “guagua”, que tiene que ver con niño; “minga”, que se refiere al trabajo colectivo; la palabra “chispa”, que tiene que ver con una bolsa o tejido; “marca”, que tiene que ver con una especie de zona o región; palabras de alimentos, apellidos, lugares que son testimonio del recorrido de nuestros ancestros.
¿Fue complicado salir de su comunidad hacia la ciudad?
Nuestras repúblicas acostumbraron a que todo lo que el indígena hace no es visto con la altura que merece. Cuando salí, aún la Constitución al indígena lo consideraba menor de edad; es decir, no podíamos tomar ningún tipo de decisión si no estábamos acompañados de alguien que no fuera indígena. En el año 91 cambia la Constitución en Colombia y eso se modifica. Al comienzo fue un poco duro porque acostumbraban a burlarse de nuestra condición de indígenas, de nuestras formas de expresión que llevamos de nuestras tierras. Pero creo que el dolor que se sufre en determinadas situaciones, de todas maneras, pone unas aseguranzas bien firmes para seguir empeñados en lo que queremos hacer perdurar.
AUTOFICHA
“Mi nombre en español es Fredy Chikangana y en quechua, Wiñay Mallki, nací en Colombia en 1964. He publicado los libros Cantos de amor para ahuyentar la muerte, Yo yanacona, palabra y memoria y El colibrí de la noche desnuda y otros cantos del fuego”.
-“Cuando escribo, siento que los abuelos siempre me están acompañando, trato de escuchar qué es lo que me están diciendo. Soy un caminante de la palabra y donde la encuentro la tomo y genero un testimonio a partir de la enseñanza de nuestros ancestros”.
-“Los tiempos actuales son muy convulsionados, donde los humanos se han alejado de la madre tierra y está perdiendo el horizonte de vida. Por eso es muy necesario preservar los saberes y la palabra que tienen unos valores incalculables que nos van a ayudar a recordar quiénes somos”.
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