lima 2 de junio de 2021

entrevista Francesco Dangelo es integrante del colectivo Shipibas Muralistas, en Chorrillos. foto: joel alonzo/gec
lima 2 de junio de 2021 entrevista Francesco Dangelo es integrante del colectivo Shipibas Muralistas, en Chorrillos. foto: joel alonzo/gec

Para Francesco, no se puede hablar del Perú sin mencionar su diversidad. Pero hay una dicotomía, porque esa diversidad que celebramos es todavía usada como manera de discriminación. Es por eso que, cuando recibió el llamado de la comunidad shipiba en Lima, decidió gestionar un proyecto de la mano de ellas para romper paradigmas sociales a través del arte.

¿Cómo nace el Colectivo Shipibas Muralistas?

El año pasado recibí una llamada inesperada de una señora que quería ayuda para pintar murales y le hice dos preguntas. ¿Para qué quiere ayuda? y ¿para qué quiere pintar murales? Me dijo que quería pintar porque necesitaba plata y le dije que no la iba a ayudar, porque a mí no me gusta dar ayuda económica. Le dije que podíamos hacer un proyecto en conjunto, donde a través de los murales, como una manera de pacto visual educativo y reflexivo, pudiéramos compartir la cultura shipiba-koniba a través de los diseños propios de su cultura, mientras se obtienen ingresos económicos.

El eslogan del colectivo es “para sanar, resistir y compartir”. ¿Cómo se sana?

Usamos los murales para llegar a las personas. Son mujeres que pintan con colores en una ciudad gris que paradójicamente siempre les ha dado la espalda, donde han vivido hace 20 años en la comunidad de Cantagallo, que mientras estamos conversando, se está incendiando. Es una cercanía dicotómica porque están cerca y a la vez lejos. Entran muchos aspectos, como discriminación, falta de servicios de esparcimiento, represión cultural porque no quieren usar las vestimentas típicas para no ser discriminadas. Todas esas cosas se traducen en prácticas discriminatorias. El arte es un vehículo para revertir la discriminación o falta de cuidado por una población que está muy presente en la ciudad. Los limeños, generalizando, la ignoramos y preferimos no verla porque lo diferente nos asusta y fastidia. Eso es sanar la posición que tienen las mujeres shipibo-migrantes en la ciudad de Lima.

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¿Y la resistencia?

Cuando hablamos de resistencia, es demostrar que la diversidad existe en una ciudad que es la más diversa. Partamos de Arguedas con Todas las sangres. Lima representa todas las sangres del Perú debido a la migración. Si nosotros pensamos que Lima tiene que ser hegemónico, estamos mal. Lima pretende ver las cosas más de manera homogénea cuando en realidad la diversidad existe y, paradójicamente, la diversidad es uno de los pilares que los peruanos utilizan para engrandecerse como nación. Ahí es cuando hablamos de resistencia. Pintamos un mural para resistir esa posición que tiene la ciudad.

Y falta “compartir”.

Muralizamos para compartir la cultura, los diseños shipibo-konibos con nuestras propias historias, con nuestra medicina que es el ayahuasca.

¿Tú también te has sanado?

A mí me ha ayudado a sanar mi posición en Lima. Yo he vivido en Cusco, en comunidades campesinas por tres años. Mi experiencia la he plasmado en mi arte personal, pero nunca he tenido la oportunidad de hacer algo en la ciudad donde he nacido. No solo sano mi posición empática en espacios urbanos fuera de la sociedad, sino que también me permite sanar mi posición como activista, porque me reafirmo a través de los cambios que realizamos en la ciudad. Actualmente, hay 25 murales en toda Lima que se han realizado desde que empezamos en setiembre. Yo sano mi posición como una persona que está haciendo un cambio.

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¿Cuál es tu rol como antropólogo en la sociedad?

El compromiso. Es comprometerme con hacer que mis vecinos y amigos y la gente que me rodea tengan mayor conciencia sobre la realidad social de nuestro país a través de mis experiencias.

¿Ese es el fin último de la Antropología?

La Antropología busca crear conocimiento que sea útil para generar conciencia o educara a más personas e invitarlas a reflexionar sobre las problemáticas sociales y culturales que existen en el mundo. Yo no me quedo en la mera producción del conocimiento, sino que yo me comprometo a hacer trabajos en conjunto con poblaciones vulnerables.

¿Por qué elegiste esa carrera?

La curiosidad. Vengo de un colegio conservador de solo hombres y a mí lo que me incentivó a estudiar era esa curiosidad de saber que hay más y que no somos los únicos. Desgraciada y felizmente, conocí esta verdad a través de la discriminación. En una sociedad tan cerrada donde el que no discrimina termina siendo discriminadAndrés Calamaro: “Un buen rockero nunca está en sintonía con los gobiernos”o, es algo que a través de los años me ha hecho cuestionarme como persona.

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¿Cómo lograron sacar adelante el proyecto en pandemia?

El primer mes fue por videollamada. Ellas creían que yo era un promotor y se vestían con sus trajes típicos cuando hablaban conmigo. Hablábamos casi todos los días. Cuando empezamos la gestión, nos conocimos por primera vez. Nos reunimos porque conseguí un espacio para pintar el mural. Era una época con mucho miedo por la pandemia. Todas ellas habían tenido COVID y tenían anticuerpos. Me dijeron “no tengas miedo” y eso me inspiró más en seguir adelante; es un no temer a lo que no conoces, a lo diferente, a un indígena. Es abrazar la diversidad. Para mí fue muy metafórico ese “no tengas miedo”.

¿Cómo se han visto afectados los shipibos por la pandemia?

Ha sido una desgracia. Se ha muerto mucha gente por la pandemia. Perdimos a Senen Pani, uno de los maestros de ayahuasca más importantes. Fue una desgracia porque le llegó un respirador, pero la posta no aceptó porque no estaba dentro de los protocolos del COVID.

Hay un escultor florentino del siglo XV que también se llamaba Francesco d’Angelo. ¿Algún parentesco?

No tenía idea (ríe). Pero me parece súper interesante porque yo empecé a incursionar en el arte a través de la escultura.

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AUROFICHA

“Nací el 16 de diciembre de 1991. Soy antropólogo y artista. Soy limeño y vengo trabajando en proyectos con comunidades indígenas, campesinas y andinas desde hace mucho, desde que empecé a estudiar en la universidad”.

“Mi experiencia en dichas comunidades me llevó a pensar en el compromiso directo con las personas más allá del trabajo. Tomando como punto de partida la agricultura, pude evidenciar la necesidad de transmitir el valor humano que hay detrás de los productos alimenticios que tenemos a nuestro alcance en las grandes ciudades”.

“Enseño Investigación en la Escuela de Diseño de la UPC y busco aterrizar a contextos sociales y culturales los proyectos de diseño, porque muchas veces uno puede fantasear pero si no están arraigados a problemas sociales o culturales, un proyecto de diseño no tiene sentido”.

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