El ha repuesto la obra La bayadera, una de las piezas más importantes del ballet clásico. Por ello conversamos con Fátima, miembro de la compañía de baile, que nos recibió en el propio escenario del Teatro Municipal donde se da vida a la historia de Nikiya y Solor. Nos cuenta cómo fue estudiar baile en Estados Unidos mientras se acomoda el tutú y va moviendo sus manos como si aún siguiera sobre el estrado. La pasión y técnica siempre están ahí. Ella ensaya todas las semanas con los 50 bailarines de la compañía, que anualmente presenta cuatro temporadas.

-¿De qué se trata La bayadera?
Es la historia de un triángulo amoroso. Nikiya es la bayadera, una bailarina de un templo hindú que debe dedicar toda su vida a danzar para los dioses. Sin embargo, ella se enamora de un cazador llamado Solor, quien le jura amor eterno, aunque su relación es prohibida. Pero, más adelante, Solor se compromete con otra mujer y a partir de ese momento le suceden cosas muy dolorosas a la bayadera. La música de esta obra es hermosa. A pesar de la dificultad técnica y emocional que requiere de parte de nosotras (las bailarinas), la música, la coreografía y el vestuario lo compensan. Yo me siento muy agradecida porque para una bailarina es súper importante este ballet.

-¿Cómo una tragedia se puede convertir en algo tan bello?
Pienso que a todos alguna vez nos han roto el corazón o hemos pasado por otro tipo experiencias dolorosas, pero al final uno siempre se levanta. La historia de Nikiya probablemente pasa todos los días. ¿Cuántas veces una no es correspondida? Pero la forma en que floreces después es lo bonito. Al final, en la interpretación de este ballet, Nikiya renace. El lago de los cisnes, por ejemplo, es igual de trágico, pero el baile, la música y todo el arte lo envuelve de belleza.

-¿Qué te despierta esta obra?
Mi corazón empieza a latir de emoción y de nervios, me siento privilegiada de bailar La bayadera. Es un momento especial. Justo los acordes antes de salir al escenario son los más especiales, me transportan a otra parte.

-¿Cómo empezaste en el ballet?
Empecé a los siete años. Mi mamá me llevó justo a ver al Ballet Municipal en el 99, la temporada la estaban haciendo en el Teatro Peruano Japonés. Fuimos a ver Don Quijote y la bailarina principal era Vania Masías. En ese momento me enamoré de lo que vi. Me metieron a una escuela de ballet y con los años me di cuenta de que eso era lo que quería hacer para siempre, aunque es una carrera muy sacrificada.

-¿Por qué escogiste el ballet y no otro género de baile?
Para mí, fue un amor a primera vista. Mi maestra dice que cuando le agarras un gusto a esto, ya nadie te lo puede sacar.

-¿Cuando empezaste a bailar, había muchos niños que también empezaban en ese mundo?
Cuando yo empecé a los siete años, éramos pocos. Había un niño y tres niñas más en mi salón. Ahora las clases de ballet están repletas de niñas, todas muy ilusionadas con ponerse un tutú y salir al escenario.

-¿Qué tan masiva es la práctica del ballet en Perú?
No es masivo porque muchas personas suelen pensar que el ballet es algo aburrido, pero no es así. ¡Es increíble! Es todo un espectáculo que cuenta una historia a través del baile, luces, coreografías, música y con vestuarios únicos. Tenemos una parte teatral fuerte, pero lo que prima es el baile. Si bien la afluencia de público no es tan masiva como nos gustaría, ha mejorado un montón. En comparación con otros años, ha aumentado bastante. Nosotros hacemos ballet clásico, somos una de las pocas compañías latinoamericanas que montamos ballets completos cuatro temporadas por año.

-¿Únicamente estudiaste ballet?
No, yo me gradué de Administración de Empresas. Iba a la universidad y a la escuela de ballet a la vez y me fui un año a estudiar a Estados Unidos para mejorar mi técnica. Fue muy complicado, no era todo color de rosa, pero la clave es saber organizarse. Nunca tenía tiempos muertos. Hubo una temporada en que dejé el baile por una lesión en la espalda, estuve todo un año sin bailar y los dos años siguientes entrenaba de vez en cuando. Ese tiempo estuve en una oficina trabajando como administradora, pero no fue bonito. Estaba desmotivada, lloraba, me costaba levantarme temprano para ir a trabajar. Después ya decidí que tenía que dedicarme enteramente al ballet. Ahora me despierto a las cinco o seis de la mañana todos los días para empezar a entrenar, luego voy a dictar clases de baile, ensayo con la compañía y por mi cuenta también practico. Estoy todo el día en movimiento.

-¿Los bailarines tienen hábitos muy estrictos?
No tenemos dietas estrictas. Los bailarines somos atletas y, como tales, no podemos alimentarnos solo con una lechuguita y un pedacito de pollito. Nos podemos desmayar porque el desgaste físico es mucho. Hay que comer balanceado, con un buen desayuno, un almuerzo rico y una cena, pero todo debe ser saludable y nutritivo para poder rendir en el escenario.

Existe el prejuicio de que el ballet es para mujeres. ¿Tú qué piensas?
Mira, en la compañía tenemos mitad hombres y mitad mujeres. Por ejemplo, Solor, el personaje principal de La bayadera, es un gran reto físico para un bailarín. Quizás en las escuelas hay siempre más cantidad de niñas, pero felizmente cada vez los niños van aumentando. Es un prejuicio tonto porque toda la carga física que tiene el ballet es fuerte. Los hombres tienen que cargar a las mujeres; los giros, saltos y piruetas requieren mucha potencia. En general, se piensa que quienes bailamos ballet vivimos en un mundo de tutús rosados, somos delicaditos. Nos tenemos que ver como si no nos costara, sí, pero es ese el reto del ballet; para eso se estudia años de años. Te cuesta la vida, pero el público no se tiene que enterar.

AUTOFICHA.

-“Tengo una perrita llamada Sol. Es la primera mascota que tengo y me cambió la vida. Creo que los perros son los seres más nobles. Me encanta cocinar porque puedo hacer versiones saludables de casi cualquier comida. A mí me encantan las galletas de menta y he logrado hacer en una versión súper nutritiva”.

-“Los maestros responsables de esta compañía de ballet son Lucy Telge, Mikhail Koukharev, Guadalupe Sosa, Patricia Cano y Claudio Valdivia. Lucy fue quien empujó la creación del Ballet Municipal en 1983, cuando el alcalde era Eduardo Orrego”.

-“La primera vez que el Ballet Municipal de Lima estrenó La bayadera fue en 2001. Esta es la quinta vez que se repone y mi primera vez bailando. La puesta en escena dura dos horas y participamos más 50 bailarines. La Compañía también ha presentado obras como El lago de los cisnes, Cascanueces y otros”.

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