El nuevo jefe institucional de la Biblioteca Nacional del Perú me cita en una estación de la BNP, al lado de un parque, en el corazón de El Agustino. Afuera, las familias están reunidas bajo la sombra de los árboles y, adentro, los niños y niñas juegan, leen o hacen las tareas con sus padres. El parque y la biblioteca se confunden, se hacen uno, se vuelven un espacio para la lectura y el entretenimiento, sin distinción. Una suerte de oasis en esta ciudad de celulares y centros comerciales. “¿Usted quién es? ¿Actor?”, pregunta una niña. “Escritor”, dice Neyra. “¿Y tú quién eres?”, le toca a él. “Nadie”, responde ella. “Eres lectora”, afirma el escritor. La niña abraza su libro y ambos sonríen.