Elliot Túpac: “El arte popular ha agarrado todo lo que ha visto y lo ha transformado”

“Me siento más un artesano. Mancharse la mano con la tinta, salir a la calle y pintar es esa condición de asumirte libre. Lo que yo hago es una manifestación constante de libertad”, explica el artista. Conversamos con él.
Elliot Túpac, uno de los artistas que ha revolucionado el arte popular. (Fotos: César Campos).

Elliot Urcuhuaranga Cárdenas quiso ser como Da Vinci. Antes de cumplir los seis años, su padre lo llevó a la escuela del barrio, pero no lo aceptaron. Intentó con el colegio Domingo Faustino Sarmiento e ingresó. Pero le afectó porque él vivía en el campo, en la Hacienda San Juan. Era un chico tímido, no asimiló nada. En el verano llevó cursos de recuperación y desaprobó. Tenía que repetir primer grado. “Espérate en la casa”, le advirtió su padre. Nunca más supo lo que era un rojo.

Lo primero que escribió fue Elliot Túpac, un nombre que su padre tenía anotado en cuadernos. Lo replicó en las cuatro paredes de su casa. Y otra vez lo castigaron. Pero él quería dibujar como los renacentistas y ser violinista como el maestro Panchito Leyth, líder de la otrora orquesta huancaína Estudiantina Perú.

Postuló tres veces a Bellas Artes y no entró. Paradojas de la vida, hace dos años fue padrino de una promoción de esa escuela. Su alternativa fue la facultad de Comunicaciones de una universidad local, donde asomaron las miradas de desconfianza. “¿Cómo vas a hacer esas cosas de lo chicha? Qué desagradable”, le decían. Ahí empezó todo.

Bajo el influjo de los artesanos huancaínos, el artista limeño ha encontrado su voz en la serigrafía y caligrafía, en coloridos impresos, a través de grandes murales y carteles chicha. Voz que ya suena más allá de nuestras fronteras. En el último año ha pintado en Buenos Aires y Bogotá, entre otras ciudades, mostró su trabajo en la prestigiosa feria de arte ARCOmadrid e, incluso, ha aportado con su talento en los Juegos Panamericanos Lima 2019.

“Trato de innovar, pero al mismo tiempo busco mantener la esencia del oficio. No perder la textura que otorga la mano del hombre”, me dice sentados en su taller de Barranco, rodeado de sus obras, como los afiches que hizo para el festival Lollapalooza o para la banda norteamericana Soundgarden, solicitado por el mismo grupo. “La suerte cuesta trabajo”, se lee en una obra suya colgada en la pared. Bienvenidos al universo Elliot Túpac.

¿Lo artesanal te define?
Sí. Me siento más un artesano, la mirada que tengo siempre tiene que ver con la sensibilidad en todos sus sentidos. Mancharse la mano con la tinta, salir a la calle y pintar es esa condición de asumirte libre, porque lo que yo hago es una manifestación constante de libertad. Pero es una libertad que no vulnera.

En Argentina hiciste un mural que decía: “Libertad con responsabilidad”.
Exacto. Pero para algunos esos es facho, conservador.

¿Siempre buscas transmitir un mensaje más allá del arte en sí mismo?
No es un arte reivindicativo, como en algún momento se quiso ver, pese a que de pronto tiene la raíz del cartel chicha, que es algo de lo que me siento orgulloso e identificado, a partir de algo que viene del bordado. Hay una continuidad generacional.

¿En algún momento te agotó la referencia a lo chicha?
No, pero lo que sucede es que la gente tiene una mirada muy superficial de esto. Me hace cierto ruido que la gente es un tanto superficial: apreciar la estética del color solo por el color me parece que no tiene sentido.

Elliot Túpac

¿Parte del cuestionamiento que te haces es romper con la etiqueta de artista chicha y ser uno latinoamericano?
Sí. Puedo estar tranquilo porque nunca ocupé un discurso populista. Nunca hablé de que represento la gráfica del Perú. Siempre puse la condición humana del trabajo. El color es inherente y familiar, sucede, no me puedo desligar. Pero pienso que no se deben seguir construyendo innecesariamente clichés. A mí me gusta el color y no significa que el color vista mi ropa, mi ser. El color es una característica del cartel y la estética, del bordado. El bordado huanca es lo más excepcional que puede haber en Perú. Y lo pienso así porque mi familia es huancaína. Tiene un atractivo visual y técnico.

En el último tiempo han surgido muchas propuestas que apuestan por un arte asociado a la llamada ‘estética chicha’. En medio de esa oferta creciente, ¿cuál es tu voz?
Me ha ayudado mucho la formación familiar que he tenido, donde siempre se ha considerado una mirada equilibrada de las cosas. Durante mucho tiempo se ha estigmatizado el proceso popular, se le ha denegado la condición de arte porque viene de una escala no formal. Pero para mí tiene mucho de oficio, que es como una entrega de vida. Cuando empecé los carteles, tuve claro que no iba a hablar del cartel como algo que admirar porque representa al Perú. Se trata de que vean esto y cómo se puede construir un imaginario distinto. Los serigrafistas del cartel se han sentido representados, dignificados.

De niño querías ser como Da Vinci, ¿hoy quién eres?
Ah, bueno. Soy yo. Cuando empecé a hacer letras, no imaginé que me iba a dedicar a hacer letras. O vivir dibujando. El trabajo que sigo haciendo tiene una extensión: que contribuya, en cierto modo, en la comunicación.

Hoy, ¿como quién quieres ser?
Es como construir todo el rato. Siempre debemos ponernos en el lugar del otro. Busco ser una mejor una persona.

¿Que tu obra llegue a ARCOmadrid y que tu trabajo se exhiba en la avenida principal lo consideras como lo más alto que has llegado?
No hay manera de evitar la alegría que me puede causar. Pero no creo que sea lo más alto. Esa parte no la mido así. Es tan efímero todo, que al final esa apreciación de adónde has llegado se difumina muy rápido.

A propósito de las Fiestas Patrias, ¿Huancayo te conecta con el Perú?
Pese a que he nacido en Lima, hay un vínculo muy estrecho. Me escriben para decirme que debo devolverle cosas a Huancayo. Y sí tengo esa deuda. Me gustaría hacer un concurso de estudiantinas.

¿Qué canción de la Estudiantina Perú sería como tu obra?
Mi obra sería un popurrí de huaynos, con canciones como “Ayrampito”, “Vaso de cristal” y casi todos los santiagos.

¿Elliot Túpac es el Perú?
No. Yo soy una extensión nomás. En mi trabajo tengo la voluntad de que se sienta al Perú, pero que también sea universal. El arte popular no tiene miedo. El arte popular ha agarrado todo lo que ha visto y lo ha transformado, porque no responde a criterios académicos.

Elliot Túpac

AUTOFICHA:
“Soy Elliot Urcuhuaranga Cárdenas. Nací en Ate Vitarte, tengo 40 años. Me iban a poner Túpac, pero se lo cuestionaron a mi padre en los registros. En la universidad me di cuenta de que era una necesidad usar el Túpac. Me decían: ‘¿cómo vas a hacer esas cosas de lo chicha?’. Ahí empieza todo”.

“Antes de la universidad quise entrar a Bellas Artes. He postulado tres veces y ninguna la agarré. Pero cosas de la vida, hace dos años fui padrino de una promoción de Bellas Artes. Al comienzo me negué porque no tengo esa formación, pero los alumnos me convencieron”.

“No he hecho muchas exposiciones en Lima. Tal vez solo una, en 2012. Ando preparando una muestra para 2021, algo significativo, que tendrá en simultáneo extensiones en la calle, a través de murales. Aunque se viene una muestra en octubre, en Índigo, que será sobre lo inmediato que estoy haciendo”.

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