Edwin Vásquez, sacerdote jesuita.
Edwin Vásquez, sacerdote jesuita.

Era un niño de 9 años. La mañana del 25 de diciembre abrió su regalo. Una bicicleta. Salió al vecindario para mostrarla. Pero, sobre todo, para compartirla. Al día siguiente, tocaba visitar eldel barrio, en una de las calles de Mollendo, donde nació, a un kilómetro y medio de la playa. Sonajas en mano, hechas de chapitas, los niños creaban armonías con los cantos navideños. Edwin Vásquez Ghersi entre ellos.

Era un estudiante de medicina. En cinco años de estudios universitarios también maduró su vocación por el sacerdocio. Interrumpió la carrera e ingresó a la orden jesuita. Filosofía en Chile, Teología en Brasil y un doctorado en Teología Moral y Bioética en EE.UU. afianzaron el camino elegido. Hoy es decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. “Mis padres intuyeron que Dios me llamaba, aunque no podían comprender todo en ese momento. Y se abrieron a ese misterio de la voluntad de ”, nos dice el padre Edwin Vásquez Ghersi.

-¿Qué celebrar en medio de esta pandemia?

Como siempre, hay que celebrar la esperanza. La Navidad es la esperanza de la venida del niño Jesús, que es el salvador; ese es el núcleo de la Navidad. Sin Jesús no hay Navidad, y no hay que perderlo en los adornos del árbol; hay que ver el tronco que es la esperanza de la llegada del nacimiento del salvador. Si la atención está puesta ahí, recuperamos la perspectiva.

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-¿El nacimiento del niño Jesús solo se reserva para los cristianos?

Es una pregunta compleja por la historia de nuestras sociedades occidentales. Nuestra matriz cultural es greco-cristiana, de ahí venimos; por supuesto, con todas las inculturaciones y los sincretismos de las culturas andinas, etc., pero como intento de nación somos de tradición cristiana; y sin embargo, vivimos en una sociedad plural. Entonces, esa afirmación de que la Navidad es esperanza y es Jesús tiene que ser dicha en el tono adecuado, efectivamente para no excluir a otros que no se confiesan cristianos, porque curiosamente la Navidad es una fiesta que trasciende el cristianismo. Incluso, los no creyentes encuentran un lugar en la Navidad y ese lugar es el sentimiento de unión familiar; y me parece que es legítimo. El problema es cuando los cristianos celebran así la Navidad, cuando los cristianos diluyen el sentido de la Navidad y lo limitan. Se tienen que aprovechar estas ocasiones para renovar la fe, pero sin excluir a otros.

-Y hay muchas personas que se resisten a la fe cristiana y que, precisamente, en Navidad hallan un motivo para acercarse a ella.

La Navidad atrae. Se ve un árbol, pero también hay un nacimiento. Y sí, la Navidad es una ocasión para dialogar con aquellos que, de pronto, se han alejado de la creencia y encuentran en la Navidad una ocasión para abrir la vida a posibles reencuentros. Por otro lado, es una fiesta bien dura, de tristeza para otros, porque como hay el sentimiento de unión familiar, de cariño, de cercanía, hay quienes no tienen a personas cercanas.

-La Navidad también puede ser cruel.

Más aun en este tiempo de pandemia.

-¿Qué se le puede decir a esas personas?

El mensaje general de los religiosos y de las autoridades debería incluir esa dimensión: el de las personas que en estas fechas se van a encontrar solas o se van a sentir solas. Es un desafío.

-¿Qué mensaje rescatar pese a la pandemia?

Es una buena ocasión para reflexionar como individuos y colectividad en torno a aquello que debe ser rescatado y que no le damos su verdadero lugar: el afecto entre las personas. Existe, pero no se expresa debidamente. Necesitamos rescatar y conservar las cosas buenas que hacemos y hacerlas mejor, como individuos, familia y sociedad. No solo hay que mirar lo negativo.

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-¿Cómo interpretar el nacimiento de Jesús para traerlo al presente?

¿Qué vemos en el pesebre? Es un niño que acaba de nacer. En las representaciones hay una luz, que por un lado es la estrella de Belén y por otro, la luz misma que brota de ese nuevo ser, que es el hijo de Dios. El nacimiento es una composición de la vida humana. El niño, la vida que fluye, la esperanza de una vida nueva; los padres, que son quienes le han dado la vida, pero no es plenamente su hijo sino el hijo de alguien más, y ese es el misterio de la vida también. Como dice Khalil Gibrán en El profeta: “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida”. En todo niño que nace hay una esperanza de que la vida puede ser mejor. Y los adultos: papás, visitantes, magos, pastores se ven reflejados en ese niño porque la vida continúa, la vida es posible. Y están los animales, que representan la naturaleza en una época de crisis ambiental.

-¿Esa representación de la vida, que es el nacimiento, sería necesario actualizarla? Hoy que hablamos de igualdad de oportunidades para hombres y mujeres; tiempos de denuncia contra la violencia hacia la mujer; momentos en que se pide la inclusión de otras comunidades, como la LGTB. ¿Esa representación de la vida humana está abierta a este nuevo tiempo?

Es inspiración para todos los tiempos, porque es el mensaje de salvación para toda la humanidad. Los pastores representan a una población pobre y marginada, y están presentes, son testigos. El nacimiento es un mensaje de inclusión para los marginados. El mensaje de salvación es para todos y todas.

-La fe y la ciencia muchas veces se han opuesto. Y la vacuna proviene de la ciencia. ¿Cómo asume este hecho?

La ciencia y el cristianismo han vivido en conflicto mucho tiempo. Pero la Iglesia Católica ha hecho la tarea de pedir perdón por la condena de Galileo Galilei y ha reconocido que fue un error. Y los documentos oficiales de la iglesia de los últimos 50 años han corregido ese defecto. Hay una apertura al diálogo con la ciencia. Necesitamos buena ciencia, y esto es aceptar las vacunas como algo necesario y beneficioso. La vacuna es un avance de la ciencia para el bien de la humanidad. Si no tuviéramos vacunas, ya se habrían arrasado poblaciones enteras por el sarampión, la viruela. Todas esas fake news son eso, son mentiras y hay que desmontarlas. La ciencia es necesaria y el catolicismo le da la bienvenida a la buena ciencia, no a la ciencia pedante que cree que tiene respuesta para todo.

-¿Hoy es más difícil creer?

Esta experiencia de vulnerabilidad y precariedad del ser humano frente a la pandemia mueve afectos y pensamientos que quizás nos hacen pensar que es posible que haya una verdad más allá de mis límites. A pesar de todo esto, qué opción tengo: ¿amargarme y decir nada tiene sentido o me abro a la esperanza de algo más grande que yo?

-¿Qué le regalaría al Perú en esta fecha?

Esperanza, sin duda. Pero también honestidad. Tenemos que mirarnos y ver que nuestras vidas no sean corruptas. Los peruanos podemos y debemos ser honestos.

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AUTOFICHA:

- “Mi nombre es Edwin Vásquez Ghersi. Tengo 58 años. Nací en Mollendo, Arequipa. A los mollendinos nos gusta que nos digan mollendinos y no arequipeños (ríe). Viví en Mollendo hasta los 17 y de ahí me fui a Arequipa a estudiar. Vine a Lima, a los 23 años, e ingresé al noviciado de la Compañía de Jesús”.

- “Conocí a un tío, por parte de mi padre, que era sacerdote diocesano. Y he tenido tres tías religiosas: dos monjas carmelitas y otra tía religiosa. Mi padre fue trabajador de Entel Perú y mi madre fue trabajadora de la oficina de correos”.

- “Acabo de publicar un libro que se llama Bioética, una perspectiva desde América Latina. Soy el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, donde también soy profesor de teología, ética y bioética. Tengo el deseo de impulsar una maestría en bioética”.

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