Orgullo literario: 5 frases de escritores LGBTI que nos recuerdan la igualdad y el amor sin etiquetas

En el Día del Orgullo recordamos estos fragmentos que aplauden la libertad y derriban los prejuicios.
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Escribieron con sangre, con fuego, con una sensibilidad ardiente. Amaron, pero nadie los amó. Fueron perseguidos, apátridas, fugitivos de la maldición de la melancolía. Gritaron su diferencia de una forma sublime, pero igual hicieron añicos el corazón de sus lectores. No eran lectores, precisamente. Eran más que eso:  lo más parecido a un devoto, a un ferviente. No importa si están o no: siempre volveremos a sus líneas para despertarnos. 

PEDRO LEMEBEL:
​Huérfano de padre. Huérfano de madre por culpa del cáncer. Chileno. Su 'Manifiesto' es una potente pieza musical cuyas líneas, entre otras, son así:
"Usted no sabe / cómo cuesta encontrar el amor / en estas condiciones/ Usted no sabe / qué es cargar con esta lepra / la gente guarda las distancias/ la gente comprende y dice:/ es marica pero escribe bien / es marica pero es buen amigo / súper-buena-onda/

Yo no soy buena onda / yo acepto al mundo/ Sin pedirle esa buena onda / Pero igual se ríen / Tengo cicatrices de risas en la espalda (...)/ Mi hombría es aceptarme diferente (...)/ Hay tantos niños que van a nacer / Con una alíta rota /Y yo quiero que vuelen, compañero / que su revolución/ les dé un pedazo de cielo rojo/ Para que puedan volar"

ALEJANDRA PIZARNIK
​Suicida. . Coleccionista de muñecas y lapiceros de colores. Días previos a su muerte, en 1972, le escribió una carta a Silvina Ocampo —escritora y esposa de Bioy Casares— por quien sentía un amor descomunal. Un fragmento dice así:

"Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo sin fondo. (...) Sylvette, no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. (...) es necesario decirlo: nunca encontrarás a nadie como yo. (...) Sylvette, curame, no hagas que tenga que morir ya". 

OSWALDO REYNOSO
Peruano. Reunía todas las características para ser un abyecto social: ateo, homosexual, anarquista. Antes de su muerte, dejó más de una decena de libros, dos mil manuscritos inéditos y un protocolo: no llorar, no rezar, beber sin fondo, cremar. A continuación, un fragmento de 'En busca de la sonrisa encontrada'.

"Como nunca había visto el mar, me quedé embrujado contemplando su incansable vaivén y absorbiendo con todos los poros de mi cuerpo no solo su aroma intenso de pecado sino también su resplandeciente verde-azul de paraíso. Ahora, que escribo este texto, vuelvo a revivir, después de casi setenta años, el delicioso estremecimiento que sentí al ver los rostros de los chiquillos mollendinos que se reían corriendo al encuentro de las olas. Eran rostros de un dulce quemado de miel de caña que resaltaba, en contraste, con la blancura de sus dientes. (...)

Y sus hermosos cuerpos broncíneos destellaban en gotitas blancas de espuma y de límpido sudor en esa tarde de sol y de mar. (...) me quedé sentado sobre la arena gustando de lejos la delicia de los rostros adolescentes entre la llamarada azul del mar. Creo que ahí descubrí la secreta pasión de mis viajes: la contemplación mística, sensual, de los rostros: el verdadero paisaje de mi país". 

Reynoso también es autor de esta poderosa frase: "Algún día encontrarás un corazón a la altura de tu inocencia". 

CÉSAR MORO
Poeta surrealista. Peruano. Le escribió una carta a su amor, su único amor, Antonio. Dice así: "Antonio es Dios / (...) Antonio es el nombre genérico de los cuerpos celestes / Antonio es una planta carnívora con ojos de diamante / Antonio puede crear continentes si escupe sobre el mar / Antonio hace dormir el mundo cuando cierra los ojos / Antonio sobrepasa en majestad el espectáculo grandioso del mar enfurecido". 

GABRIELA MISTRAL
​Lesbiana. Chilena. El 14 de abril de 1949 Mistral le escribía a Doris Dana, su amor: "Llevo varias noches de mal dormir. Duermo de dos o tres de la mañana y hasta las siete. Pero quiero volver a hablarte hoy. (Te acabo de poner un telegrama. No quisieron recibir el pago de la respuesta estos palurdos.)

¡Qué estúpido ha sido el que más te quiere, Doris mía! ¡Perdóname, vida mía, perdóname! ¡No lo haré más! Y tú guardarás el control de ti, y haz fe en tu pobrecillo, que es un ser torpe, vehemente y envenenado por su complejo de inferioridad (el de la edad). Duerme, mi amor, descansa. Yo procuraré ser menos brutal y necio. Yo te debo el lavarme de estos defectos. Yo te debo felicidad por cuanto he recibido de ti". 

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