Ilustración de Mechaín.
Ilustración de Mechaín.

Desde Áncash llegó el cuento “El virus que se quedó sin corona”. Su autor, Pedro Walash Clemente Mendoza, se coronó ganador del concurso , en la categoría de 9 a 11 años, convocado por Perú21. El jurado, conformado por los escritores Marco Martos y Giovanna Pollarolo, y el editor de Cultura de esta casa Mijail Palacios, seleccionó y premió esta fantástica historia que narra los poderes mágicos que tiene el jabón con el que enfrentamos al coronavirus.

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Pedro Clemente presentó “El virus que se quedó sin corona”, en la categoría de 9 a 11 años.
Pedro Clemente presentó “El virus que se quedó sin corona”, en la categoría de 9 a 11 años.

A continuación, lea el cuento:

El virus que se quedó sin corona

Habrá gente que pensará que esto que están leyendo es un cuento porque lo escribo yo, que tengo 11 años, pero les puedo asegurar que es verdad, que es cierto todo lo que aquí voy a contar.

“¡Clementín!, a cenar que es hora y lávate bien las manos con ese jabón que he traído”. Me llamaba mi mamá para recordarme que ya era hora de dejar el play, el youtube o mis experimentos de química que hacía en el cuarto de baño de mi habitación, ya que cuando sea mayor, quiero ser biólogo. Con esto del coronavirus, el agua y el jabón se han hecho muy famosos. Me lavé un buen rato las manos, como dice miss Ruth, mi profesora de Ciencia y Ambiente, pero aunque frotaba y frotaba, no aparecía la espuma. Y eso era lo más importante para eliminar al virus. Entonces, busqué en youtube la fórmula para conseguir mucha espuma y descubrí que, añadiendo a un jabón normal aceite de oliva y un ácido especial, se conseguía. Así lo hice, aunque me pasé un poco con el ácido, consiguiendo mucha, mucha, muchísima espuma, tanta que se llenó el cuarto de baño de burbujas y tuve que abrir la ventana para que salieran al aire, porque ya no podía ni respirar. Aquel jabón era diferente, hacía muchísimas y grandes pompas y, además, mis manos habían quedado limpiecitas. Era un jabón diferente, muy diferente, con aquel ácido que le había añadido y que resulta bastante difícil de encontrar en las tiendas.

Después de cenar, papá, mamá, mi hermana Tefi y yo hablamos como todas las noches de cómo nos ha ido en el día, luego nos fuimos a la sala de la televisión para ver una película que casi siempre elige Tefi, que sabe mucho de ‘pelas’ de ciencia ficción. Al prender la tele, aparecieron unas imágenes de “noticias de última hora”, en las que se decía que numerosas nubes estaban cubriendo la ciudad, por lo que el día siguiente sería nuboso y sin sol. Me levanté del sofá y me fui al baño de mi cuarto. Al abrir la puerta, ¡oh, sorpresa!, estaba completamente lleno de burbujas de jabón que seguían saliendo del lavamanos y terminaban en la calle por la ventana que seguía abierta. Me asomé, pero no se veía nada, ni la calle ni siquiera las estrellas.

Esa noche no me quedé a ver la ‘pela’, pues estaba intrigado por las burbujas que continuaban saliendo del lavamanos. Me despedí, les di las buenas noches y me fui a mi habitación. Cuanta más agua echaba para que desaparecieran, más burbujas aparecían. Entonces, cogí el jabón y lo guardé en el armario. Hasta las paredes del baño parecían más limpias, como si cambiaran de color. Muy tarde, hacia la madrugada, me quedé dormido con un sueño inquieto y lleno de pesadillas.

A la mañana siguiente, me desperté tarde, pues entre que me dormí inquieto y la dichosa cuarentena, ya no me levanté tan temprano. Corrí al baño y ¡oh, tranquilidad!, ya no había burbujas, la habitación estaba sin rastro del jabón, muy limpia y hasta el color azul oscuro de las paredes ahora era celeste. Me asomé a la ventana y las nubes de jabón también habían desaparecido, el día estaba muy soleado. Estábamos desayunando, cuando la radio que siempre oye mi mamá dijo que un fenómeno extraño ocurrió durante la noche, el cielo se había cubierto de nubes raras pero que fuertes vientos las habían hecho desaparecer. Por la mañana di mis clases virtuales que cada día son más interesantes, aunque prefiero ir al cole para jugar con mis amigos. A la hora de comer, las noticias dijeron que fenómenos extraños estaban ocurriendo en los diferentes continentes, a los que habían llegado numerosas nubes y que en el norte, los blancos ya no eran blancos; en el sur, los morenos habían dejado de serlo; en el este, dejaban de ser amarillos, y en el oeste los cobrizos tampoco lo eran. Ahora todas, absolutamente todas las personas de los diferentes continentes empezaban a ser transparentes, solidarias y respetuosas. Quedé muy impresionado por el poder de la espuma del jabón de mi mamá.

“Clementín, te veo muy transparente”, dijo Tefi y yo le contesté: “Y tú más solidaria, hermana”.

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