Quinta entrega de ‘El dedo en el disparador’, de Miguel Ruiz Effio. Premio Copé Oro 2020. Ilustrado por Mechaín.
Quinta entrega de ‘El dedo en el disparador’, de Miguel Ruiz Effio. Premio Copé Oro 2020. Ilustrado por Mechaín.

El funeral de Natalia Macedo se llevó a cabo siete días después del incidente, el 6 de enero, a las 10:30 horas, en la iglesia católica St. Thomas The Apostle, en Coeur d’Alene. Luego de la misa de cuerpo presente hubo una recepción en el salón de la iglesia. Unas horas después, Macedo fue enterrada en el cementerio de Spirit Lake, siempre en Idaho.

«¿Por qué Macedo lleva un arma en el bolso mientras va de compras con su hijo? ¿Para defenderse de los asesinos ocultos en la sección de frutas y verduras? ¿Para derrotar a los terroristas infiltrados en Walmart? Es lógico sentir solidaridad o compasión por la familia frente a su desgracia, pero es difícil condolerse por alguien tan imprudente que deja un bolso con un arma letal sin vigilancia cerca de un niño de dos años. La mujer vivía paranoica y murió por su propia arma de defensa. Es evidente que Natalia Macedo era una mujer brillante, con un futuro brillante. Por desgracia, también era una idiota».

—Eso lo escribió Robert Fowler, un periodista que abogaba a favor de las leyes de control de armas —me cuenta Francis, claramente incómodo— en un blog donde opinaba sobre temas de actualidad relacionados con su activismo. Yo me pregunto: ¿Tenía que ser tan hiriente? ¿No podía ser respetuoso de nuestro dolor? ¿Por qué ensañarse con Natalia?

En los Estados Unidos, la segunda enmienda a la Constitución consagra el derecho de los ciudadanos a la posesión y uso de armas para distintos usos particulares. Esta flexibilidad ha originado que el país norteamericano tenga el mayor número de armas en manos de civiles a nivel mundial. En diciembre de 2014, cuando ocurrió el accidente, los estudios mencionaban que 60 o 70 millones de ciudadanos estadounidenses poseían más de 250 millones de armas de distintos tipos. Ese año, Idaho era el estado que encabezaba las cifras en el país.

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El accidente por el cual perdió la vida Natalia Macedo no fue el único ni el último de su tipo. El 13 de abril de 2015, solo cuatro meses después, un niño de tres años disparó un arma y mató a otro de un año en un accidente en su casa de Cleveland. En Chicago, el 19 de octubre de 2015, un niño de seis años disparó por accidente y mató a su hermano menor de tres con un arma que su padre escondía cargada en la cocina, envuelta en pantalones de pijama. El 28 de abril de 2016 un niño de dos años disparó y mató a su madre, Patrice Price, de 26 años, en una autopista de Milwaukee: el niño viajaba en el asiento trasero del auto, recogió una pistola que se había deslizado bajo el asiento del conductor y disparó a través del respaldo. Solo días antes, el 10 de marzo de 2016, en Florida, Jamie Gilt, una activista por el derecho a portar armas en el país, recibió un disparo accidental de su hijo de cuatro años, quien tomó el arma que ella había dejado cargada en la parte trasera de la camioneta. Y el 19 de marzo de 2018, en Mississippi, un niño de 9 años cogió una pistola que sus padres guardaban en el velador de su habitación y disparó en el cráneo a su hermana de 13 años porque se negó a darle el control de un videojuego.

Tragedias como estas han empujado al país hacia la creación de políticas para el uso de armas, pero hasta hoy las iniciativas no han pasado de restricciones para grupos de riesgo, como expresidiarios o enfermos mentales. Cuando la presión política ha sido necesaria para frenar iniciativas legislativas, el gremio armamentístico liderado por la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) ha hecho sentir su influencia en el Congreso. Por ejemplo, fueron gestiones de la NRA las que habían conseguido, en 2011, la aprobación de la ley que autorizaba portar armas ocultas al transitar entre estados. Tanto Francis como Natalia tenían este permiso, lo que les permitió viajar con sus armas de California a Idaho.

Los esposos Carter-Macedo tenían pistolas Glock de nueve milímetros, uno de los modelos más usados en los Estados Unidos, debido a que resulta sencilla de maniobrar. Lorenzo Silva, dueño de dos armerías en Arizona, me explica por correo electrónico: «Una Glock de nueve milímetros tiene seguro automático. Para usarla solo se necesita apretar el disparador, pero con más fuerza que en otras pistolas. Su ligereza, debido a su armazón de polímero, la convierte en el arma preferida de policías, ciudadanos e incluso delincuentes, pues brinda la sensación de estar siempre lista para la acción. Su cañón corto no permite puntería fina a larga distancia, salvo que el tirador sea muy experimentado. Pero en el corto alcance es muy eficaz».

La flexibilidad de la legislación origina que cada vez que se han producido matanzas las ventas de armas se disparen, pues el público teme que se apruebe, al fin, una prohibición federal. El tristemente célebre Tiroteo de Tucson de 2011, el 8 de enero de ese año, originó que dos días después las ventas de armas en Arizona se incrementaran en 60% en comparación al año anterior, según reportes del FBI, así como 65% en Ohio, 38% en Illinois y 33% en Nueva York.

—Natalia era una mujer maravillosa —refiere Francis—. Era una madre preocupada por la seguridad de nuestro hogar. Las habitaciones contaban con cámaras de seguridad que podíamos revisar desde los smartphones o las tablets. Ella nunca hubiera permitido que nuestro hijo jugara sin supervisión o que se quedara solo en la bañera. Era una buena madre, no es justo lo que dijeron de ella —protesta otra vez.

Sin embargo, aquella mañana había un arma en su bolso de mano y al alcance de su hijo de dos años. El niño pudo hacerse daño. En lugar de ello, disparó el arma contra su madre.

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