El empaque y manipulación se realiza siguiendo un estricto protocolo de seguridad sanitaria. (EFE)
El empaque y manipulación se realiza siguiendo un estricto protocolo de seguridad sanitaria. (EFE)

La noche del 10 de mayo de 1933 un grupo de estudiantes de ideología nazi saquearon la biblioteca de la Universidad Humboldt de Berlín. Su objetivo: quemar más de 25 mil libros tildados de ser antialemanes. La masacre literaria se replicaría en otras veinte ciudades. Obras de Freud, Marx, Zola, Hemingway, Proust o Brecht fueron llevadas a la hoguera bajo la sospecha de que profesaban ideas en contra del nazismo.

La Guerra Civil Española también sería escenario de destrucción de libros. Queda en la memoria del país europeo el posterior control que hizo la dictadura franquista de las publicaciones. Todo pasaba por los ojos del gobierno, llegándose a revisar bibliotecas y prohibiéndose a autores socialistas, pero también clásicos como Stendhal, Goethe, Balzac o Kant.

A lo largo de la historia han sido varios los intentos despreciables para alejar a los ciudadanos de los libros. Felizmente esos años parecen haber sido superados, aunque –quién lo diría– otra amenaza ha asomado. El no solo nos ha quitado los abrazos y la normalidad, también nos ha impedido acercarnos físicamente a las librerías.

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SIN CONTACTO

Martha Loaiza es una de las cabezas de la librería La Familia, ubicada en Miraflores. Es jueves por la noche y no ha parado de trabajar desde primera hora. “Este fin de semana estrenamos nuestra tienda online”, dice emocionada, como si quisiera mostrarnos ahora mismo la nueva ventana digital de su librería.

Fundada en 1952, La Familia se prepara para dar el gran salto a la era virtual. “En realidad somos un negocio antiguo y no nos habíamos actualizado”, reconoce. Ahora esta pandemia los ha obligado a doblegar esfuerzos, hacer importantes inversiones y acelerar procesos.

Desde hace dos semanas diversas librerías han reiniciado sus actividades paralizadas por el estado de emergencia. Esta vuelta al negocio ha traído novedades. No se abrirán los locales hasta nuevo aviso, solo se atenderá al público a través del delivery. Es por eso la premura de La Familia, que además ha contratado un servicio de bicicletas para cumplir con esta disposición.

En el Perú hay entre 50 y 80 librerías y todas deberán cumplir con el protocolo de seguridad sanitaria vigente desde mayo (detallado por el ). Ello comprende una estricta supervisión del proceso de delivery, que va desde el empaquetamiento de los libros hasta la entrega final. Otras lo han venido haciendo progresivamente y atendiendo al público desde diversas plataformas: números de Whatsapp, Facebook o hasta tiendas virtuales.

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Conseguir este reinicio ha sido tortuoso. “Nos hubiera gustado hacerlo desde el día uno de la cuarentena. Hay países donde nunca se ha dejado de ofrecer libros durante el confinamiento porque se le considera un recurso de primera necesidad. Y en donde se han cortado, ha sido prioridad restablecerlo. No es que nos falte mucho para ser como ellos. Justamente son estas acciones las que te hacen calificarte como un país desarrollado”. La voz es de Javier Masías, uno de los fundadores de Librería Babel, también ubicada en Miraflores.

El periodista gastronómico reabrió las puertas digitales de Babel hace una semana, luego de que las autoridades sanitarias aprobaron su protocolo de seguridad y le autorizaron realizar las entregas a domicilio. A partir de esa fecha trabaja un promedio de 14 horas diarias atendiendo los pedidos que le llegan a través de Whatsapp e Instagram. “No nos va mal, pero nos estamos rompiendo el lomo. Nuestros clientes habituales son los que nos han buscado y esperado”, dice.

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FALTA MÁS APOYO

Malena Sanseviero lleva más de 30 años en el negocio de los libros. Desde el 2012 está al frente de Librería Sur, en San Isidro. Como a todos, esta pandemia o “este sueño” –como le llama– frenó sus proyectos de golpe. Pero ha llegado el tiempo de volver y desde hace una semana Sur viene despachando sus pedidos en toda Lima Metropolitana y provincias. “Queremos hacerlo en menos de 24 horas”, repite, conociendo del compromiso que implica llevar un libro a un lector.

“Nosotros siempre hemos tenido una web donde se ofrecen nuestros libros, pero, a falta del espacio físico, ahora se ha convertido en nuestro principal canal de venta. Por ahora estamos vendiendo bien, lo hacemos además por el correo electrónico”, explica.

A Malena lo que más le ha sorprendido de toda esta crisis es la falta de apoyo del Gobierno. “En los primeros días desde el Ministerio de Cultura nos hicieron entrevistas, nos consultaron sobre los protocolos, pero nunca supimos más. Las librerías independientes nos hemos tenido que organizar y ayudarnos entre nosotros. Ha sido la única forma de empujar esto”, comenta para luego señalar que urge que el sector Cultura brinde apoyo a la industria del libro porque a pesar de los esfuerzos de los libreros, las ventas por delivery no se comparan a las realizadas en los locales.

Pero Malena también tiene razones para sonreír. Lo hace al recordar la paciencia de sus clientes. Durante las semanas en que no atendieron, su correo electrónico se llenó de mensajes que le preguntaban sobre el reinicio de las actividades. “Muchos de ellos hicieron sus pedidos sin conocer la fecha exacta de reapertura. Eso me conmueve”, menciona.

Así como La Familia, Babel, El Virrey, Communitas, Estruendomudo y Sur, decenas de librerías y editoriales han vuelto a laborar en medio de esta nueva normalidad. En un país que lee poco el reto es tremendo, pero entre las lecciones que nos viene dejando esta crisis se encuentra la necesidad de tener un libro al lado. Sin ellos, quizás este confinamiento habría resultado aún más caótico.

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