Son muchas las personas que vienen atravesando esta cuarentena sin mantener contacto físico con el otro. (EFE)
Son muchas las personas que vienen atravesando esta cuarentena sin mantener contacto físico con el otro. (EFE)

Con una pegajosa canción los lanzaron en 1963 una insuperable sentencia: And when I touch you I feel happy inside (Cuando te toco me siento tan feliz). La letra trata sobre la felicidad que genera tocar la mano de una mujer. Sin querer, el cuarteto de Liverpool soltaba una gran verdad. Nada supera al contacto físico, el tacto como la mejor manera de expresar nuestras emociones y sentimientos. Es indispensable desde el primer segundo de vida, a lo largo de toda nuestra existencia y apacigua también nuestras despedidas.

Pero ¿qué ocurre cuando pasamos sin dar o recibir estos estímulos?

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SOLEDAD EN PANDEMIA

“Esta cuarentena nos ha afectado a todos en algún punto. En mi caso, cuando se anunció la segunda ampliación, sufrí un ataque de ansiedad. Me volví improductivo, desganado, miraba solo TV”. La voz es de Ángel Ccuti, un joven de 30 años que vive solo en un departamento de San Borja. La cuarentena lo agarró tres días después de haber llegado de Arequipa. Había ido a ver a su novia. Ella fue quien le dio el último abrazo. Desde el 12 de marzo no ha vuelto a recibir algún contacto físico.

Ángel es ingeniero mecánico y trabaja de forma independiente. Durante la cuarentena logró convertir su cuarto en una oficina, aunque estuvo a poco de irse a pasar el aislamiento social a la casa de su madre, junto a sus hermanos. La falta de un espacio de trabajo lo hizo desistir. “Comparto la casa con Enriqueta, tiene 80 años aunque ella vive en otro cuarto. Apenas nos hemos cruzado algunas veces y ha sido porque me ha invitado fruta. La última vez que la vi le ayudé con su Whatsapp”, cuenta. “Extraño a mucha gente. He llegado a abrazar a mi almohada pensando que es mi novia”, agrega riéndose.

Ángel, al igual que Enriqueta, es uno de los miles de peruanos que viene llevando esta cuarentena en soledad. Posiblemente ellos estén experimentando el fenómeno neurológico conocido como hambre de piel, que en esta crisis viene siendo recurrente. Se trata de una sensación que se produce ante la falta de contacto humano. El anhelo de tener a alguien cerca.

“Cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago [del cerebro]”, explicó al portal Tiffany Field, investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto (TRI) en la Universidad de Miami. “A medida que aumenta la actividad del nervio vago, el sistema nervioso se desacelera, bajan el ritmo cardíaco y la presión sanguínea y las ondas cerebrales muestran relajación. También bajan los niveles de las hormonas del estrés, como el cortisol”, agregó para explicar la necesidad biológica del contacto físico.

Y es que esta necesidad de ser tocados es natural. El psiquiatra Yuri Cutipé indica que ocurre desde el nacimiento. “Durante nuestra vida tenemos una seguridad básica que se forma en función del vínculo afectivo que tuvimos con los seres que nos cuidaron en los primeros años de vida. Los niños no tienen la capacidad de diferenciar su cuerpo del de otro, entonces para ellos son uno solo y se familiarizan con sus características”, señala el especialista, quien se desempeña como director de Salud Mental del Ministerio de Salud. Por tal motivo es que los doctores recomiendan ejercicios como recostar al niño sobre el pecho o el abdomen de la madre.

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CUESTIÓN DE TACTO

Conocer que tenemos unos cinco millones de terminaciones nerviosas repartidas en dos metros cuadrados de piel –que nos mantienen en contacto con el entorno y nos proporcionan información– resalta la importancia del tacto. Sin estímulos de ese tipo algunas las personas comiencen a experimentar una sensación de deterioro físico y mental. “Sabemos por la literatura que la falta de contacto produce consecuencias muy negativas para nuestro bienestar”, dice Alberto Gallace, neurocientífico de la Universidad de Milano-Bicocca para Wired.

“Y en periodos cuando tenemos mayor dependencia, como una enfermedad o estamos en soledad, es cuando más volvemos a tener esas necesidades básicas emocionales. De ahí viene la explicación de por qué añoramos los abrazos o acciones simples como estrechar la mano”, explica Cutipé. El psiquiatra agrega que perder el contacto físico traerá consecuencias a futuro, al igual que las acciones que venimos dejando de hacer como tomar el sol o correr. Sin embargo, el aislamiento es la única salida para evitar la propagación del

“Estoy muy preocupada”, dice la doctora Tiffany Field, “porque este es el momento en que más necesitamos contacto humano”. Aunque suene contraproducente, el hambre de piel debilita nuestro sistema inmunológico, vital para luchar contra el coronavirus. Además –señala– cuando movemos la piel aumenta la setotonina “y los bajos niveles de serotonina se han asociado al insomnio, la angustia y la depresión”.

Son varios los especialistas que recomiendan el uso de la tecnología para aliviar las consecuencias. Durante estos días se han multiplicado las videollamadas y mensajes. Sin embargo, ninguna de estas plataformas puede llegar a suplir el contacto humano. Los expertos aconsejan estimular las zonas del brazo, el hombro y el cuello, mientras que algunas investigaciones precisan que acariciar animales y hacer ejercicios también puede ayudar a calmar los niveles de ansiedad y, a la par, reducir el hambre de piel.

Como si de una pesadilla se tratara, este virus sigue arrebatándonos lo que más deseamos. Todo indica que, hasta que no se halle una cura, viviremos en una sociedad sin contacto. Nunca más olvidemos la importancia de dar un abrazo.

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