Coronavirus: El vocabulario de la pandemia

El pasado 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote del coronavirus como pandemia global. Lo hizo casi tres meses después de la aparición del primer caso, cuando el nivel de contagio y letalidad ya habían alcanzado la suficiente gravedad para cambiar la definición, que hasta ese entonces permanecía como alerta global. Fue el presidente de la organización, Tedros Ghebreyesus, quien salió a dar el anuncio. Los más de 118 mil casos y 4,291 muertes y la presencia del virus en 114 países –hasta ese entonces– lo ameritaban. Aquel día Google registró un récord de búsquedas de la palabra ‘pandemia’ a nivel en todo el mundo.

La OMS define el término pandemia –heredado del griego antiguo– como “la propagación mundial de una nueva enfermedad”. No confundir con epidemia. Lo que la diferencia es el grado en que aumentan los casos y su alcance internacional. La última vez que la institución la usó para categorizar un fenómeno de igual magnitud fue en 2009, durante el brote de la gripe AH1N1, también llamada en un principio gripe porcina. Desde aquel día usamos la palabra ‘pandemia’ para referirnos a la crisis actual. “Ojalá la pandemia pase pronto”, “por culpa de la pandemia”, “hasta que pase la pandemia”. El propio presidente Martín Vizcarra la suele mencionar en sus conferencias, aunque durante las últimas semanas otro término ha sido recurrente en sus discursos.

Los especialistas estiman que una vacuna contra el coronavirus estará lista en uno o dos años. Es decir, resulta casi imposible que la cifra de fallecidos y contagiados sea reducida a cero de inmediato. Es por eso que algunos gobiernos han optado por otra estrategia: aplanar la curva. Este concepto hace mención a los esfuerzos por lograr que la curva de contagios siga creciendo y, más bien, se aplane, dibujando una especie de meseta. Este es el ansiado periodo que busca el gobierno peruano, un escenario controlado, en el cual la cantidad de infectados graves no supere a la capacidad médica.

Durante el inicio de la pandemia hubo todo un debate en torno a la necesidad de las mascarillas, estos productos que sirven tanto para tapar la boca y las fosas nasales (con el fin de evitar que entren patógenos) como para impedir el contagio a otras personas en caso de estar infectado. La OMS ha recomendado que solo sea destinada al personal médico, aunque diversos gobiernos han optado por promover un uso generalizado. Ese ha sido el camino tomado por el Perú y desde abril es obligatorio que cada ciudadano utilice una en bancos, mercados y otros sitios públicos. Esta decisión generó que el precio de estos productos incremente, aunque también posibilitó la aparición de pequeños negocios dedicados a su fabricación y venta.

Esta nueva normalidad también ha traído consigo que muchos de nosotros carguemos en nuestros bolsillos o coloquemos a la entrada de la casa una botella de alcohol en gel. Junto con el uso del jabón, es el arma más efectiva para matar el virus, según ha señalado la OMS. ¿Ya se preguntó cuántas veces al día se lava o remoja las manos en este líquido gomoso? Estos desinfectantes, sumados al alcohol líquido, protectores faciales, trajes de bioseguridad y lejía, han ingresado a ser parte de nuestro vocabulario habitual.

Y hasta hace unos meses desconocida para la gran parte del mundo, Wuhan, la capital de la provincia de Hubei, en China, se ha convertido en una referencia cuando hablamos del coronavirus. Es que la OMS ha indicado que en este territorio fue donde se produjo el primer contagio del coronavirus en humanos y el primer foco de la pandemia que comenzó a finales de 2019. Esta ciudad recién pudo quedar libre de un estricto confinamiento más de tres meses el pasado 8 de abril. ¿Ya sabe ubicarla en el mapa?

“Ciudadanía hacia una nueva convivencia social”. Así tituló el presidente Martín Vizcarra el decreto supremo que reúne las disposiciones a seguir en los próximos días, como parte de la ampliación del estado de emergencia. Desde el ciudadano de a pie, que ha tenido que aprender el significado del teletrabajo y distanciamiento, hasta las empresas, que tendrán que adoptar serios protocolos de seguridad. Todos deberán “transformarse” en esta nueva etapa. Los especialistas también han tildado a este tiempo como nueva normalidad, dando por descontado que lo cotidiano, como hasta ahora lo conocíamos, no regresará.

Es en medio de este escenario que el término de responsabilidad social ha tomado fuerza. “Los ciudadanos no pueden esperar que el gobierno resuelva todo. No lo hacemos bien cuando seguimos creyendo que el Gobierno es el papá y nosotros somos los menores”, comentaba la filósofa Soledad Escalante sobre la necesidad de trabajar colectivamente para salir de esta crisis. Ello incluye respetar las medidas dispuestas por el Gobierno, como el aislamiento social y los toques de queda.

El glosario de la pandemia no termina. Muchos términos y expresiones se han quedado fuera de esta lista y quién sabe cuántos tantos más se colarán en nuestro vocabulario en las próximas semanas. El coronavirus no solo nos está dejando preocupaciones, también un nuevo vocabulario.