Autora chilena Constanza Gutiérrez presentó 'La educación básica', una reunión de sus cuentos. (Fotos: Jéssica Vicente).
Autora chilena Constanza Gutiérrez presentó 'La educación básica', una reunión de sus cuentos. (Fotos: Jéssica Vicente).

Castro es pequeña, pero tiene una plaza de armas donde pasa todo. Ahí está la Gobernación y el restaurante La Brújula del Cuerpo, cuyo nombre poético se diluye rápidamente cuando nos enteramos que se debe a que es del cuerpo de bomberos. Ella dejó su tierra en 2005 y entonces la ciudad tenía 16 mil habitantes. En Castro, que es parte de la isla de , se juega básquetbol, más que fútbol, y ajedrez. Pero ella solo leía y escribía refugiada en su casa, ubicada en la punta de un cerro sin nombre, en medio de la lluvia y cerca del mar de aguas heladas.

Constanza Gutiérrez ya radica en Santiago desde hace nueve años y es escritora. Ha ganado el primer lugar del concurso Roberto Bolaño, en 2011, por el cuento “Arizona”, que es parte de La educación básica, una reunión de relatos editada este año en el Perú por la editorial Pesopluma, y que el último fin de semana se presentó en la feria del libro La Independiente.

Tiene 29 años, pero por su aspecto físico parece que recién cumplió los 18. El humor está presente en su obra, pero también en su trato. “Ser serio es algo que hay que arrancar, es ser muy tonto y tomarse todo gravemente. Hay que reírse aunque estés triste”, me dice la autora de los libros Incompetentes (2014) y Terriers (2017), con el que logró el Premio Municipal de Santiago 2018 y fue finalista del Premio Iberoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Y es su cuarta vez en el Perú.

El sur de Chile es quizá la región que menos conocemos en el Perú. ¿Te sientes ciudadana de otro Chile?
Sí, yo crecí en una isla que se llama Chiloé. Es muy al sur y muy distinta al resto de Chile. Para empezar, se habla de otra manera, hay otro acento, se quedaron muchas palabras antiguas del español. Por ejemplo, cuando uno se enoja, se dice que está privado, privado de razón; también está el almud (una caja), que es una medida para comprar papas (de las que hay gran variedad) y viene de los árabes.

¿Y en Santiago ya te sientes capitalina o aún eres la migrante del sur?
Es distinto. Si vas a una casa en Castro, todos te ofrecerán comida. En Santiago no te ofrecen comida e intentan no invitarte a su casa y, más bien, intentan ir a la tuya y que tú les des comida (risas).

¿Escribes de la provincia porque es parte de tu memoria o también por una suerte de reivindicación de ese otro Chile?
Fue todo, más bien, intuitivo. Viví hasta los 15 años en Castro, luego me mudé a otra ciudad que también está al sur que se llama Temuco, que le dicen la última frontera; donde pelearon los mapuches contra los españoles, fue el último lugar por el que todavía no podía pasar el ejército español. Temuco es un lugar muy oscuro, porque hay mucha gente de muy de derecha. La Araucanía, que es la región donde está Temuco, es donde siempre gana la derecha y al mismo tiempo es la región más pobre del país, donde hay conflicto político entre la República de Chile y la comunidad Mapuche que intenta recuperar tierras. Hay mucha diferencia social. Prefiero estar en Santiago…

La educación básica
La educación básica

En medio de una isla al sur de Chile y de pocos habitantes, ¿cómo nace la escritora?
Mi mamá me hizo. Yo vivía en la punta del cerro, que es parte de la localidad de Nercon. Vivía con mi mamá, mi papá y mi hermano mayor. Éramos casi los únicos. No había mucho que hacer. Me gustaba ver tele y leer, porque mi mamá me compraba libros. Me hizo creer que leer era cool (risas).

¿Y no es cool?
Leer y escribir tiene prestigio. Me dicen que es bonito y que está bien. Pero el resultado de estar leyendo no es tan cool, porque sobreintelectualizas o eres la que tira un dato y todos te miran raro. No era tan cool en lo práctico.

¿Desde que leías ya querías ser escritora?
Sí, se me ocurrió al tiro. Tenía 7 años. Fantaseaba que publicaba un libro. En Chile hay un libro para niños que se llama Papelucho, que lo escribió Marcela Paz en los años 50 creo. Lo leen todos los niños. A los seis años me lo compraron. Lo leí al tiro y al final del libro dice, aunque es un invento: que era el diario de un niño que había sido encontrado en un basural por un señor y que él lo llevó a una editorial y lo publicaron. Y lo creí. Entonces, sentía que yo también podía publicar un libro. De hecho, a los nueve años mandé una historia a la misma editorial de Papelucho.

¿Qué te respondieron?
Qué estaba muy bien, pero que tenía que ser más largo. Mi novela era de seis páginas de Word (risas). Nunca tuve dudas sobre ser escritora. Mi papá estudió castellano y a mi mamá le gustaba leer.

Me dices que a los 14 años empezaste a escribir mucho. Y lo adolescente está muy presente en tu obra y es un tema que, en general, no se agota.
Sí. La otra vez pensaba que el mejor negocio del mundo es donde venden pipas para marihuana, parches y posters de Slayer y Metallica. Siempre habrá un niño de 13 años que quiera ir a comprar un cancionero de Los Prisioneros o una polera de los Ramones (risas).

¿Crees que en el fondo todos queremos ser siempre adolescentes?
No sé si todos. El adolescente anda buscando su lugar en el mundo, su identidad.

¿Y los adultos?
Uy, ahora los veo a todos buscando su lugar en el mundo. El mundo adulto está lleno de talleres: taller de cerámica, taller de no sé qué (risas). Parece que todos entraron a estudiar lo que no les gustaba y ahora tienen que arreglarlo (risas). Mala suerte. Yo tuve mucha suerte de que se me ocurrió a una edad ser algo y me quede ahí, y he tenido claridad.

Constanza Gutiérrez
Constanza Gutiérrez

Hablamos de que por ser o parecer menor te subestiman. ¿Ser mujer ha sido otra razón para ser subestimada?
Nunca me ha pasado nada terrible. Aunque he escuchado comentarios como “cree que escribe bien porque es bonita”, no me importa. Pasó que publiqué en un momento en el que el feminismo estaba en alza; entonces, ahorita me invitan a ferias. Hay como una nueva ley de cuotas. Ayuda a que nos mostremos. Pero no me gustaría que dijeran que mi literatura es de mujeres. Es solo literatura.

Precisamente, en el cuento “Arizona” el personaje principal es un niño. ¿Fue complejo ponerte en los zapatos de un niño?
No, desde chica escribía como si fuera un hombre o una mujer. Una época escribía como hombre porque todo lo que leía, como Tom Sawyer, era de hombres. Yo cuando niña no era muy niña, era más bien niño, me gustaba la ropa ancha, la ropa de hombre. Mi camiseta favorita era una que me regaló un primo, una del Demonio de Tazmania. No sé si yo sea representativa de alguna cosa.

Pero sí eres representativa de este tiempo, de romper estos cánones de cómo ser niño o niña.
No estoy segura, porque estudié Literatura casi para no relacionarme con gente normal (risas).

¿Y estuvo bien haber estudiado Literatura?
Sí, me gustó mucho. Pero no sé si en el mundo real sirve.

Es la duda de siempre de los padres: que su hijo o hija decida ser música, pintora o escritora.
Pero yo prefiero tener un hijo así que un cobarde que entra a Derecho porque yo lo estoy obligando y le digo que tiene que ganar plata. Si mi hijo a los 17 me dice que quiere entrar a una carrera solo para ganar plata, pensaré que es un imbécil, que es el hijo de satanás, ¡qué hice! (risas). Yo entiendo que alguien de 30 años me diga que lo más importante es la plata, pero alguien de 17 tiene que ser un idealista.

¿Qué es lo más importante entonces?
Llevarse bien con la gente. Aunque a mí me cuesta, porque no tengo muchas habilidades sociales (risas).

AUTOFICHA:

“Soy Constanza Soledad Gutiérrez Obreque. Mi segundo apellido no existe en otra parte que no sea Temuco. Nadie sabe su origen, solo que lo escribieron mal. Tengo 29 años, nací en enero de 1990, en Castro, Chiloé, donde viví hasta los 15 años de edad. Estudié Literatura, que es algo que siempre quise hacer”.

“Recomiendo leer Esperando a Godot de Samuel Beckett, Hijo de ladrón de Manuel Rojas, El pozo de Juan Carlos Onetti y a Julio Ramón Ribeyro. También Los ríos profundos de Arguedas, me encantó la historia, casi me hacía llorar. Arguedas debe haber sido muy sensible”.

“Alisto un libro que se llama El príncipe del rap. Es todo lo que te voy a contar. Tiene que ver con la serie. Sí, hay un personaje como Will Smith. No sé cuándo la termine, por eso no quiero contar tanto. Será una novela. Y siempre escribo cuentos, los voy haciendo hasta que llegue el momento de publicar”.