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Redacción PERÚ21

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A principios de los años ochenta surgió en el Perú un grupo de poetas mujeres que, en su mayoría, reivindicaba las ideas y actitudes del movimiento de liberación femenina, exploraba las posibilidades de la llamada poesía del cuerpo y denunciaba el orden patriarcal que las oprimía y cosificaba. Ejemplos de esto son los primeros libros de Rocío Silva Santisteban, Patricia Alba y, sobre todo, los de la ya célebre Carmen Ollé. Sin embargo, en ese grupo de interesantes autoras también apareció una voz, de alguna manera, disonante: la de Giovanna Pollarolo (Tacna, 1952) que en sus mejores poemarios – Entre mujeres solas (1991) y La ceremonia del adiós (1997) – daba voz a distintos personajes femeninos que, atrapados en las redes del matrimonio y de las convenciones sociales, viven el desamparo, la decepción y la soledad que sus rutinas les imponen, dejando a un lado todo ánimo de rebelión para lamentarse sobre su incapacidad de encajar en el mundo y del fracaso de sus relaciones amorosas.

Después de estos poemarios, Pollarolo recaló en la narrativa, publicando primero un logrado libro de cuentos, Atado de nervios (1999) y luego una larga y muy irregular novela, Dos veces por semana (2008) que continuaban por la senda de sus poemas: historias de mujeres sufrientes envueltas en una relación declinante o padeciendo el abandono del ser amado, matizadas por una triste ironía que apenas si hace menos trágica la resignación o las dificultades para enrumbar sus vidas sin la compañía masculina a la que se habían aferrado.

Pollarolo acaba de romper uno de esos largos silencios que caracterizan su carrera con una breve novela, Toda la culpa la tiene Mario, el libro con menos pretensiones de los que ha escrito, aunque no abandone del todo sus leitmotivs, los que encara esta vez en clave más humorística y ligera.

La trama de Toda la culpa la tiene Mario puede resumirse así: un añejo club del libro integrado por un puñado de señoras de la clase alta limeña mueve cielo y tierra para invitar, por los festejos de su aniversario número 45, a Mario Vargas Llosa, quien se compromete a asistir a la celebración que organizan. Pero el repentino anuncio de la separación del Nobel de su esposa Patricia y de su nueva relación con la socialité Isabel Preysler trastoca sus planes y rompe el dique que embalsaba las secretas rencillas, envidias y resentimientos que habían cultivado entre ellas durante tantos años.

Lo más destacable de la novela de Pollarolo es que no cae en el facilismo de regodearse en la chismografía para ganarse al lector sin mayor esfuerzo. Más bien, la toma como un pretexto para adentrarse en las disquisiciones y motivaciones de sus personajes y echar a rodar una trama muy bien estructurada sobre la base de diálogos, correos electrónicos y páginas de diario, que le otorga dinamismo y vivacidad a la narración. Además, esta estrategia funciona para que la autora cuestione, en clave cómica y punzante, los temores y claudicaciones que una crisis matrimonial puede provocar en sus pares.

Quizá el final sea lo más flojo de la novela, que termina diluyéndose en una conclusión sin fuerza, previsible y, por lo tanto, insatisfactoria. Sin embargo, el balance es positivo: se trata de una lectura rápida, distendida, cómplice, hilvanada con gracia y oficio. Es decir, precisamente lo que el libro nos propone. Y nada más.

Giovanna Pollarolo

  • Toda la culpa la tiene Mario. Planeta, 2016. 153 pp.
  • Relación con la autora: conocido.
  • Puntuación: 3/5 estrellas