Columna vertebral: Adorables monstruos [Opinión]

En KimoKawaii, la última novela de Enrique Planas, trata sobre el conflicto entre generaciones que aspiran, de modos distintos, a hallar su lugar en un mundo hostil y violento.
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Quizá la primera tragedia en la vida de Enrique Planas (Lima, 1970) ocurrió aquella tarde en la que, muy niño, encendió el televisor y se encontró con su héroe máximo: Ultra Siete, crucificado en una urna de cristal en lo alto de un monte. Este y otros recuerdos de las series japonesas que se transmitían en la rudimentaria televisión local de ese entonces debieron dejarle una fuerte impresión, por lo que se advierte en la lectura de su última y muy interesante novela KimoKawaii, fábula en la que se despliega todo el imaginario del manga, el anime y los géneros y subgéneros que los conforman. Todo esto al servicio de una historia acerca de un conflicto entre generaciones que aspiran, de modos distintos, a hallar su lugar en un mundo hostil y violento.

Planas debutó en la narrativa hace casi veinte años con una novela de óptima factura, Orquídeas del paraíso (1996), a la que siguió otra llamativa ficción: Alrededor de Alicia (1999). Sin embargo, luego de estos dos libros su estrella pareció pasmarse. Ni Puesta en escena (2002) ni Otros lugares de interés (2010) representaron un avance significativo en su carrera como narrador. KimoKawaii es, por eso, el regreso del mejor Planas. Es probable que estemos ante su novela más ambiciosa, más redonda y donde sus obsesiones están plasmadas con mayor originalidad.

La premisa de KimoKawaii es, en apariencia, bastante sencilla: a finales de los noventa un periodista cultural de segunda línea, perteneciente a una generación marcada por las utopías y la necesidad de erigir héroes salvadores, se topa de casualidad con una otaku limeña llamada Michiko, parte de una nueva camada de jóvenes que rechazan cualquier ideal colectivo y erigen su individualidad como única manera de definir un camino vital. Estas formas antagónicas de encarar la realidad se confrontan en la novela; dicha pugna les otorga una rara complejidad a sus personajes, seres contradictorios y sumidos en un espiral de ternura, perversión y muerte donde no existe salida aparente.

Esa confrontación también transforma gradualmente los sucesos que se desarrollan en la novela. Esta empieza con un registro realista que, poco a poco, va siendo afectado por acontecimientos exagerados, grotescos y absurdos muy propios del manga (como la lucha entre el empleador de Michiko y el periodista cultural o la feminización del asistente de la revista Kawaii), que son evidencias de cómo el entorno del protagonista se va modificando mediante la estridente presencia de la impulsiva adolescente. Esta transformación llega hasta el extremo de descubrir que la misma Michiko –como Astroboy, célebre personaje nipón– es un ser reconstruido, marcado por cicatrices y costuras, una entidad que elige el disfraz, la impostura y el afeite para reforzar su identidad y no ser devorada por un pasado y presente funestos.

Elaborada con mucho oficio, a base de un lenguaje cuidado, pleno de imágenes y metáforas eficientes y en ocasiones muy conseguidas, KimoKawaii no es solo una buena novela, sino también la consolidación de Enrique Planas como un autor destacable dentro de nuestra narrativa actual.

SOBRE EL AUTOR

Enrique Planas, KimoKawaii. Penguin Random House, 2015. 211 pp.

  • Relación con el autor: Amistad.
  • Puntuación: 4 estrellas.

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