Claudiomiro López, mosaista de Casa Rosselló.
Claudiomiro López, mosaista de Casa Rosselló.

En el centro educativo 20112 había un niño que quería ser cantante. Era el primero en levantar la mano para participar en las actividades . Su padre era músico de una banda de vientos. Tal vez quería ser como él, artista.

Es el sexto de 11 hermanos. En se vivía de la agricultura, la papa y el maíz. “Imagínate cuántos kilos de papa tenía que sancochar mi mamá”, me dice. La ropa se heredaba de un hermano a otro. “El mismo pantalón y chompa, nunca se acababan”, recuerda y ríe. Todas, razones para seguir el camino de sus hermanos que iban migrando uno tras otro.

Curay es un centro poblado de la provincia de Oyón. A seis horas de Lima por la carretera a los baños termales de A unos 3 mil metros sobre el nivel del mar. Calcula que tiene unos 1,500 habitantes y aún recuerda la iglesia San Bartolomé, que tenía el piso hecho con mosaicos. Cada vez que sus manos crean y fabrican una de estas piezas, recuerda esa imagen de niño entrando a aquella iglesia y deslumbrándose por el arte a sus pies. Hoy contabiliza casi 20 años de experiencia como mosaista y trabaja en Casa Rosselló, empresa de acabados y revestimiento con más de 150 años en el mercado peruano.

Claudiomiro López estudió la primaria en Curay. Parte de la secundaria la hizo en Churín. Sus estudios los completó en Lima. Hoy tiene dos hijos, la última está acabando el colegio y el mayor pronto culminará . Con un pasado de “pobreza extrema”, como él lo describe, sus manos crearon un presente ejemplar y un futuro prometedor. El niño que quería ser cantante hoy crea con las manos.

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-Usted es un sobreviviente del COVID, tuvo la enfermedad.

Dios me dio la oportunidad para seguir de pie y poder cumplir mi propósito, como lo es mi familia. Tengo hijos en pleno proceso de la vida. Pero también tengo un propósito en mi trabajo: estoy enfocado en enseñar, formar más artesanos, más mosaistas.

-A la edad de su hija, más o menos, usted se mudó a Lima. ¿Cómo lo vivió?

Sí. A los 16 años me mudé a Lima. Vine como todo provinciano que tiene sueños. Todos mirábamos la capital. Aunque ahora ha cambiado un poco Curay. Los centros mineros han entrado y hay un poco más de facilidades. Hay medios de comunicación. Tuve que tomar el rumbo hacia la capital para buscar mejoras económicas. Unos tíos me trajeron a Lima. Empecé a trabajar en algunas cosas y pude enviar un poco de dinero a mis padres, también víveres.

-¿Cómo lo recibió Lima?

Estaba llegando a un mundo nuevo. Tenía que empezar de cero, hacer de todo.

-¿Y cómo aprende a trabajar el mosaico?

Me encantó el producto y cómo trabajarlo. Me capacité con una empresa europea. Y gracias a ello tuve la oportunidad de llegar a Casa Rosselló.

-¿Pero cómo llega al mosaico?

Cuando empecé a trabajar en este rubro, vi personas mayores que trabajaban y me acerqué por curiosidad. Veía las manos de estas personas, cómo trabajaban y cuando desmoldaban. Me mostraron la primera caravista y me impactó bastante.

-¿Qué había encontrado?

Los dibujos, la pintura, el modelo. Me encantó.

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-¿En Curay ya imaginaba que sería artista?

Yo quería ser artista, pero de la música (risas). Cantante de música vernacular. Después de llegar a Lima, estuve en la música un tiempo. En la tarde me dedicaba a la música muy aparte de mi trabajo. Tenía un grupito. Me presenté en algunos locales, viajé a algunos pueblos.

-¿A la hora de hacer mosaicos también hay arte?

Hacer el mosaico es un arte. Para ser un mosaista hay que tener perfil de artista. Hacer un mosaico es como hacer un dibujo.

-¿Es una mezcla de escultor con pintor?

Por supuesto. En las épocas antiguas el mosaico se hacía de una manera incluso más artesanal. Hoy se ha modernizado un poco. En la época colonial los primeros mosaistas lo aplastaban manualmente; incluso, los moldes los hacían de maderitas. El prensado era a base de peso.

-Entonces, ¿hoy dónde está el arte en el mosaico?

Se tiene que hacer un diseño, dibujo, que son formas de arte. Es el primer paso en el molde. El arte está en el dibujo.

-¿Usted ya sabía dibujar?

Desde pequeño me gustaba dibujar. Pero he tenido que perfeccionarme. Hay que tener buen pulso, concentración y paciencia.

-¿Es un oficio que está desapareciendo?

Estuvo desapareciendo. En la época colonial se ha usado casi al 100% el mosaico, porque es un producto de alta durabilidad. Puede durar hasta 80, 100 años. A este producto se le hace mantenimiento cada cinco años y tendrá durabilidad. Por eso Casa Rosselló nunca dejó de producir. Pero tenemos que rescatar el mosaico, se tiene que realzar ese producto para que perdure.

-¿En qué se inspira?

Es un trabajo netamente manual. El mosaista tiene que estar las ocho horas concentrado. Me gusta ir a ver las casonas de Lima, las casas coloniales. Hay tantas iglesias que impactan cómo están hechos sus diseños. Lo veo y digo “¿por qué no lo podemos hacer?”.

-Usted también enseña. ¿Cuáles son las claves para aprender a hacer mosaicos?

Para ser un mosaista tienes que ser una persona a la que le guste el arte. Un buen mosaista puede ser formado en tres meses. Primero se enseña con colores enteros, luego con diseño. Es un producto artesanal, con dibujo, que no se puede comparar con la cerámica. La pintura tiene un espesor de cinco milímetros, es un producto trabajado con materiales naturales.

-¿Y vuelve a Curay?

Sí. Allá hay zonas arqueológicas muy hermosas. Algún día pienso incursionar en el turismo. Curay aún no es tomada en cuenta, pero es muy hermosa, muy hermosa.

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AUTOFICHA:

- “Soy Claudiomiro Maglioni López Huamán. Nunca les pregunté a mis papás de dónde se inspiraron para ponerme mis nombres (risas). Tengo 48 años. Nací en Curay. En mis tiempos no había centros de salud, así es que nací en un parto natural en mi chocita”.

- “Mis padres siguen con vida y ellos viven en Curay. De los 11 hermanos, solo hay una hermana que está allá. Mi sueño era estudiar Arquitectura, pero no llegué a hacerlo de repente por la falta de oportunidad económica. Me he dedicado a trabajar y a capacitarme”.

- “Me debo mucho a mosaicos Rosselló, donde tengo la función de supervisar la producción. Lo que me encanta de Casa Rosselló es que es una empresa que está preservando el mosaico, que es un producto de alta calidad. Mi meta es seguir formando mosaistas. Además, quiero seguir innovando”.

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