Por: Martín Arias

Claudio Gil , profesor y artista brasileño, tiene un ritmo imparable. En los tres últimos años ha impartido talleres en Buenos Aires, Córdoba, La Paz, Lima, São Paulo, Río de Janeiro y recientemente (en julio de 2009) en Canadá, en un evento fantástico llamado Rendez-vou, International Calligraphy Conference donde estuvieron 28 maestros de 14 países y con aproximadamente 250 estudiantes de varias partes del mundo.

Increíble saber que todo empezó cuando un niño de doce años se quedaba mirando asombrado las etiquetas de los productos que veía en los mercados y trataba de dibujarlos. “Cuando tenia cinco o seis años me regalaron un tablero de dibujo y yo me ponía a pintar, ya parecía un artista. Ahora con 10 veces más de años creo que es un buen momento para pensar en serlo” me dice cuando tocamos el tema de su transformación artística que caracteriza su trabajo reciente. Más que una entrevista fue una conversación larga con trazos imprevisibles como su obra. Transformarla en este texto fue un trabajo laborioso pero que espero lo disfruten tanto como yo:

Como muchos calígrafos en Latinoamérica, tu empezaste de manera autodidacta. ¿Cómo fue ese proceso?

Desde niño me encantó dibujar letras, agarraba un empaque de cigarrillos, un paquete de harina, etc. y empezaba a copiar las etiquetas. Cuando tenía unos 12 años un amigo tomó un curso de letrista y cartelista que brindaba un servicio social y yo lo veía hacer esas cosas y me interesó. Creo que mi primer trabajo fue una propaganda política, usando esquemas, trazos y letras, pero no era caligrafía. Yo dibujaba las letras y las ilustraciones.

¿Luego tuviste una formación académica?

Si, pero no como calígrafo, a los 19 años entre a la facultad de Diseño Industrial de la Universidad Federal de Rio, porque yo al principio quería ser diseñador ¡de equipos médicos quirúrgicos! me ponía a dibujar una silla de dentista, sus instrumentos, etc. Pero en esa carrera también había un curso de programación visual, que vendría a ser lo más cercano al diseño gráfico y me pareció interesante. Pero cuando gané una beca para trabajar en la gráfica de la universidad eso fue para mi (como se dice en Brasil) ‘la caña’ es decir un vicio, como el aguardiente. Nunca mas volví a pensar en diseño de productos. Aunque de cierta manera luego comprendí que el resultado de lo que hago ahora también es un producto.

¿En esa época cuáles fueron tus primeras influencias?

En la facultad tuve un profesor que era muy entusiasta de la tipografía, tenia una colección de carteles y libros inmensa, y eso inicio mi interés por ser diseñador de tipos, mi sueño era terminar la facultad y dedicarme a eso, pero tuve que interrumpir mis estudios para ponerme a trabajar. Años después volví a estudiar en una escuela privada donde aprendí ser mas rápido. Conocí a un profesor de tipografía que me invito a trabajar con el. Es mi amigo hasta hoy.

¿Cómo empezaste a dictar tus famosos talleres?

Todo surgió cuando tomé un taller de caligrafía experimental y en una de las clases llevé algunas cosas que yo sabía hacer. Al profesor le gustó tanto que en el taller siguiente me invitó a hacerlo con él y ahí empecé. Hicimos unos diez talleres. Cuando él se fue yo seguí dando clases y los intercalaba con mis estudios.

¿Fue fácil para ti ser profesor?

Mi profesor de inglés me decía “El que sabe enseñar algo puede enseñar cualquier cosa”. Fue así que desarrollé un método para el taller de letras fundacionales y después descubrí el trabajo de Edward Johnston (artista británico considerado el padre de la caligrafía moderna) siempre lo uso de referencia. Desarrollé un método y practiqué mucho.

Ahora eres profesor universitario

Si, cuando se terminé la maestría en 2013 fui invitado para dictar clases en la ESPM (Escuela Superior de Propaganda y Marketing) de Rio en donde sigo hasta hoy. Soy profesor de tipografía, lenguajes visuales, creación de fuentes digitales y de proyectos.

¿Cómo describirías a los alumnos de hoy?

Varios amigos que se dedican a enseñar me dicen lo mismo, que los alumnos de hoy parecen muertos, les falta pasión. Creo que es porque ahora todo es muy inmediato. Eso es bueno en el sentido de que es ahora tenemos la facilidad de hablar con personas de todo el mundo al instante; pero los procesos no son inmediatos, la vida no es inmediata. Es distinto cuando por ejemplo hacia workshops en casa de un amigo, empezábamos a las diez de la mañana y cuando me hacia muy amigo de los alumnos ¡nos quedábamos hasta la medianoche! disfrutábamos tanto estar haciendo cosas que no parecía una clase.

Es disfrutar el proceso mas que tratar de aprender rápido

Si yo no hubiera invertido tanto tiempo en formarme en diferentes lugares no estaría haciendo lo que hago hoy, dando clases y ahora iniciando esta aventura de las artes plásticas.

Has bautizado tu trabajo artístico como “La Bruta” ¿Cuál es el proceso creativo para realizar esas obras?

“La Bruta” ha empezó con muchos estudios para lograrlo. Probé múltiples trazos utilizando pinceles, plumas y lápices para encontrar formas donde se fundieran los estilos de letras que yo había pensado. Tuvo un proceso de desarrollo y metodología.

¿Pero hay un nivel de improvisación en esos trazos?

Después de un tiempo produciendo las piezas, ya no hacía estudios para cada una, yo solamente empezaba a trabajar pues el proceso ya estaba internalizado y los niveles de improvisación se hicieron cada vez más frecuentes. Es como aprender algo nuevo, empiezas apoyándote en alguna estructura y gradualmente te sueltas de las líneas de apoyo pues la sensación de seguridad, levedad y libertad en las composiciones se agranda en cada trazo que haces.

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