Por: Luis RodrÍguez Pastor, editor e investigador
Desde que vi la película Náufrago (2000), cada vez que releo Robinson Crusoe (1719) se asoma el rostro de Tom Hanks (sin Wilson) como protagonista de la novela de Daniel Defoe. El poder de imaginación de cada lector, al revivir las aventuras de los personajes de ficción de miles de historias construidas a través de las palabras, se encuentra —¿o desencuentra?— con el de las imágenes que disponemos con cada vez mayor abundancia y estímulo. Esa lista de personajes sin rostro (mejor dicho, con el rostro que cada lector le da según su imaginación) se viene reduciendo con cada adaptación cinematográfica o televisiva. Y hoy le toca el turno a Úrsula, José Arcadio, Amaranta, Rebeca, Aureliano y tantos más que pueblan uno de los universos literarios más ricos e intransferibles de nuestro continente: el de Cien años de soledad (1967).
Gabriel García Márquez, el mago detrás de esa inolvidable sucesión de palabras, se negó a que el coronel Aureliano Buendía tenga el rostro de Anthony Quinn, a quien le rechazó una millonaria oferta por los derechos de adaptación de la novela, así como se negó a las reiteradas ofertas que recibió desde que apareció ese libro que rompió todas las barreras hasta entonces supuestas para una obra escrita por un habitante de esta parte del continente. Y no por animadversión a la pantalla, sino porque, como diría otro célebre del idioma de Cervantes, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.
Desde que descubrió el cine en su natal Aracataca, llevado por esa mano que nunca soltó —la de su abuelo materno—, García Márquez tuvo un vínculo que tampoco soltaría con un género del que se nutrió como espectador y al que acompañó como crítico, guionista, actor y hasta promotor de una escuela de cine. Cuando falleció, en abril de 2014, casi todas sus novelas ya habían sido adaptadas a la pantalla, con una férrea excepción. Esa excepción llegará a su fin este miércoles 11 de diciembre, día en que se estrenará vía Netflix una serie de dieciséis capítulos que darán rostro y forma a lo que hasta hoy habíamos tejido a través de sueños despiertos.
EN PLENO RODAJE. La serie se desarrollará en dieciséis capítulos.
Vía Netflix se ha estrenado también, hace tan solo tres meses, otro apu del realismo mágico y de la literatura latinoamericana: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, lo que nos sugiere que hoy en día no hay novela inadaptable y que finalmente todo puede ser sometido al escrutinio audiovisual. Pero pirotecnia verbal no presupone pirotecnia visual, de tal modo que la ilusión puede quebrarse si la transición no respeta su esencia. ¿Pero qué es la esencia y cómo se traduce? Hay cosas que se explican con palabras y otras que se entienden con emociones.
Por muy tajante que haya sido Gabriel García Márquez en vida, una vez que —como diría su amigo Rubén Blades— “te mudas al otro barrio”, hay quienes deciden por ti. Y por él han decidido sus hijos que se publicara la novela inédita que al parecer no quiso publicar, En agosto nos vemos, y se adaptara la novela que nunca quiso que se adapte. Por muy apasionadas que sean las opiniones, es algo que escapa a nuestras manos. Pero en nuestras manos está decidir leer la novela póstuma y en nuestros ojos está el decidir ver la serie.
Hablar desde las expectativas de quienes ya leyeron y releyeron la novela puede pasar por alto el inevitable efecto que va a causar en miles de personas que, gracias a esta adaptación, irán por primera vez al libro y renovarán el lazo con una obra que está a la espera de nuevos beneficiarios.
Una gran novela es virtualmente inasible a otro formato, pues se corre el riesgo de cercarla, limitarla y hasta reducirla. La competencia ha sido siempre desigual, pues la magia no depende de los millones que haya detrás de una producción, sino de esa alquimia que se funde en cada ser a través de las palabras, cuyo poder de seducción —de emoción, de fascinación— se remonta al inicio de las civilizaciones y que aún hoy, después de creados todo tipo de estímulos visuales, sigue siendo incuestionable. Y el mejor ejemplo de ello es Gabriel García Márquez.
PERSONAJE. Claudio Cataño interpretará a Aureliano Buendía.
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