Christian Bendayán representará al Perú en la Bienal de Arte de Venecia. (Foto de Mario Zapata).
Christian Bendayán representará al Perú en la Bienal de Arte de Venecia. (Foto de Mario Zapata).

Su vida parece estar marcada por los viajes. A los 5 años de edad, cruzó todo en tren. Para tenerlo quieto, sus padres le dieron crayolas y papeles. Aprendió a pintar antes que a hablar. Con el propósito de resolver las dudas vocacionales, a los 19 años, hizo un viaje a la selva, durante un año, en lanchas, por ríos. Y regresó decidido para pintar y con una apuesta riesgosa: construir una obra de temas regionalistas, con cierta estridencia, sobre temáticas vinculadas a personajes al margen de lo ‘moral’.

Y ahora será parte de la Bienal de Arte de Venecia, en 2019, adonde viajará junto con el curador Gustavo Buntinx. "Los viajes significan un cambio. Por eso a veces me da miedo viajar",  dice con una sonrisa discreta.

Nos reunimos en un café miraflorino, de fondo suena “We Are the Champions”, de Queen, y el artista iquiteño recuerda un viaje que hizo a Nauta, cuando tendría unos 11 años. Para el camino llevó un casete de variados donde figuraba “Somebody to Love”, del grupo británico. La música, los viajes y la Amazonía, sus grandes influencias, sus compañeros de siempre. Vamos por las rutas de Christian Bendayán.

¿Creciste con Queen?
Esa época estaba vinculado, sobre todo, con el rock clásico. Queen había caído en una especie de olvido. Te hablo del 85 y 86. Otro momento que recuerdo mucho es cuando ya vivía en Lima y me enteré de la muerte de Freddie Mercury. Un grupo que fue grande pasó a segundo plano y, de pronto, su gran cantante murió. Sentí cierta injusticia.

La cumbia amazónica también ha vivido en el olvido. Y tú, de alguna forma, has acompañado su renacer.
De alguna manera, me involucré en el tema de conectar la producción musical, literaria, cinematográfica de la Amazonía con la producción de artes visuales. Hasta ahora siento la urgencia de que se planteen todas estas vías de creación artística en su conjunto. Porque todas han estado conectadas en sus grandes momentos de producción. Por eso en 2009 curé la exposición ‘Poder verde: visiones psicotropicales’, título basado en un disco de Los Mirlos.

¿Hoy somos más justos con la Amazonía?
El arte amazónico se ha hecho su propio camino. Hay gestores importantes que han aportado, como Pablo Macera, María Eugenia Yllia y otros más. Es el trabajo de los artistas amazónicos y, sobre todo, la originalidad los que han puesto en valor a la Amazonía, y que se reconozca no solo el arte. Esta región siempre ha sido vista como un lugar de explotación de recursos y creo que en este momento el arte amazónico corre ese riesgo, de convertirse en el caucho del siglo XXI, en petróleo, madera, en generar desarrollo para muchos otros, menos para la Amazonía. No hagamos del arte amazónico una producción superficial que solo sirva para deleitarse, sino también como un espacio para desarrollar.

La materialización de ello sería, por ejemplo, generar centros culturales en la región.
Es una manera. El Estado está en gran falta, por no haber desarrollado un gran museo amazónico, que ponga en valor esta región y permita que los hombres y mujeres de la Amazonía se sientan parte importante de una cultura milenaria que ha aportado mucho y por donde pasa el futuro del mundo. Es necesario y urgente un museo amazónico.

¿Lo celebratorio es algo que distingue al arte amazónico?
Antes ya se ha dicho que la Amazonía es un espacio que pareciera no haber sido creado para la supervivencia humana. Y es que la Amazonía es un territorio difícil para sobrevivir. Los ríos cambian de curso y arrasan terrenos, hay sequías, la vegetación crece rapidísimo. El ser amazónico se pone en una constante lucha por la supervivencia. Si bien hay un aspecto relajado, despreocupado y celebratorio del amazónico, creo que es con justa razón, porque tiene que trabajar mucho para sobrevivir frente a esa naturaleza. Si bien hay celebración, en gran parte de la producción musical y de las artes visuales, el cine y la literatura hay una representación dramática, dolorosa, sufrida.

Christian Bendayán
Christian Bendayán

En una entrevista señalaste que en Iquitos aprendiste a ver. ¿A qué te refieres?
Quizá porque es una sociedad muy abierta, directa. Se habla abiertamente de la sexualidad. Tal vez me refería a eso. En Iquitos aprendes a ver las cosas sin prejuicios y sin temores. Se aprende a tener un gran amor por la naturaleza. A sentir que el río es fundamental. A oler, a disfrutar del sonido, a arrullarse con una lluvia. Y se aprende a amar la sencillez.

¿Dónde está esa sencillez?
En la gente. No hay pretensiones, la gente es feliz con lo que tiene y con el fruto de su trabajo y ya. Hace 20 años, fui con Rafo Ráez a una discoteca en Iquitos y me dijo: “aquí la gente se viste, se maquilla para ellos mismos, no para que los miren los otros”.

Sé que aprendiste a pintar de manera autodidacta. ¿Qué te forjó?
Es una cosa constante. Sigo aprendiendo. No busco la perfección. Se aprende a dibujar como se aprende a hablar. Se aprende escuchando, mirando, oliendo. La pintura, que es más mi caso, se nutre de todo ese tipo de información.

Uno se para frente a tus cuadros y da la impresión de que estamos mirando cierta belleza amazónica.
Nunca me ha interesado que mi trabajo esté vinculado a la belleza. Es un término abstracto.

¿La fealdad es igual de abstracta?
Yo creo que sí. Hay gente que le encanta vivir de la mano con gente mala, dañina.

Pero hay consenso en que la corrupción es fea, ¿no?
Claro. Está en el lado del egoísmo y que va contra el sentido de ser humanos y vivir en comunidad.

¿Las artes visuales están yendo al ritmo de la literatura, la música y el cine?
Hay un ritmo acelerado. Hay muchísimos más artistas, una producción más globalizada y creo que se están diciendo muchas cosas muy importantes.

O, como señalaste en una entrevista pasada, ¿todavía el arte es “huevada para unos cuantitos”?
Sí, aún. No está hecha de esa manera, pero lamentablemente no existen políticas adecuadas para que llegue a todos los que debería llegar, lo que para comenzar depende en gran parte de los artistas. En todo caso, hay que aceptar con optimismo el que cada vez haya más producción artística.

Un buen signo de ese crecimiento es que con Gustavo Buntinx representarán al Perú en la Bienal de Arte de Venecia.
Estamos llevando un proyecto que se titula ‘Indios Antropófagos’, que nos invita a mirar la forma en que se ha construido un imaginario de la Amazonía desde diversas miradas. Habrá una antesala de archivos históricos que comprenden algunas pinturas de los siglos XIX y XX, además de postales referidas a la Amazonía. Y la parte principal donde estarán mis obras, que se han nutrido de esos archivos. Vamos a ver una mirada amplia sobre la Amazonía, que abarca muchos años de historia y varios lados de su sociedad.

¿Cómo sería el mejor autorretrato de Bendayán?
Uno que recuerdo mucho es con mi madre, semidesnudos, juntos, abrazando una radio. Ella representa el origen, tu cordón al mundo; y la radio tal vez lo cultural, alrededor de la cual giró mi historia personal. El gusto musical cultivado por mi madre. Mi padre era antropólogo, pero además político y periodista. Muchos años de su vida tuvo una radio, incluso fue propietario. Esa desnudez habla de la forma que uno quiere vivir, mostrando lo que realmente es.

La entrevista comenzó con “We Are the Champions” de fondo. ¿Cuándo sientes que has logrado algo?
Cuando veo a mi hijo contento, cuando hablo con él y siento que aprecia la vida con justicia. O cuando lo veo disfrutar de la música.

“El arte amazónico corre el riesgo de convertirse en el caucho del siglo XXI”, advierte Bendayán.
“El arte amazónico corre el riesgo de convertirse en el caucho del siglo XXI”, advierte Bendayán.

AUTOFICHA:

"Nací en el Centro de Iquitos. Tengo 45 años. Soy pintor y he hecho gestión cultural. Intenté estudiar Arte. Pero nunca he parado de estudiar. Hace muchos años que me he involucrado en la recuperación de la historia del arte amazónico: buscar piezas, reconstruir biografías. Esa es mi gran influencia".

"A la hora de componer un cuadro, de generar ritmos en la pintura e incluso de dar tonos a los colores, creo que la música siempre ha sido mucho más importante para mí como influencia y motivación, como discurso temático, como representación de cierta sensibilidad".

"De la Amazonía se debe visibilizar el vals, que es maravilloso, como las composiciones de Antonio Wong Rengifo, Julio ‘Chispa’ Elgegren Pinedo y más. Y cuando no pinto, me gusta dormir, donde se encuentra otra realidad. En los sueños hay lucidez. Creo tanto en los sueños como creo en la ‘realidad’".

"Estoy abocado a la creación de un museo amazónico. Y un movimiento en torno a este arte que involucre a todos los países amazónicos, lo que se traduciría en una muestra internacional al próximo año".